DINERO PARA LAS VÍCTIMAS

En la última parte de ‘El escándalo Der Spiegel: paren la rotativa, todo es mentira’, la entrevista que Ana Carbajosa sostuvo con Juan Moreno –el periodista español radicado en Alemania que descubrió las mentiras de su colega Claas Relotius, el redactor estrella del semanario editado en Hamburgo–, se revelan otras prácticas fraudulentas impensables en una publicación con tantos controles editoriales.

De acuerdo a la entrevista publicada en El País Semanal del 17 de febrero pasado (https://elpais.com/elpais/2019/02/12/eps/1549973689_120344.html), “Reporter Forum, una iniciativa ciudadana por el buen periodismo”, informó que Relotius pidió perdón y devolvió sus cuatro grandes premios Reporter cuando se descubrió “que se inventaba las historias, que aseguraba haber entrevistado a gente a la que nunca vio y visitado lugares que no pisó”.

No sólo eso, “ha trascendido que Relotius pidió dinero a los lectores que se interesaron por las víctimas que aparecían en sus reportajes. No se sabe aún cuánto dinero recaudó ni qué parte fue a parar a ONG. A través de sus abogados, él ha reconocido haber recaudado dinero de los lectores, pero ha asegurado que lo donó a causas humanitarias”. Der Spiegel “comprobó que parte  de ese dinero efectivamente había ido a parar a una ONG”.

En el mismo comunicado, los abogados de Relotius explicaron que su cliente admitió que “presentó hechos falsos y erróneos en numerosas ocasiones. Los falsificó y los inventó”.

La revista “lamenta” lo ocurrido y asegura que en ningún caso quiso “proporcionar munición a los que ahora apuntan a su reportaje con turbias intenciones políticas, como una prueba de la existencia de las llamadas fake news”.

Carbajosa contactó al bufete jurídico en Hamburgo, donde les explicaron que “ni ellos ni el propio Relotius quieren, de momento, ofrecer más explicaciones”.

VERDADES MENTIROSAS

A estas alturas, dice Carbajosa, “las verdades se confunden con las mentiras en una maraña que tardará mucho tiempo en desenredarse. Pero por ahora algunos actores políticos han olido sangre y se han lanzado a degüello. Porque el caso Relotius se produce cuando las fuerzas populistas luchan por desacreditar a los medios tradicionales. La extrema derecha alemana se frota las manos ante un caso que considera la prueba última de que los medios son poco menos que fábricas de fake news. El embajador de EE UU en Berlín, Richard Grenell, el hombre fuerte de Donald Trump en Europa, ha aprovechado para lanzar una campaña contra Der Spiegel. Acusa a la revista de ‘antiamericana’, enturbiando aún más la ya de por sí maltrecha relación entre Washington y Berlín”.

“La acusación de Grenell se fundamenta en una de las invenciones de Relotius tal vez más alucinantes. En un texto titulado ‘En una pequeña ciudad’, describe una localidad de Minnesota que supuestamente es un ejemplo de caladero de votos de Trump y a la que fue enviado. La sarta de falsedades que aparecen en ese reportaje las recopilaron con minuciosidad Michele Anderson y Jake Krohn, dos vecinos de Fergus Falls, que se indignaron al leerlo. Enumeran en un detallado artículo las invenciones de Relotius; entre ellas, lo que dice el cartel de entrada a la ciudad o una entrevista a un hombre del que afirma que nunca ha estado con una mujer ni ha visto el mar y que en su página de Facebook aparece en la playa con su chica. Así todo. ‘En 7.300 palabras solo acertó en el tamaño de la población y en la media de la temperatura anual, entre otros datos básicos (…). El resto es ficción desinhibida’, escribe Anderson, quien el pasado abril envió un mensaje a la cuenta de Twitter de Der Spiegel, en el que acusaba al autor de escribir ‘ficción’, que se perdió en el mar de interacciones digitales. El bochorno ha sido tal que Der Spiegel decidió enviar a su corresponsal en Washington para rehacer la historia y de paso pedir perdón”.

TRAS EL SPIEGELGATE

“Más allá de las paredes de la revista –agrega Ana Carbajosa–, el Spiegelgate ha desatado un intenso debate global en torno al futuro del periodismo en la era de las fake news, de la hipermedición de audiencias y de la compulsión por hacer las historias atractivas aun a riesgo de sacrificar la verdad. O, como lo ha llamado el analista de los medios Jeff Jarvis, ‘el peligro de la seducción del formato narrativo’. Alertan estos días algunos gurús del periodismo del riesgo de forzar las historias para hacerlas cada vez más atractivas, como si la realidad no bastara. Este es solo uno de los debates que planean sobre la redacción devastada de Der Spiegel, uno de los pilares del periodismo europeo.

“Mientras, Juan Moreno no acaba de creerse todo lo que le ha pasado. Dice que le ha impactado descubrir el poder que puede llegar a tener la persuasión incluso en periodistas veteranos, con el colmillo bien retorcido. ‘Les engañó a todos y me hubiese engañado a mí también si le hubiese conocido’. Moreno reconoce que pensaba que nadie sería capaz de hacer algo así, y eso era lo que le frenaba. ‘Creo que en el fondo pensaba que hay ciertas normas que todos cumplimos’.

“Der Spiegel afronta ahora una profunda remodelación, mientras espera el resultado de una investigación que no anticipa nada bueno. Relotius guarda silencio. Y Moreno, que recibe cientos de mensajes de felicitación y ofertas varias, ha vuelto a su vida de siempre, la de reportero freelance”, cierra su semblanza Ana Carbajosa.

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