Para entender la razón de los montajes mediáticos, hay que comparar el papel de la prensa antes y después de López Obrador, les propone el conductor a los invitados de ‘Debatiendo con Carlos Castellanos’ en La Octava: Manuel Hernández Borbolla y Octavio Ortega.
El curso de la prensa en México ha sido marcado por los gobiernos en turno, comienza por decir Castellanos. Es innegable que bajo los 70 años de gobiernos priístas las formas y fondos del llamado cuarto poder, salvo algunas excepciones, respondían a las directrices de los presidentes y gobernadores en turno. La dinámica tuvo un cambio sutil en los dos sexenios de administraciones panistas, cuando la gran mayoría de los medios se adecuaron a los intereses y a la visión de Vicente Fox y Felipe Calderón.
En nuestro país se institucionalizaron las formas de control de la prensa, señalan los analistas. En el caso de la radio y la televisión, las concesiones son asignadas o retiradas precisamente por el mismo gobierno federal que también destina recursos para gastos de prensa y pagos de publicidad. Estos factores han permitido a las autoridades manejar las notas periodísticas a su gusto y conveniencia, en un intento por manejar la opinión pública. El caldo de cultivo no estaría completo sin el llamado chayote, que no es más que la entrega de dádivas en dinero o especie a los periodistas a modo de las administraciones en turno, que se encargan de publicar la información que le interesa al gobierno.
Casos emblemáticos de montaje periodístico son el de Florance Cassez e Israel Vallarta, así como el de la niña Paulette Gebara Farah en el Estado de Mexico, expone Castellanos, quien insiste en usar el tema de los montajes como clave para entender la relación prensa-poder.
Y para analizar la prensa, su antes y después del presidente López Obrador, el conductor invitó el 8 de septiembre de 2022 (https://www.youtube.com/watch?v=HKwvqyRYGqQ) a debatir al reportero de RT (Russia Today) en español, Manuel Hernández Borbolla, con el jefe de información política y editor de opinión en Grupo Expansión, Octavio Ortega, conocido tuitero con la cuenta @ElTioPolitico.
ESQUIZOFRENIA MEDIÁTICA:
¿La prensa responde a intereses políticos y económicos o a las necesidades de la gente?, pregunta Carlos Castellanos.
Para Manuel Hernández Borbolla, “en general, todos los medios tienen una visión y una agenda política”. Esto se explica por un fenómeno que él llama ‘esquizofrenia mediática’:
“Los medios de comunicación administran y gestionan temas de interés público pero, normalmente, los grandes medios o al menos los medios corporativos son propiedad privada. Es decir, son empresas y tienen fines de lucro. Entonces, de alguna manera esas empresas lucran con el interés público. Lo gestionan y lo administran en función de sus objetivos que, naturalmente, buscan acumular riqueza como cualquier empresa.
“Esto distorsiona el debate en varios aspectos, sobre todo cuando hay una concentración de poder en contados grupos. En el caso de México y de América Latina, no es un secreto que los grandes medios históricamente han estado ligados a las oligarquías. En la última época, la oligarquía neoliberal prosperó en todo el continente como parte de un proyecto político.”
“Ha sido muy cerrado el control de estos pequeños grupos, y eso se refleja en los constantes choques que ha habido, no sólo en el caso mexicano sino en toda Latinoamérica”. Lo acabamos de ver en Argentina y lo vimos en Ecuador durante la época de Rafael Correa. También fue muy notorio en Venezuela durante toda la época chavista, y fue una constante en el Brasil de Lula da Silva y Dilma Rousseff.
“Aunque pequeños, estos grupos oligárquicos son aliados de los grandes medios de comunicación que se apegan generalmente a una agenda conservadora. Y cuando llegan gobiernos con una propuesta más progresista, como los que han proliferado en América Latina en los últimos tiempos, se producen choques y contradicciones precisamente porque no coinciden la agenda política de estos medios con los intentos de un cambio político”, sostiene Hernández Borbolla.
EL FIN ES SOBREVIVIR
Octavio Ortega está de acuerdo con ese diagnóstico de esquizofrenia en los medios de comunicación. “Hay una esquizofrenia mediática que hace llevar ese interés económico o político más allá de los periodístico en los medios. Como trabajador que he sido en varios medios puedo decir que sí tienen intereses y, el principal, es continuar existiendo”.
“En este empeño por subsistir, todos los medios se fueron vinculando a los intereses políticos de un gobierno local o del gobierno federal, incluso de algunas figuras de la política. Vemos medios que pueden ser particularmente críticos con un partido político, pero no necesariamente críticos con todas las figuras de un mismo partido. Tienen sus rasgos distintivos o sus favoritos, sus aliados por algunas circunstancias.”
No es sencillo ni escueto responder a la pregunta de cómo sirven los medios al interés económico o al interés político. Para tener una conversación que responda a lo que sucede actualmente, necesitamos un matiz, una gama de grises porque no todo es blanco y negro. Los medios no son tan malos como se les ha tratado de satanizar bajo la premisa de que la prensa miente, sostiene Ortega.
“Todos los que estamos en esta mesa crecimos con esta idea contemporánea de que los medios manipulan la realidad”, y gran parte de la población del país ha crecido como lector con esta misma sospecha. En contraste, “actualmente se promueve la idea de que las redes sociales son benditas. Pero quienes somos periodistas de profesión sabemos qué nos distingue de muchas de esas personas que utilizan las redes, y esto es la dedicación a investigar, a indagar y a tener una información más cierta de la realidad para transmitirla a las audiencias”.
Entonces, ni todos los medios mienten como premisa ni las redes sociales son benditas y reflejo de la realidad. Sin embargo, definitivamente sí hay un modelo que se acercó a esta conexión o vínculo entre el poder y los medios. Mas, para ello, es importante tener referencias históricas:
“En 1950, el informe de gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés [de aquellos informes maratónicos, no del mensaje político que se da ahora gracias a que cambió la ley] fue la primera transmisión de la televisión abierta. A partir de ahí, se dio la señal para que los medios de comunicación tuvieran una relación intrínseca de servicio hacia el poder.
“Eso lo seguimos viendo durante 40 años, hasta los años noventa cuando empezó a haber una sociedad más crítica y apoderada de sus derechos como audiencia, conciente de la necesidad de tener información fidedigna”, opina Ortega.
TENDENCIA CONSERVADORA
Entonces, ¿los medios sí tienen sus propios intereses, pero no son el monstruo que nos quieren hacer creer?, resume Castellanos la cuestión.
Para Hernández Borbolla, “obviamente hay de todo en los medios de comunicación. No podemos generalizar, pero sí hay una tendencia marcada para que estos grandes medios asuman una línea conservadora, precisamente porque tratan de preservar sus intereses y privilegios. Por este factor, es difícil que haya voces disruptivas en esos medios.
“La esquizofrenia mediática tiene que ver también con cómo concebimos la información. Hay un debate respecto a si la información debe ser un derecho o una mercancía. Con la polémica sobre el derecho de las audiencias, se ha afirmado el derecho a la información como complemento de la libre expresión, asentadas ambas garantías en un marco jurídico. Pero, por otro lado, es evidente que generar información de calidad cuesta dinero.
“Realizar un reportaje de investigación requiere de un respaldo económico para financiar el reporteo y la verificación de datos, para ir a constatar los hechos en el terreno. Qué paradoja, la información es un derecho pero en muchos sentidos funciona como mercancía.
“El periodista polaco Ryszard Kapuscinski decía que cuando la información se convirtió en negocio, dejó de importarle su apego a la verdad. Y ese fenómeno lo vimos históricamente en los medios tradicionales: los periódicos, la radio y la televisión. Pero también lo estamos viendo ahora en la época de las redes socio-digitales, con esa manera de elevar las expectativas y generar escándalos. No les importa el apego a la verdad o a la sensatez en los discursos que se emiten, pues la finalidad es acumular seguidores que, a la larga, se traducirán en ganancias”, subraya Hernández Borbolla.
CAMBIO DE MODELO
Ya no son, pues, sólo los medios tradicionales los que tratan de manipular a la opinión pública, sino que ahora también las redes sociales marcan tendencia, observa Carlos Castellanos. Prácticamente no hay medios de comunicación corporativos que no tomen de las redes sociales el video, la información o el tuit para convertirlos en noticias.
“Definitivamente –dice Ortega–, los grandes medios cambiaron su modelo”. En el caso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, “hay una confluencia de circunstancias y, una de ellas, es el crecimiento exponencial de las redes sociales gracias a la importancia y la penetración del internet en la población”.
“Un dato de contexto, en México el 97 por ciento de los mexicanos tiene acceso a Facebook o a cualquier otra red social. Es más fácil entonces que la gente esté conectada. En sus mejores épocas, la televisión no tenía esa penetración, se acercaba quizás al 95 por ciento. Ahora bien, se distorsiona el dato si pensamos que por tener una penetración del 97 por ciento en el caso del internet o del 95 que llegó a tener la televisión, todos vemos lo mismo.”
Otra circunstancia que influye es el cambio de voces y rostros. Antes había periodistas influyentes, locutores conocidos, plumas confiables y programas o cadenas de televisión reconocidos por las audiencias. Los famosos dependían de los medios para tener influencia. En contraste, los nombres, rostros y firmas de los generadores de contenido en las redes sociales tienen su propio peso, explica Octavio Ortega.
LOS REPLICANTES
Hay otro cambio importante de circunstancias. Así como en los medios tradicionales había una estructura para que, entre todos, mediante nado sincronizado replicaran un mensaje, las redes sociales funcionan como una cámara de eco.
“A los medios se les criticaba en el pasado por manipular la información. Incluso en la misma mañanera se ha expuesto las mentiras y exageraciones en la sección de los miércoles. Se califica con el pinochómetro de la semana a los medios conservadores. Pero en las redes sociales el mensaje se replica muchísimo más que en los grandes medios. Es el mismo fenómeno, lo que ha cambiado es la plataforma.
“Por otro lado, es verdad que los grandes medios han tenido que dejar de lado su información. Es más costoso tener reporteros, pagándoles un sueldo para producir tres o cuatro reportajes periodísticos al mes, que tener gente que sólo tome notas de las redes sociales, las medio textee y la suba a un sitio web.
“No digo que un trabajo sea más o menos importante que el otro. Simplemente, uno requiere menor esfuerzo que el otro en términos de tiempo. No hablo de la preparación personal de quien está elaborando la información, sino de que la cantidad de información que puede generar una persona en el esquema de los medios tradicionales es menor comparada a la copiosa información que circula en las redes sociales.
“Evidentemente, para elaborar un reportaje el periodista tiene que trasladarse, investigar, rastrear una base de datos, entrevistar funcionarios, hacer solicitudes de información. Todo eso puede tomarle 20 díaz como primer término, más una prórroga. Debe pedir asesoría de un abogado para que la solicitud de información prospere, o para interponer un recurso en el caso que sea rechazada. Todo eso lleva tiempo y los grandes medios difícilmente, ante la vorágine de información o de la gran cantidad de información que circula, pueden apostar hoy en día a ese modelo ante la gran competencia que tienen enfrente.”
Esta confluencia de nuevas circunstancias puede ser aprovechada por los gobiernos para construir un nuevo modelo de comunicación social. Y esas mismas circunstancias generaron las condiciones que están obligando a mutar a los medios de comunicación, concluye Ortega.
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