Para Sabina Berman, “vale la pena explicitar cómo era la censura en los grandes medios de comunicación en México hasta hace dos años, porque no se ha contado”.
“¿Qué pasaba? El Estado regaba con mucho dinero a los medios, en especial a las dos televisoras comerciales más importantes. Por Estado se entiende el gobierno federal y cada uno de los gobiernos estatales. Y el dinero era tan cuantioso que, para las televisoras, los anunciantes dejaron de ser el cliente. Y también dejaron de ser importantes las audiencias, los televidentes.
“Te lo decían claramente los ejecutivos en las televisoras: nosotros no vendemos información ni opinión, vendemos influencia. Dado que cooperaban con la vaquita cada uno de los gobernadores y el presidente sin duda, había una figura de censor (no se llamaba así pues estaba censurada la palabra censura) que revisaba los contenidos para que no se tocaran los intereses de los gobiernos-clientes.
“Había comunicadores que se plegaban totalmente a esta situación, incluso participaban económicamente y se llevaban una tajada. Pero había otros que no se plegaban y no querían saber ni siquiera quiénes eran esos clientes. Sin embargo, cuando infringían el acuerdo, cuando esos intereses se veían afectados, cuando el gobernador de Sinaloa o el de Querétaro que estaba pagando a la televisora resultaba tocado, entonces actuaba el censor. Típicamente no tenía nombre, nunca sabías exactamente quién era dicho censor.
“Recuerdo discusiones 10 minutos antes de salir al aire en donde me insistían en que no debía pronunciar tres sílabas: e-pe-ne; Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del estado de México.
“Y recuerdo también dos entrevistas con un arzobispo metropolitano. Como me prohibieron decir ‘curas pederastas’, yo le preguntaba al primado de México sobre ‘esos sacerdotes que tocan a los niños en sus partes nobles’. Y el prelado precisaba: ‘los pederastas’. E insistía yo: ‘los curas que tocan a los niños indebidamente’. Y el cardenal me corregía, ya desesperado: ‘¡pederastas!’
“Nos las ingeniábamos para saltar la censura, pero la censura existía. Por eso sorprende que los abajofirmantes del desplegado de los 650 intelectuales digan que ahora tenemos una libertad de expresión acotada.
“Quiero creer, porque así me lo explicaron algunos amigos suscribientes, que la mayoría firmó por un impulso general de preocupación al sentir genuinamente que esa libertad está asediada por la mentira, las medias verdades, el insulto y el maniqueísmo. Y quiero creer que, sinceramente, sienten que el presidente López Obrador no tranquiliza las aguas sino que las agita más.
“A mí ese impulso general me parecía bien, pero todo lo demás que decía el desplegado no. Porque los redactores, revisores y promotores del desplegado sí supieron de esa censura que existió hasta 2018, y ahora están tapándose un ojo al delatar un inexistente aumento de censura”, declara Sabina Berman.
HIPERPRESIDENCIALIZACIÓN…
En el marco de la XX FIL Zócalo Virtual 2020, la dramaturga y novelista Sabina Berman y Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR), repasaron el 9 de octubre de 2020 (https://www.youtube.com/watch?v=RbHSwrxQ_Rk), en una mesa de análisis moderada por la conductora Fernanda Tapia, la discusión sobre la supuesta pérdida de la libertad de expresión bajo la 4T.
“Lo que existe de parte de algunos sectores es una hiperpresidencialización –dice Villamil–, eso que tanto criticaban. Pero el exceso de presidencialismo y la injerencia del presidente o de los funcionarios del gabinete en decisiones mediáticas o de libertad de expresión, es algo que ahora no sucede… porque no sucede”.
Y aunque sucediera, dice el periodista especializado en temas de medios, no tendría ningún efecto porque no hay un insumo, no hay un instrumento de coacción real como pudiera ser el dinero por debajo de la mesa, las restriciones en el abasto de papel o la cancelación de la señal radiodifundida.
“Este es el gobierno que menos cadenas nacionales ha ordenado. Felipe Calderón ordenó 44 cadenas nacionales en un solo año de su sexenio, para anunciar la guerra contra el crimen organizado. Sin embargo, para los abajofirmantes eso no era abusar de la libertad de expresión del presidente.
“Lo que les molesta es que ya no tienen poder de picaporte para obtener contratos a través del presidente o de los funcionarios. Les molesta que el presidente de la república hable como habla, y todos los días en su conferencia matutina. Y les molesta lo que enuncia el presidente, porque es un presidente que siempre dice lo que piensa, que siempre está planteando adversarios, que critica a quienes lo critican y responde.
“Con esa actitud, el presidente no está amenazando la libertad de expresión. Lo que está amenazado es el derecho a la información, con esta insistencia del INE, el Tribunal Electoral, los abajofirmantes e incluso de algunos medios para regular, disminuir o bajar la mañanera.
“Esa intención me parece absolutamente un exceso, porque nadie está obligado a ver la mañanera. Y porque la conferencia matutina no cuesta ni siquiera la vigésima parte de lo que costaba un evento de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, donde los gastos favorecían a la familia de Angélica Rivera que organizaba todo”, señala Villamil.
E HIPERMERCANTILISMO
Para Jenaro Villamil, “está realmente mal enfocado el tema, pero debatirlo es parte de un proceso para eliminar ese viejo modelo de comunicación gubernamental que, apenas hace dos años, estaba funcionando. Ninguno de estos intelectuales y periodistas, empezando por Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze o Rafael Pérez Gay, se escandalizaron durante el gobierno de Peña Nieto porque, en seis años, se destinararon 60 mil millones de pesos a comprar los medios. Y no se escandalizaron porque ellos formaban parte también de ese negocio.
“En un debate en el programa de Carmen Aristegui, Héctor Aguilar Camín me hubiera clavado un lápiz de haberme tenido enfrente cuando le dije: ‘Héctor, no nos hagamos tontos, tú eres socio de Bruno Newman y de Alejandro Quintero
[en una empresa de mercadotecnia política]
. Y ustedes hicieron un proyecto de negocio, asúmanlo’. Pero esta manera de simular, de no asumir ni ser sinceros, les impide reconocer que venimos de este régimen de mercantilización.
“Otro ejemplo, en un país civilizado donde los medios realmente se autorregulan, alguien [como Carlos Loret de Mola] que hubiera conducido un telemontaje [organizado por Genaro García Luna en 2005] que llevó a la cárcel durante seis años a una mujer extranjera [Florence Cassez] y, hasta la fecha, a un mexicano [Israel Vallarta], nunca hubiera vuelto a pisar un set televisivo ni hubiera tenido acceso a un micrófono en la radio. Y, sin embargo, hay empresarios que les están pagando a estos comunicadores [dice Villamill, evidentemente en relación al contrato de Loret con LatinUs].
“Y una reportera [Danielle Dithurbide] que hubiera participado en la invención televisiva más sádica de los últimos años, como fue el caso de la niña Frida Sofía en cadena nacional del Canal 2 de Televisa, no habría continuado su carrera periodística. Sin embargo, no hubo consecuencias. Ella y los conductores en el estudio le mintieron descaradamente a la audiencia. Culparon a la Secretaría de Marina de inventar la existencia de una alumna atrapada bajo los escombros del Colegio Rébsamen tras el sismo de 2017, y tuvo que salir a disculparse el secretario en persona.
“Lo que se derrumbó fue el status quo, esa zona de confort en donde muchos hicieron dinero y ahora ya no están teniendo las ganancias que antes tuvieron”, sentencia Jenaro Villamil.
UN PACTO DE SILENCIO
“Hay un remanente de esa omertá [pacto de silencio] que cubría toda una manera de ser corrupto en los medios”, dice Sabina Berman, quien por hablar siempre abiertamente de la censura en televisión comercial tuvo muchos problemas con las televisoras.
“Tanto tiempo fue nuestra realidad en la expresión, que nos parecía normal. A cierta distancia ahora podemos decirlo, pero hace apenas dos años era el status quo e incluía listas de gente vetada de las pantallas televisivas. Largas listas, de 120 o 150 personas que a veces alcanzaban 300 nombres. Eran listas secretas, pero ejecutables”.
Para empezar, explica quien hace años condujo programas de entrevistas como Shalalá, con Katia D Artigues en TV Azteca, y ahora John y Sabina en en el canal público Once TV, “no se podía entrevistar a aquellas personas que afectaban los intereses económicos de las empresas de comunicación”.
“Típicamente, en nuestro país las empresas de comunicación son parte de consorcios. Tienen otros intereses fuera de la televisión y negociaban con esa influencia en televisión y radio, incluso en los periódicos, otros negocios con el poder.
“Después estaban los políticos no queridos porque se rehusaban a palmarse con el dinero. Y luego estaban los representantes de las empresas competidoras.
“¿En qué país se ha visto que un intelectual de peso que tiene mucho qué decir, no pueda pasar de una televisora a otra? ¡En el nuestro! Si tú salías en una pantalla, perdías la virginidad y tu imagen ya tenía dueño. Esa empresa donde habías debutado te quería en exclusiva, aunque no te pagara. Y la empresa competidora te tachaba de sus listas de posibles invitados.
“Había incontables mecanismos para acotar la expresión, como esta omertá que sigue habiendo. Sin embargo, en la discusión sobre las amenazas a la libertad de expresión que le atribuyen a López Obrador no están participando todos los que deberían y que podrían participar porque conocieron muy bien esas realidades. Tendrían que platicarnos cómo fue el pasado reciente, para ayudarnos a construir una mirada actual.
“En paralelo, hay que discutir la calidad de la expresión. No es suficiente que te quiten el bozal para que te expreses como Cervantes o hagas periodismo como Kapucinski. La inexperiencia de no tener amo, no tener una ideología fija y dura o no tener un líder político, le está costando mucho a incontables comunicadores. De ahí que recurran a una expresión muy torpe, que deriva frecuentemente en la mentira, la media verdad, el insulto (nunca habíamos visto tanto insulto en nuestra expresión pública) y el maniqueísmo.
“Ser maniqueo es taparte un ojo para no ver los yerros de los que piensan como tú, y ponerte una lupa en el otro ojo para magnificar los yerros de los que piensan distinto a tí. Tenemos una libertad de expresión bastante monótona: agarro el periódico y casi en la primera línea sé de qué facción es quien escribe; leo la última línea y, a menudo, puedo adivinar qué hay en medio.
“No todos los comunicadores actúan así, pero abunda el maniqueísmo. Y esta expresión cargada de insultos, mentiras y medias verdades, está alarmando a muchos ciudadanos. Mas, ¿cómo hacemos para limpiar la expresión? La solución ya no será la censura en México. Hay que hablar de qué es la verdad”, sentencia Sabina Berman.
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