Cuatro de “los diez libros que conmovieron al idiota latinoamericano”, según los describen quienes elaboraron este índice de textos prohibidos: Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa (en mi opinión, intelectuales al servicio del modelo neoliberal), fueron publicados por Siglo XXI, la editorial que dirige el poeta y filósofo Jaime Labastida.
En su reciente visita a Colima, donde recibió el reconocimiento al mérito literario “Juan José Arreola” que le otorgó la U. de C., la Secretaría de Cultura y la Fundación Cultural Puertabierta, le pedí al también director de la Academia Mexicana de la Lengua su opinión sobre la inclusión en el catálogo Siglo XXI de esos títulos satanizados.
Esos libros, al contrario de lo que opinan los autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano (Plaza & Janés, 1996), son considerados por muchos como el decálogo que todo intelectual latinoamericano de izquierda debería leer. Y de acuerdo a como van a apareciendo en lo que podríamos llamar el índice Vargas Llosa de libros prohibidos, son las siguientes:
Los conceptos elementales del materialismo histórico (Siglo XXI, 1969) de Marta Hernecker que, hasta 1994 cuando hicieron el corte los autores del Manual, llevaba 59 ediciones.
Para leer al pato Donald: comunicación de masas y colonialismo (Siglo XXI, 1969), de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, con 32 ediciones hasta 1993.
Dependencia y desarrollo en América Latina (Siglo XXI, 1969), de Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faleto, con 26 ediciones para 1994.
Y Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1971), de Eduardo Galeano, que todavía está en el catálogo de la editorial.
Aun cuando la lista que presenta el Manual es para descalificar esas obras, el hecho que Siglo XXI haya publicado cuatro de los diez títulos incluidos nos habla de la influencia que esta editorial especializada en Ciencias Sociales ha tenido en la conformación del pensamiento latinoamericano.
MATTELART ERA PROPAGANDA
Para muchos académicos, estas obras han sido una biblioteca básica, acoto. Y Jaime Labastida comenta:
“Eso es verdad. El fundador de Siglo XXI, Arnaldo Orfila, desde el nombre quiso ver que la editorial se adelantaba a su tiempo. La fundó en 1965, 35 años antes de que finalizara el siglo XX. Y publicó con ese sello muchos de los libros que Orfila no hubiera podido lanzar en el Fondo de Cultura Económica [paraestatal que se vio obligado a dejar por el escándalo que causó la publicación de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis].
“El de Marta Harnecker, por ejemplo, se convirtió en libro de texto en los CCH [los planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM] y se vendía por miles, por cientos de miles. Hoy no se vende un ejemplar.
“La caída del muro de Berlín cambió por completo el paradigma. En muchos sentidos para bien. En una conversación, Jorge Enrique Adoum me dijo que había visto en Lima, en los muros de la Universidad de San Marcos, un grafiti que él deploraba pues decía: ‘Cuando sabía todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas’.
“Adoum lo lamentaba pero a mí me pareció muy bien la frase, porque quién puede saber todas las respuestas. Lo mejor es que se hagan nuevas preguntas. La idea que todo estaba resuelto era una cuestión dogmática, ya cerrada. Y es lo que les pasa a todas las utopías.
“La utopía de Tommaso Campanella, La ciudad del sol, me parece realmente asombrosa porque dice que en la casa de las sabiduría están registradas todas las estrellas, todos los minerales, todas las aves, todos los animales… Pero en 1602, la época que escribió Campanella su utopía, creo que Galileo aún no había enfocado su telescopio hacia Saturno y la Vía Láctea. Es un absurdo pensar que todo está resuelto. Y un poco eso es lo que pasaba con el libro de Harnecker.
“En la actualidad uno de esos cuatro libros sigue siendo un título muy vendido, porque esta muy bien escrito, Las venas abiertas de América Latina.
“Y debo decir que en el caso de Para leer al pato Donald, Armand Mattelart publicó hace 10 o 15 años un libro con nosotros, y es una obra de primer nivel desde el punto de vista de investigación sobre el problema de la comunicación social. El otro, el que escribió con Dorfman, era un libro de propaganda”, resume Labastida.
LOS NUEVOS PARADIGMAS
Para el director de Siglo XXI Editores, “hay que transitar de esos libros fáciles de propaganda hacia libros serios de investigación, que sean sólidos. Y es lo que yo he pretendido hacer en la editorial.
“Yo creo que –a diferencia de lo que pensaba José Vasconcelos en el sentido que había que darle al pueblo los clásicos como fuera, así fuera retraducidos del inglés o del francés– a los lectores hay que darles lo mejor.
“Con ese propósito, hemos publicado en trece volúmenes la Real expedición botánica a Nueva España, con la que damos a conocer al que fue el más grande científico y al más grande filósofo de la época virreinal, totalmente desconocido, José Mariano Mociño, el hombre que hizo la crítica más profunda de la escolástica.
“Su obra botánica se puede equiparar a la de Humboldt. De hecho, el prusiano elogia el trabajo de la Real expedición botánica. Y nunca se había publicado. La editamos en grandes volúmenes, bien hechos, en papel cuché, como se deben hacer las cosas. Y ya luego la Universidad Nacional, con la que coeditamos el libro, hizo una edición popular, una síntesis de aquello. Pero lo primero que hubo que hacer fue el trabajo científico serio”.
Y volviendo a la cuestión inicial, señala Labastida: “Sí, esos libros que mencionas forman parte de nuestro catálogo”. Pero da a entender que con publicaciones más recientes Siglo XXI está ayudando a crear los nuevos paradigmas de las ciencias sociales.
“Hemos publicado recientemente a Paul Ricoeur, muchas cosas que no se conocían de él. Y acabamos de publicar un diccionario filosófico verdaderamente asombroso, hecho por Barbara Cassin, una helenista de primer orden.
“Bajo su dirección, más de 140 investigadores de todo el mundo hicieron entradas que son verdaderos ensayos. El Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles (Siglo XXI, 2018), no está hecho con base en los pensadores o corrientes sino con base en los términos, en palabras, porque ella sostiene una idea que me parece correcta: se piensa y se hace filosofía en palabras.
“Es un diccionario cuya adaptación al español nos llevó ocho años de trabajo. La edición francesa original es tamaño carta, un volumen de cerca de 900 páginas. Nuestra edición [que se presenta el sábado 1º de diciembre en la FIL de Guadalajara] es en dos tomos, porque lo que añadimos supera a la edición original. Hay muchas entradas nuevas, muchos recuadros nuevos para precisar términos.
“Es un trabajo que hicimos gracias a la colaboración de Conacyt y de otras instituciones que nos apoyaron, porque fue costosísimo y muy laborioso”, explica Jaime Labastida.