En “la gran feria popular de los libros en México”, la del Zócalo, el 9 de octubre de 2022 (https://www.youtube.com/watch?v=W4SNZxPIPSc&t=6s) Juan Villoro dictó una charla sobre ‘Los excesos y milagros del futbol’.
Es un tema que a mucha gente le interesa, no sólo a los fanáticos del futbol, dice el autor de Balón dividido y Dios es redondo. Incluso los críticos del futbol como espectáculo encontrarán en las palabras del escritor elementos para entender las luces y las sombras de este deporte.
Como ‘el mejor cronista contemporáneo de futbol’, Villoro apareció en un libro colectivo sobre Diego Armando Maradona antologado por Pablo Brescia, Planeta Diego: 16 miradas a un ícono (Ariel, 2022). Ahí “tratamos de ver a esta figura central del futbol, tanto en las canchas como fuera de ellas”, dice el también cuentista, novelista y ensayista.
“En una feria del libro vale la pena hablar de la relación entre el futbol y la palabra, entre el futbol y la literatura. Ciertas actividades humanas son mucho más interesantes si están acompañadas de palabras. Sin saberlo, cuando yo era niño los grandes cronistas de futbol de la época me regalaron una revelación: las palabras pueden ser símbolos mágicos.
“Todos usamos el lenguaje de manera utilitaria, pero en algún momento comprendemos que con las palabras podemos reconstruir la realidad y le podemos dar vida a algo que no la tiene. Ese es el gran secreto de la narración: la literatura existe para volver tolerable e incluso placentero un mundo imperfecto, malhecho, doloroso.
“A los seres humanos no nos basta la realidad tal y como está. Hace muchos años, el gran sabio chino Confucio dijo: necesito una libra de arroz para vivir, y flores para saber que vivir vale la pena. Es decir, necesitamos una seguridad física para continuar con vida, pero de nada sirve solamente subsistir sin disfrutar la vida. Es necesaria una gratificación, un placer. Confucio hablaba de flores, nosotros en esta feria hablamos de libros”, remata Villoro.
HAZAÑAS DE LA TRIBU
“En el origen remoto de mi vocación literaria seguramente está el descubrimiento de esos grandes cronistas que, al modo de los rapsodas griegos, contaban las hazañas de la tribu”, confiesa el escritor.
“Tuve la suerte de coincidir con el gran locutor Ángel Fernández en la presentación de unos libros de historia del futbol mexicano. De entrada, el narrador nos demostró cómo la palabra puede transfigurar la realidad.
“Llegó tarde a la presentación porque, dijo, ‘me entretuve viendo la iglesia de la Compañía de Jesús, la iglesia del Papa negro, ¡el gran capitán de los jesuitas! Y es que el campanario se estaba retorciendo de envidia porque sabe que la verdadera ceremonia está ocurriendo enfrente. El futbol es una religión que abarca mucho más que cualquier otro culto o cualquier otra fe’, sentenció.
“En esa mesa participaba también Raúl el ‘Pipiolo’ Estrada, legendario portero del Necaxa y uno de los 11 hermanos. Un hombre bien plantado, con una estampa carismática, lo que llevó a Fernández a decir: ‘Celebro estar al lado del gran Pipiolo Estrada. Tengo desde la infancia las manos engarrotadas, de tanto treparme a las alambradas del parque Asturias para ver a este hombre. Porque él tenía todo lo que yo quise tener y jamás tuve: ¡un suéter de cuello de tortuga!’
“Con su narración disparatada, el locutor tenía la capacidad de renovar la realidad, de inventarla. Tuve la suerte de hacerle una entrevista. Le hablé por teléfono con la voz entrecortada por los nervios, y me preguntó con esa voz metálica que tan bien transmite el micrófono: ‘Tu apellido me suena de algo, ¿a qué se dedica tu padre?’ Es profesor de Filosofía, respondí. ‘Ah, ¡un amigo de Kant!’
“Llegué a su casa en avenida Tulyehualco y me abrió el propio Fernández. Sin percatarme que atrás de mí venía el jardinero con una gran guadaña para segar el pasto, iba yo a cerrar la puerta cuando Ángel me advirtió: ‘¡Detente, que atrás de ti viene Excalibur!’
“Todo lo que decía, lo convertía en narración. No he conocido una persona más invadida de palabras que Ángel Fernández. No podía decir nada directo o literal, todo lo que decía era una manera de recontar o renombrar la realidad.
“Esa voz pobló mi infancia de héroes de grandes partidos. Empezó narrando en la radio y, como ustedes saben, en ese medio se puede fingir. El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique contaba de un partido entre Perú y Brasil narrado por un locutor peruano: ‘Perú domina. Perú está jugando de maravilla. La orquesta sinfónica de Perú controla la cancha. Avanza Perú. Gol de Brasil’.
“Ángel Fernández y otros locutores tan importantes de la época como Fernando Marcos, Agustín González ‘Escopeta’, Oscar ‘Rápido” Esquivel y Fernando Luengas, reinventaban con sus palabras los partidos. Los convertían en la guerra de Troya, era emocionante oírlos porque hacían divertido el partido más aburrido. Cuando no pasaba nada en la cancha, Ángel Fernández decía: ‘El partido está sobrando, el partido se va a acabar, se hunde la nave, ¡niños y mujeres primero!, ¡sálvese el que pueda!’”, recita Villoro.
EMOCIÓN DE LA PALABRA
“Esa capacidad de incorporar el lenguaje a las acciones que ocurren en la cancha, acrecentaba la pasión a tal grado que solíamos ir al estadio con un radio de transistores para no perdernos las narraciones. Esas crónicas engrandecían las acciones. Escuchar las palabras, nos conmovía mucho más que lo que estaba ocurriendo en la cancha.
“Un jugador de futbol que luego se convirtió en escritor de esos temas, además de ser un buen comentarista y un hombre muy culto, Jorge Valdano, el seleccionado argentino que ganó el Mundial de México 86, cuenta una anécdota que viene al caso: la historia de cómo él, a través del discurso ajeno, pudo conmoverse con un gol que él mismo había metido.
“En el mundo de los hechos, la anotación no lo conmovió tanto como escuchar las palabras que relataban la hazaña. Fue en la final contra el equipo soñado, Alemania. La final soñada siempre y cuando le ganes Alemania, porque ningún campeonato se disfruta más que uno conquistado ante un rival de ese calibre.
“Pues bien, Argentina le ganó a Alemania y Valdano metió uno de los goles. Cuando terminó el partido, todos los compañeros se abrazaron en el campo y él sentía que era el momento de darle rienda suelta a la emoción. Mas no consiguió llorar. Posiblemente se encontraba todavía tenso por el partido disputado y, en esa circunstancia, no pudo volcarse anímicamente del todo, no logró disfrutar la victoria.
“Ya en el vestidor, se encerró en un gabinete para soltarse a llorar, pero otra vez no pudo hacerlo. Llegó a creer que se había vuelto una persona insensible pues, en el momento más importante de su vida profesional, no podía sacar todo lo que llevó dentro durante tanto tiempo ni gozar de un momento que había esperado toda la vida.
“Se retiró del futbol, pero siguió haciendo ejercicio para mantenerse en forma. Vive en Madrid, donde suele salir a correr y su hermano acostumbra a mandarle casetes con música y grabaciones de distinto tipo para que, Jorge, mate el aburrimiento con su walkman mientras va trotando. Y quiso la casualidad un día que la grabación enviada por su hermano fuera la narración de la final de Argentina contra Alemania en 1986, hecha por Víctor Hugo Morales, un gran locutor y cronista cuyo trabajo se puede encontrar en YouTube.
“Al oír el gol que él anotó narrado por esta voz apasionada, con los adjetivos perfectos, se generó ese momento afectivo que solamente pueden convocar las palabras y Valdano se sintió invadido por una emoción que no había experimentado en la cancha ni en los vestidores. Empezó a llorar como una magdalena, escondido detrás de un árbol para que no lo vieran. La gente podría suponer que estaba sufriendo un ataque, pero era un ataque de pasión, de esa emoción que solamente te llega a través del lenguaje”, resume Villoro.
ESPEJO ACRECENTADO
“Así de importantes son las palabras. Y escribir de futbol o reflexionar sobre futbol es una manera de agregarle pasión a lo que ya lo tiene: el juego del balompié. Estamos ante la actividad de diversión, ante el espectáculo mejor repartido en el planeta Tierra y mejor organizado también. El máximo propagador de mensajes en Instagram es Cristiano Ronaldo, con una cuenta de 400 millones de seguidores. Es decir, lo que genera el futbol es realmente importante.
“Para conocer una época, tenemos que observar cómo se divierte la gente. Si queremos saber cómo era el período maya clásico, hay que investigar cuáles eran los ritos funerarios, su sistema de creencias, su astronomía, la estratificación en el poder, sus costumbres y hábitos, su cocina, pero también cómo se divertían. Algo esencial es entender cómo era el sentido del humor que tenían, porque esas actividades definen a una sociedad. Y no podemos ser ajenos a un fenómeno tan importante como el juego.
“La FIFA tiene más agremiados que la ONU, eso ya nos da una idea de que la especie humana está mejor asociada para el futbol que para resolver conflictos. Además, a cada una de las federaciones de futbol no les queda más remedio que hacerles caso a sus jerarcas mundiales, tengan o no razón. En cambio, a la ONU rara vez le hacen caso. Este planeta se ha organizado de tal manera para celebrar el futbol, y hay muchas cosas que podemos aprender de este deporte.
“El futbol es una especie de espejo acrecentado de nuestra sociedad. Ocurre lo mismo que en esos espejos de las ferias que, cóncavos o convexos, distorsionan las imágenes. Lo que sucede en la cancha, no necesariamente depende de la estructura social como de lo que hacen los jugadores. Es decir, ocurren goles, grandes jugadas y paradones.
“También es cierto que, muchas veces, en el futbol cristalizan rivalidades sociales, xenofobias, discriminaciones, machismos y manipulaciones políticas o económicas; muchas cosas que no tienen que ver con lo que deciden los jugadores con los pies, sino con la sociedad que rodea el estadio.
“En ese sentido, el futbol es un espejo alterado de la sociedad donde se inscribe. En ocasiones revela la generosidad de esa sociedad y, en otras, evidencia sus aspectos más ruines. Hay lacras tremendas como el dopaje, la especulación económica o el absurdo de que un equipo tenga un jugador que cuesta más que todo el equipo contrario, numerosos brotes de racismo y de machismo.
“En el nombre del futbol, incluso, se desató una guerra. No necesariamente fue ocasionada por el juego, pero un partido fue el pretexto para un enfrentamiento armado entre Honduras y El Salvador. No sucedió para resolver el marcador porque no era una disputa meramente deportiva, pero ahí cristalizaron las tensiones y los desgastes que ya existían entre estos dos países”, apunta Villoro al concluir la primera parte de su charla.
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