Este jueves 4 de octubre la Fundación “Gabriel García Márquez” para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) entregó en Medellín, Colombia, su galardón a los mejores trabajos periodísticos del año en español y portugués.
Para el premio que se otorga desde 2013, se presentaron este año mil 714 historias en cuatro categorías: texto, imagen, cobertura e innovación.
Con ellos, el mejor oficio del mundo -como solía decir el Nobel de Literatura- “se alimenta cada día de la vida y, al tiempo, necesita espacios de reflexión, de reinvención, de aliento”, apunta Francesco Manetto en su nota para El País, “Premio al mejor oficio del mundo”.
En octubre de 1996, García Márquez concluyó una conferencia pronunciada en Los Ángeles diciendo: “Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.
Tras citarlo, Manetto señala que los Premios de la Fundación que este 2018 distinguió también a Ignacio Escolar, director de eldiario.es, con un reconocimiento a la excelencia, son precisamente eso: un punto de encuentro, un carril más lento para pensar.
Superación y resiliencia
Según explicó Jaime Abello Banfi, director general de la FNPI: “Después de un proceso de cribado, de selección muy cuidadosa, los 12 finalistas representan en mi opinión la esperanza y la tranquilidad de que contamos con un periodismo vital, que está explorando no solo en temas sino también en formas de narrar y relacionarse con la audiencia”.
Entre esos trabajos figura “28 Días, 28 historias para acabar con los tabúes sobre la regla”, el especial multimedia de Verne (suplemento de El País) para combatir los tópicos sobre menstruación, que compite por el premio al proyecto más innovador con “Los desterrados del Chaco”, publicado en El Surtidor (Paraguay), y “Balas perdidas”, realizado por la delegación brasileña de AFP.
Según Manetto, el repaso a los temas seleccionados coincide con algunas de las urgencias más descarnadas de la actualidad: de los presos políticos del régimen de Nicolás Maduro (La vida de nos) y el éxodo venezolano (El Tiempo y Efecto Cocuyo) al drama de los refugiados que huyen de la violencia del Triángulo Norte (Univisión y El Faro).
“Contamos con periodistas que se la juegan, con la conciencia de que el periodismo tiene que reinventarse”, prosiguió Abello, quien considera que la profesión “se crece ante la adversidad en contextos como el de Venezuela”.
Medellín, escenario del festival Gabo, fue golpeada en el pasado por el narcotráfico y el cártel de Pablo Escobar. Hoy se ha convertido en los últimos años en un símbolo de superación y resiliencia. Pasear por el Jardín Botánico de la ciudad, donde hasta el sábado se debate sobre censura, feminismo o investigación, “es en sí un ejercicio de reivindicación de la libertad del oficio frente a la crisis del sector y los vendavales políticos”, subraya el corresponsal.
“El aspecto y el componente idealista está vivo”, incidió el director de la FNPI. “Al final la gente encuentra maneras novedosas de financiarse. Ya no se financia solamente con la publicidad, la venta y las suscripciones. Hay periodistas que se están jugando la vida para establecer proyectos y luego van buscando que esos proyectos se vuelven sostenibles económicamente”.
Por eso, concluye Manetto, los Premios “García Márquez” son por encima de todo un premio al mejor oficio del mundo.
ADN de la comunicación
El miércoles, dentro del Festival “Gabriel García Márquez”, el periodista español Álex Grijelmo, la escritora nicaragüense Gioconda Belli, la autora argentina Leila Guerriero y el peruano Renato Cisneros, debatieron sobre sus experiencias lingüísticas con el editor colombiano Mario Jursich.
“El periodismo tiene la obligación de reflexionar sobre el ADN de la comunicación, esto es, las palabras”, cita el mismo Manetto en otra nota de su cobertura del Festival: “La gran aventura de comunicar en español”.
El panel desentrañó una pregunta crucial para el oficio de informar y escribir en español: ¿en qué medida la lengua divide y cómo une a una comunidad de hablantes? El reto no es menor cuando se trata de dirigirse a unos 550 millones de personas en las dos orillas del Atlántico.
Existen variaciones, sin duda, de alcance regional, nacional o incluso local. Pero es un fenómeno bastante reducido, señala Grijelmo, director de la Escuela de Periodismo UAM-El País:
“Nos encanta hablar de las diferencias léxicas entendiéndonos perfectamente con el resto de las palabras que no son las que se someten a debate”. Es decir, la comunicación no se ve comprometida en la sustancia. ¿Por qué, por ejemplo, alguien que viaja por primera vez a Bogotá puede entender la palabra trancón, uno de los rutinarios atascos da la ciudad? “Porque sé mirar dentro de esa palabra, porque sé relacionarla con trancazo, atrancar, tranquera…”
En coincidencia con la conclusión del filólogo mexicano Antonio Alatorre, resumió Grijelmo: el español, en definitiva, “es la suma de todas las maneras de hablarlo”.
Lo entendemos todo
Esa suma genera a veces incomprensiones, pequeños malentendidos, que en la mayoría de los casos pueden solventarse a partir del contexto. Los intentos, frecuentes en los ámbitos comerciales, de homogeneizar la lengua chocan con su uso cotidiano y con la voluntad creativa, mantuvo por su parte Leila Guerriero.
“Escribo en muchos periódicos y no siento que tenga un español CNN, neutro. Al contrario”. Y lamentó las traducciones del pronombre vos por el tú.
Las especificidades del español hablado en España y en América Latina, en realidades a menudo distintas, extienden esas diferencias también al terreno de la semántica. Las palabras democracias, izquierda o montonero se convierten en significantes vacíos que, particularmente la clase política, suele llenar según le convenga. Mientras tanto, cada país seguirá teniendo sus palabras, o las palabras de todos con otros significados o matices.
Con todo, recuerda Grijelmo, también miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, que “la fragmentación está muy lejos de producirse”. “Todos hemos leído las obras de García Márquez, de Vargas Llosa, y entendemos todo. Hemos leído a Mafalda y entendemos todo”.
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