32 SISTEMAS DE SALUD

Uno de los grandes problemas institucionales que tenemos en México para enfrentar la epidemia del Covid-19, es que el sistema nacional de salud se desmanteló y se fragmentó en 32 servicios estatales.

De entre estos “hay algunos muy buenos”, reconoce Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud. “Hay estados que por varios periodos de gobierno han tomado en serio la responsabilidad”. Y aquí aparece de nuevo una diferencia social entre las zonas norte, centro y sur del país.

En el norte “hay servicios de salud estatales que han funcionado organizadamente”, con cuentas claras y “capacidad de resolución”. Desafortunadamente “en varios estados de la zona sur donde hubo menos inversión” e innumerables “actos de desfalco”, los sistemas no tienen capacidad de respuesta.

Entrevistado por John Ackerman en su programa Diálogos por la Democracia del 5 de abril de 2020 en TV UNAM (https://www.youtube.com/watch?v=khP0jnZebjc), el vocero del Sector Salud para los temas relacionados con la pandemia señala que, para responder al nuevo coronavirus, lo que el gobierno federal está haciendo es equipar las “instalaciones que están prácticamente terminadas y dotarlas de personal”.

Antes, en la entrevista, había aclarado que de los 307 hospitales inconclusos que recibió la 4T la mayoría “estaban a medio construir o casi construidos, pero no equipados”. Los ya terminados no contaban con personal. Por no hablar de los edificios deteriorados porque no se terminó la obra, los hospitales que quedaron en obra negra y los que se construyeron en propiedad comunal, que ahora están en litigio.

GANÓ EL NEGOCIO

Con dedicatoria a quienes en defensa de un Seguro Popular que siguió un modelo de negocio privado,  critican la creación del Instituto de Salud para el Bienestar, López-Gatell afirma que el Insavi “ha sido una pieza clave para poder organizar, en un tiempo históricamente rápido, la conjunción de esfuerzos” entre la federación y los estados.

Reunir el equipo, aprovechar la infraestructura y contratar personal para echar a andar un sistema nacional de salud, “muestra la diferencia entre un gobierno que está al servicio del bien público versus un gobierno del pasado que estaba pensando en los negocios”.

El epidemiólogo conoció desde adentro a los gobiernos anteriores y, aunque no en una posición tan importante como la de ahora, observó en primera línea la política del presidente Felipe Calderón frente a la emergencia sanitaria de la influenza H1N1 en 2009. “Hay diferencias notorias que van a dejar seguramente lecciones aprendidas”, tanto por las experiencias de entonces como las de ahora.

En ese tiempo, López-Gatell era director general adjunto de Epidemiología y, como funcionario del servicio profesional de carrera, vio cómo la perspectiva técnica que tenía el gobierno entre los primeros días de abril a finales de marzo, en cuestión de horas pasó a ser una perspectiva política sobre aquella pandemia de influenza que empezó en América del Norte.

“El punto de quiebre que alteró gravemente la capacidad de respuesta de México”, la ilustra López-Gatell con algunos ejemplos de cuánto pesaron los negocios.

“En descargo del entonces secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos”, cabe decir que el médico guanajuatense “ayudó a la parte técnica”. Siendo un político, “con una suerte de paraguas protector” estímulo el trabajo de los técnicos en salud.

Sin embargo, estos fueron “avasallados por una serie de intereses políticos. Había un “golpeteo” entre grupos económicos fuera del gobierno y los conectados con facciones al interior de la administración calderonista. Las prioridades, por ejemplo para el abastecimiento, se determinaron por capricho o por otro tipo de intereses.

RÁPIDAS O DE CORTO PLAZO

Por cierto, en 2009 se presentó una situación muy similar a la que se está viviendo con la discusión de las pruebas rápidas para detectar el coronavirus, mejor conocidas como dispositivos manuales o tiras reactivas.

En aquel entonces “los técnicos dijimos que no se usaran las pruebas rápidas, con base en una argumentación científica apoyada por consultas a voces autorizadas a nivel mundial, entre ellas las de investigadores de los centros de control de enfermedades en Estados Unidos”.

Pero, de repente, “sentimos una fuerte presión de los políticos del gobierno de Calderón porque no estábamos usando las pruebas rápidas cuando en otros países sí las estaban utilizando. Y resultó que ya habían comprado las tiras reactivas por centenas de miles”.

Al respecto, López-Gatell explica que no se deben confundir las pruebas de tiempo recortado de las que habló Trump con las pruebas rápidas. Ese tipo de dispositivos en forma de tiras reactivas se usan para diagnóstico rápido en algunas enfermedades infecciosas. Dan resultado en diez minutos después de haber sido aplicadas en la cama del paciente o en el consultorio, pero no son útiles para el nuevo coronavirus por las razones que explicará adelante.

Esas pruebas rápidas no se deben confundir con las pruebas de PCR (reacción en cadena de la polimerasa, por sus siglas en inglés) que se denominan de “tiempo acortado” y requieren “de una maquinita” y de personal experto en el manejo de esa tecnología. Las de PCR son pruebas más rápidas pero idénticas al mecanismo de laboratorio que ya se utiliza en México.

Insistió López-Gatell, esas pruebas de tiempo acortado son más rápidas pero tecnológicamente iguales a las que se realizan en los 32 laboratorios estatales y en los laboratorios epidemiológicos auxiliares. “De hecho las hemos venido usando en México para otros diagnósticos, como la tuberculosis”.

De las PCR hay varios tipos. Destacan la tecnología expert o la que desarrolló un laboratorio en Estados Unidos, a la que se refirió el presidente Donald Trump, y que se denomina (hasta donde le entendí a López-Gatell) ID Know.

DIAGNÓSTICO EQUIVOCADO

Las pruebas rápidas con base en una tira reactiva han sido objeto de una exagerada promoción por parte del lobby farmacéutico que busca, desesperadamente, que los gobiernos federal y locales las adquieran. Aunque el supuesto es que son el mejor método para detectar contagios y, con ello, frenar la cadena de contagios, en realidad no son fiables.

Equivalentes a las pruebas de embarazo de cajita, se trata de una tecnología biológica que detecta anticuerpos contra determinada sustancia: en este caso, el coronavirus; en la prueba de embarazo, una hormona.

El problema de esas pruebas rápidas, dice López-Gatell, es que ante un virus emergente como es el SARS-CoV-2, todavía no se conoce científicamente y a detalle la respuesta inmune de los seres humanos.

Como aún se ignora en qué momento se fabrican los anticuerpos en el organismo humano infectado, no se puede transferir ese conocimiento a una tecnología útil para el diagnóstico. Si bien hay más de 18 marcas en el mercado, carecen de utilidad y ninguna autoridad sanitaria en el mundo las ha aprobado.

En el caso de la epidemia de 2009, “los técnicos hicimos recomendaciones específicas obviamente amparadas en las directrices internacionales, pero fuimos desoídos olímpicamente”. La posición técnica era no utilizar pruebas rápidas que no iban a servir para detectar un virus emergente, como era entonces la cepa de gripe porcina conocida como H1N1.

Aparte que implicaba tirar el dinero, esas pruebas podían ser peligrosas. Y es lo que se quiere impedir con las pruebas rápidas en el caso del coronavirus que causa la enfermedad conocida como Covid-19.

“Ya que no son suficientemente útiles para distinguir a la persona con infección de la sana, un diagnóstico equivocado puede confundir la decisión médica. Y eso es muy grave para un paciente con riesgo de complicarse, como puede ser el adulto mayor, una mujer embarazada o alguien que padezca enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión, enfermedad pulmonar o cardiaca.

Quien recibe un diagnóstico equivocado por la falla de esta pruebas, puede sentir una falsa confianza; pensar que no tiene la enfermedad, irse a su casa y que se le complique o muera.

La solución a este dilema, ha dicho López-Gatell en distintas oportunidades, es tratar a todos los casos sospechosos –por los síntomas que refiere o los signos clínicos que se observan– como si ya estuvieran confirmados. No esperar a que se le haga al paciente una prueba rápida, de tiempo acortado o de plazo regular en laboratorio.  

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