Es cierto, algunos de los factores del aparente incremento en los casos de violencia de género y homicidios de mujeres, incluidos los tipificados como feminicidios, son:
- la descomposición social agravada por el neoliberalismo;
- la cultura patriarcal y la reacción machista contra los procesos de liberación de las mujeres en todos los ámbitos;
- el conservadurismo innato del poder judicial y la carencia de perspectiva de género en los elementos policiacos y funcionarios ministeriales.
Pero esta situación no empezó a presentarse a partir de 2018 ni alcanzó necesariamente su pico histórico el año pasado, aunque es claro que ahora sí se lleva un registro de los casos.
Por lo demás, es verdad que hay un hartazgo de la población, especialmente de la femenina. Como también es evidente que la ira ha sido caldeada por una campaña mediática y en redes sociales basada en una estrategia de posverdad, con la que se apela a las emociones y no a la razón.
Es urgente establecer protocolos de prevención, manuales para la atención de casos de violencia de género y para juzgarlos, así como mecanismos para la reparación del daño a las víctimas. Pero por encima de eso se quiso introducir un sesgo al movimiento, nada menos que para demandar la renuncia de López Obrador.
Se habla de las primeras fases de un golpe blando (difundir fake news y ‘calentar’ las calles) para derribar al gobierno de la 4T, pero el propósito es electoral: incidir en los comicios intermedios de 2021 y en la sucesión presidencial de 2024.
LAS MUERTAS DE JUÁREZ
Es difícil distinguir, en una marcha masiva como la de este domingo en la Ciudad de México, a las mujeres que legítimamente reclamaban “ni una menos” (esto es, ni una muerta más) de las que fueron ahí a reventar la protesta con un perverso doble objetivo:
Por un lado, desvirtuar la causa con actos de vandalismo que les acarreen descrédito a las manifestantes pacíficas y, por otro, provocar una represión policial contra las activistas más violentas que habría derivado en un escándalo internacional.
El enojo es real, azuzado pero real, aunque me hubiera gustado que el hartazgo femenino llegara antes. Por ejemplo, durante los oscuros años en que la frontera entre Chihuahua y Texas se convirtió en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser mujer.
Las muertas de Juárez motivaron libros, documentales, series de televisión y al menos tres ficciones cinematográficas (dos de ellas producciones estadounidenses) sin que jamás se conociera el origen de los feminicidios.
En su libro No logo: el poder de las marcas (Paidós, 2002), la altermundista canadiense Naomi Klein dio algunas explicaciones a esa problemática, entre ellas la posibilidad de actos de terrorismo para desmotivar la organización sindical de las trabajadoras en las maquiladoras.
Sin embargo, la imaginación colectiva concibió otras explicaciones posibles: la existencia de sacrificios satánicos, crímenes de odio por racismo y misoginia, un turismo sexual de corte sádico o el mero fruto de la impunidad que gozan los grupos delincuenciales.
Me habría gustado ver el enojo feminista aflorar durante la gubernatura de Enrique Peña Nieto, cuando se dio en la zona industrial del estado de México un fenómeno similar al de Ciudad Juárez.
Fue en ese sexenio cuando se cometió en el Edomex uno de los infanticidios más atroces que se recuerden: el de la pequeña Paulette Gebara, cuyas circunstancias fueron embarulladas por el procurador Bazbaz, al grado de resultar en una versión tan inverosímil como que la muerte fue por causa natural o que el cuerpo de la niña estuvo una semana en un hueco entre la cama y la pared, sin que lo vieran los peritos.
ALERTA DE GÉNERO
En Colima hemos aportado a la historia nacional de la infamia varios feminicidios que deberían haber suscitado una indignación tan enorme como los de Abril Pérez, Ingrid Escamilla o la pequeña Fátima Aldrighetti.
Recordamos el caso de una niña levantada en Tecomán que luego apareció muerta con huellas de tortura, cuya muerte se explicó oficialmente como una equivocación: iban por una vecinita de la misma edad, dijo el gobernador Anguiano, porque su padre debía dinero a ‘la maña’.
O la estudiante raptada al salir del bachillerato, violada y asesinada, cuya muerte indignó menos que la publicación de las fotografías en las que se ve cómo se rescataba el cuerpo de un canal.
Y qué decir de la pequeña que entró de visita al Cereso de Colima y murió cuando uno de los internos, que no debería estar en el área de población general sino encerrado en un pabellón siquiátrico, la tomó de los pies y la azotó de cabeza contra el suelo.
Sin duda, en Colima no habíamos llegado antes a los actuales niveles de hartazgo porque, de otro modo, se habría organizado un paro de mujeres en cada ocasión que el Gobierno del Estado se rehusó a declarar la alerta de género.
PARITARIO, NO SOLIDARIO
En dos columnas anteriores resumimos las ponencias de las participantes en el foro ‘La agenda feminista en la 4T y América Latina’: la ex diputada nacional del MAS (el partido de Evo Morales en Bolivia), Valeria Silva, la senadora Citlalli Hernández, la diputada federal Rosa María Bayardo y la legisladora local Ana Karen Hernández Aceves.
La última en intervenir en el evento celebrado el viernes 6 de marzo de 2020 en el Museo Xoloitzcuintle, fue la representante del 11 distrito que, en el foro, se presentó no como diputada del PT sino como parte de la bancada de Morena.
Ana Karen comenzó por celebrar que la Constitución local ya reconozca la aportación paritaria de hombres y mujeres. Recordó que a la carta magna local “se metió lenguaje el incluyente, porque se necesita visibilizar” a las mujeres. “Y logramos que la ley prevenga la paridad total en todos los entes de gobierno”. Gracias a ello se nombró a mujeres cuando la Secretaría de Turismo y la de Salud quedaron vacantes.
No obstante que este Congreso fue nombrado de la paridad de género, enfrenta tropiezos. “Hay compañeros de izquierda que no apoyan las iniciativas” más radicales. Por eso, invitó a la ciudadanía a que exijan a la Legislatura que “transite en los temas de género”.
Si esos diputados ponen trabas, ¿cómo es que dicen sumarse al movimiento feminista?, inquirió Ana Karen. “Están en el discurso pero no en el trabajo legislativo. Y esa es nuestra chamba, legislar”.
En la Diputación local de Colima “tenemos 14 mujeres y 11 hombres, pero hay que trabajar en la perspectiva de género. Tenemos una bancada de género, pero faltan consensos porque no hay coincidencias en ciertos temas como la visibilización de la violencia de género”.
DERECHO A DECIDIR
Ana Karen adelantó que se avanza en el establecimiento de un día estatal de la paridad de género. En esa fecha, habrá parlamento abierto para que las mujeres puedan manifestar en tribuna los temas propios.
E invitó a que no sólo la derecha tome el Congreso para impedir que se dictamine la iniciativa por el derecho a decidir: hay que tomarlo para exigir que avance la agenda de género.
“Debemos crear conciencia más allá del protagonismo, para alcanzar la paridad”. Y adelantó que “estamos por aprobar una reforma contra la violencia política y la violencia digital”. Esta semana habrá una mesa de trabajo sobre la cuestión, pero se observan ciertas resistencias para dictaminarlas, “dentro y fuera del Congreso”.
Ejemplificó la necesidad de tipificar la violencia digital con su propio caso, pues ha sido víctima del ataque cibernético de un conocido ex diputado de Nueva Alianza: “Me dice cosas que no le diría a un congresista varón. Y no tiene derecho de ofender a las mujeres que queremos el cambio”.
Por último, Ana Karen dejó en claro que “las mujeres llegamos al Congreso para sentar precedentes, y para quedarnos en la política”: todas las legisladoras aspiran a buscar la reelección o un nuevo cargo de elección popular.
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