Al desglosar el área de Periodismo Político, el académico español José Luis Torró Micó observa que los estadistas de su país, y en general los de la Unión Europea, reciben constantes críticas y denostaciones por no haber hecho frente a las graves dificultades por las que pasan buena parte de los ciudadanos. Como ocurre también con los políticos de México, se les culpa poco menos que de la crisis financiera, económica, laboral y social que padecen los españoles.
En el capítulo dedicado al tema dentro del libro Áreas del periodismo (Bernardino Cebrián Enrique y Luis María Mirón, coordinadores. Colección Periodística 54. Comunicación Social, Ediciones y Publicaciones, Salamanca, España, 2013), Torró Micó reconoce que los gobernantes, políticos y representantes populares no tienen, en estos tiempos, “eso que hemos convenido en llamar buena prensa”.
Los propios medios de comunicación social y, en mayor medida, los mensajes y comentarios que proliferan en blogs y se transmitan en las redes sociales, hacen eco diario de ese desapego hacia los dirigentes políticos, observa Torró Micó, periodista y profesor en la Universidad CEU Cardenal Herrera, con sede en Valencia, institución privada fundada por la Asociación Católica de Propagandistas.
Los movimientos ciudadanos encuentran en esa mala prensa el caldo de cultivo donde poder crecer y desarrollarse. En España –como en México– hay una decadencia de la clase política. Y, en ese sentido, los estudios demoscópicos, conocidos allá como barómetros que mensualmente efectúan las casas encuestadoras, constituyen una fuente de interés y de obligada consulta para el periodista que quiere analizar la consideración que la opinión pública tiene de los políticos.
Esos sondeos revelan una y otra vez que los problemas principales del país son el desempleo y la situación económica, temas que mantienen elevados porcentajes como fuente de preocupación. Pero la gran dificultad que enfrenta la clase política es la constante desafección por parte de los ciudadanos, dice Torró Micó, quien ha sido director de informativos de TVE en la Comunidad Valenciana y de los diarios Mediterráneo y Canarias 7; también dirigió y presentó programas informativos de Canal 9 y Radio 9 en Valencia.
RECABAR Y COMPROBAR
Los estudiantes de Periodismo, Comunicación y otras carreras afines, “por más que las circunstancias no invitan al interés por el periodismo político”, harán bien en no dejarse llevar por ese desapego hacia las actividades que tiene que ver con “la representación, participación y gestión política”.
Un somero estudio hemerográfico y el monitoreo de los medios de comunicación electrónica, permitirá a los futuros periodistas comprobar que, “por muchas que sean las críticas dirigidas en esos momentos a los representantes políticos, las superficies tipográficas de los medios impresos en papel y los tiempos audiovisuales dedicados a informar de actividades políticas, continúan figurando entre los más abundantes. Por algo será”.
Aunque inició su carrera de periodista sin saber que era un fax (artilugio hoy obsoleto del todo) y ya no se diga el teléfono celular, ni las múltiples posibilidades que brinda una computadora o cualquier dispositivo conectado a internet, José Luis Torró es consciente de las posibilidades de mejora en el trabajo periodístico que ahora ofrece el entorno digital.
Sin embargo, “el periodismo no debe olvidar su razón de ser, que no es otra cosa que contar aquello que pasa sabiendo distinguir el grano de la paja. Sobre todo, en estos tiempos en que las nuevas tecnologías han puesto patas arriba el mapa de la información y los medios de comunicación”. Por muchos que sean hoy los periódicos digitales, los blogs y las redes sociales, “cuya inmediatez es tanta como la ausencia de rigor, la veracidad debe continuar siendo el perro lazarillo que nos acompañe siempre en nuestro quehacer”.
“El Periodismo Político, como cualquier otra materia o asunto que tiene cabida en un medio de comunicación, puede hacerse de modo interesante, independiente y atractivo o, por el contrario, se puede fiar todo al socorrido sistema de copiar y pegar, que por eso abundan los gabinetes de prensa [llamados en México oficinas de Comunicación Social], cada vez más oficializados y escurridizos a la hora de facilitar la información que de verdad interesa”. Como periodistas, independientemente del área que trabajemos, “decidimos qué queremos hacer y cómo”, sostiene el autor.
UNA BUENA AGENDA
Los alumnos de Periodismo que quieran “hacer una apuesta profesional y rigurosa a la hora de informar sobre la actividad política”, deberán “proveerse de aquellos instrumentos” que les permitan “desarrollar su labor con solvencia”.
Por ejemplo, es imprescindible “disponer de una buena agenda”. Es conveniente “conseguirla y agrandarla día a día. No hay dirección postal, electrónica ni teléfono que no interese retener. Las facilidades de los instrumentos con que nos manejamos, desde la computadora a la tableta pasando por el teléfono inteligente, “nos permiten alojar en los mismos una amplia información sobre todos los personajes públicos y no sólo los políticos y representantes” populares.
“Una buena agenda será aquella que contenga, como poco, un dato más de los que ofrece Google. Una buena agenda será la que nos permitirá acceder tanto al político con el que queremos contrastar una información, como a la persona de su entorno o a su antagonista. Lo mismo que al empresario o al sindicalista, al profesor universitario o incluso al gabinete de prensa que en no pocas ocasiones tratará de poner más trabas a la labor de comunicar que ofrecer facilidades informativas”.
LIBRO DE CABECERA
Torró Micó apunta la Constitución en la bibliografía de su materia. Se duele del desinterés que no pocos alumnos sienten por consultar un libro que no sea de obligada consulta para aprobar una asignatura, pero subraya que las obras de referencia para el periodismo político son la carta magna del país y la constitución local.
Esas cartas fundacionales del Estado nacional y, en nuestro caso, de la entidad federativa, son textos de obligada consulta y lectura. Parafraseando al académico valenciano, las constituciones son el esqueleto que sostiene toda la normatividad legislativa de México como nación y de Colima como estado libre y soberano; los derechos y las libertades de los ciudadanos; la forma de gobierno.
La Constitución habla del método para integrar el Congreso de la Unión (con su Cámara de Diputados y el Senado) y, en su caso, la Legislatura estatal. Es el marco para la elaboración de leyes y la firma de tratados internacionales. Y describe la estructura del Poder Judicial: la Suprema Corte de Justicia y los tribunales de jurisdicción regional y especializados.
Las constituciones locales nos permiten conocer esta misma división de poderes, a la escala de los estados de la Federación. Tanto como a los ayuntamientos como orden de gobierno municipal.
Hay que hacer una lectura actualizada de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (y de la Constitución del Estado de Colima), porque ha sufrido tantas modificaciones que lo aprendido en clase de civismo ya no es útil.
Conocer la legislación es fundamental para todo aquel alumno que sienta curiosidad e interés por la información política. “A partir de ella podrá seguir cuántas bifurcaciones quiera recorrer, sabiendo que transitar por cada una de ellas no hará sino incrementar sus conocimientos.
La consulta bibliográfica se amplía con el acceso a las webs de las instituciones públicas y organismos descentralizados. Las nuevas tecnologías nos permiten con facilidad aproximarnos a la realidad de lo que cada uno de estos entes públicos “significa y supone en, por y para el periodismo político”.
CONOCER AL GOBIERNO
Finalmente, y como el grueso de su capítulo, Torró da cuenta de las principales instituciones políticas de España y de la Comunidad Valenciana, lista que tendríamos que adaptar a México.
El desglose burocrático arrancaría con el Poder Ejecutivo y sus diferentes secretarías de Estado, extendiendo la revisión a las carteras del gabinete ampliado. Y abarcaría a los poderes Legislativo y Judicial, cada vez más importantes como contrapesos de un Ejecutivo que ha sido hegemónico hasta ahora, en razón del presidencialismo como principio de autoridad.
No podría ignorar ese recuento a los organismos autónomos creados para garantizar la vigencia del Estado (algunos dicen que neoliberal) sobre los intereses del Gobierno en turno: desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos al Instituto Nacional Electoral, pasando por el Banco de México o los órganos responsables de la Transparencia (INAI), la Estadística (Inegi), las Telecomunicaciones (Ifetel) o la Competencia Económica (Cofece) entre otros.
La estructura de gobierno se ha vuelto más compleja, como evidencia el protagonismo que han adquirido recientemente la Auditoría Superior de la Federación, órgano técnico de la Cámara de Diputados, o el Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Estas instituciones absorbieron las funciones de fiscalización y sanción a los funcionarios públicos, que antes correspondían a los representantes populares.
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