Para plantear el escenario en el que se está desarrollando actualmente el negocio de los medios masivos en México, Sabina Berman propone a su invitado Álvaro Cueva una hipótesis: las empresas privadas de comunicación no están compitiendo entre sí, tienen un acuerdo tácito.
“Nuestros grupos mediáticos tienen agendas muy concretas que, por supuesto, negocian entre ellos para que al final, como una gran clase social, sigan dominando, creciendo y haciendo lo que están haciendo”, responde el crítico de televisión.
En la conversación de Largo Aliento que la dramaturga y novelista tuvo con Cueva en la emisión del 12 de noviembre de 2021 del programa que conduce en canal Once (https://www.youtube.com/watch?v=OL0Cx62iR_k), Berman comenta que en dicho pacto de no agresión entran también ciertas instituciones, como la Iglesia Católica: hay cosas sobre el clero que no se pueden decir en los medios.
“Cuando hablamos de libertad de expresión y de censura, estamos hablando de conceptos que no entendemos”, sostiene Cueva.
“Libertad de expresión no es faltarle al respeto al policía que está en la esquina, no es insultar al presidente, no es gritar ‘eh, ¡puto!’ en un estadio. No, libertad de expresión es una cuestión mucho muy profunda que tiene que ver con comunicación plena, con la posibilidad de informar por encima de las agendas del poder.
“Y cuando hablamos del poder, no sólo hablamos del político sino también de los poderes fácticos, como los narcotraficantes o las iglesias, ambos en plural porque sus estructuras están fragmentadas. Cuando hablamos de censura nos referimos a esa prohibición que va desde un regaño hasta que te cambien el texto, pasando por una pistola en la cabeza y cosas peores.”
CENSURA, PALABRA CENSURADA:
“Hablando de la Iglesia Católica, obviamente los medios de comunicación tienen que trabajar con ella les guste o no, sean católicos sus propietarios o no –señala Cueva–, porque con ella tienen la posibilidad de extender su influencia y su poder, de crecer económica y culturalmente.
“Van de la mano, no es casualidad que nuestras televisoras hoy estén más cerradas que en los años setenta cuando, por ejemplo, en la telenovela Lucía Sombra (1971) veías sentados en una mesa discutiendo a un pastor protestante, un rabino judío y un sacerdote católico.
“Con el neoliberalismo todo esto cambió. Y aunque el país sea religiosamente más diverso, las televisoras se van con quien deja dinero. Con lo que entra a diario a la Basílica de Guadalupe, esa fuente de riqueza es la Iglesia Católica”, resume Cueva.
Berman recuerda que cuando Carmen Aristegui y Javier Solórzano hablaron de la pederastia que hay en la Iglesia Católica, quedaron fuera de Televisa y de las otras televisoras privadas durante mucho tiempo (En un caso similar, cuando Denise Maerker y Ciro Gómez Leyva denunciaron los abusos sexuales a menores por parte de los Legionarios de Cristo, CNI Canal 40 sufrió un boicot de sus grandes anunciantes privados).
“Cuando eso ocurrió –agrega Cueva–, yo trabajaba en cierta televisora y, de repente, me abordó la chica de la censura. En todas esas empresas hay una persona que ejerce las funciones de supervisión o control de calidad. En cada lugar el puesto tiene un nombre diferente, porque está censurada la palabra censura. Pues bien, yo iba a salir al aire cuando aparece esta mujer y me dice: ‘Prohibido hablar de Carmen Aristegui’. Sin embargo, cuando termina el conteo, yo me lanzo: ‘¿Qué creen?, Carmen Aristegui…’
“¡Hubieras visto las jetas de todos! Era en vivo, qué pena. Lo siento, pero lo hacemos o no lo hacemos, no estamos jugando. Perdí el programa, he perdido muchas cosas por mi gran hocico, pero es mi trabajo. Hay algo que se llama vocación y no es negociable.
“Por eso es importante que la gente entienda cómo se comportan los medios y, en general, todas las industrias, para que cuando consuman sus productos sepan lo que eso implica. No es casualidad, cuando en el noticiario estelar la nota principal es un gatito jugando con una bola de estambre o un bebé riendo, es porque rellenaron el tiempo. Para mí es fácil detectarlo porque yo me dedico a monitorear los noticieros, pero el público tiene que aprender que esas no son noticias. Que no los engañen: noticias son lo que pasa en mi país, mi ciudad o mi colonia.”
UN PODER TORCIDO:
Hay algo todavía más siniestro, apunta Berman: cuando el poder empresarial tuerce al poder político, cuando para patear a un secretario de Hacienda que le quiso cobrar impuestos al dueño, la televisora transmite tres documentales sobre la vida privada del funcionario.
“La pregunta –señala Cueva– es: ¿quién manda aquí? Evidentemente, no es la gobernadora cuyo retrato aparece de fondo en la escena de amor de una telenovela ni el alcalde entrevistado en una revista matutina.”
Berman precisa que cuando presidentes como Fox, Calderón o Peña llamaban a una televisora para hablar con el dueño, los dejaban esperando en la línea.
Ciertamente, “en el 2000 todo cambió –sostiene el invitado– e indicadores tenemos muchos: cuando vimos al presidente de México haciendo comedia con Eugenio Derbez, entendimos que quien mandaba no era Vicente Fox sino Derbez, es decir, la televisora”.
“Eso antes hubiera sido inimaginable. Cuando el Loco Valdés se atrevió a burlarse en pleno centenario luctuoso (1972) de ‘Bomberito Juárez’, en ese momento salió del aire porque tenían que enviar un mensaje: aquí manda el gobierno. Ya no, ahora manda la iniciativa privada. Y el momento que vivimos es de un estira y afloja monumental, porque unos no quieren ceder y el otro tampoco.
“Hay un conflicto entre los grades medios y el gobierno de la 4T porque, evidentemente, ya no está circulando como antes el dinero de la publicidad oficial hacia las empresas de comunicación. Y no circula ni por arriba ni por abajo, ni por delante ni por detrás, ni por la buena ni por la mala. Ya no hay maletas de dinero.
“Es una magnífica decisión del presidente López Obrador, una maravillosa solución a la necesidad de transparentar el gasto en comunicación social. El problema es que tiene un costo. Quien estaba muy contento recibiendo millones como comunicador, analista político o escritor de libros, como se puso de moda en los últimos 20 años, seguramente va a participar en cualquier cantidad de conspiraciones con tal de que el presidente se moche o se atenga a las consecuencias.”
EL PRECIO DE LA LIBERTAD:
¿Y no se está mochando?, pregunta Berman. Porque las televisoras siguen recibiendo cientos de millones de pesos. También el periódico La Jornada, aunque sólo sea para variar porque antes eran otros medios impresos los que se llevaban el grueso de la publicidad oficial. Si ya está declarado el conflicto, ¿por qué el gobierno sigue anunciándose en las televisoras?
El dinero que está circulando ahora no es ni la propina de lo que se entregaba antes, parodia Cueva. No eliminan todo porque, finalmente, las autoridades necesitan hacer una inversión publicitaria. Ya no se paga por noticias o análisis político, pero tienen campañas de promoción turística o educación para la salud, y un presupuesto aunque minúsculo para eso. Pero anunciar destinos turísticos o experiencias de viaje, no es lo mismo que auspiciar la producción de una telenovela, costeando hospedaje y alimentación, transportación, locaciones, vestuario y seguridad, como se hacía en los sexenios pasados.
Para nadie es un secreto que Televisa lanzó a Enrique Peña Nieto al estrellato político –recuerda Sabina Berman–, con un esquema completo que incluía matrimonio con Angélica Rivera y el manejo de imagen. ¿Cómo le pagó Peña Nieto a Televisa cuando llegó a la Presidencia?
“No alcanzamos a medir en pesos lo que les pagó –responde Cueva–, porque no fueron sólo millones de pesos en efectivo sino que estamos hablando de permisos y posibilidades de hacer negocio, cuestiones que el común de la ciudadanía no maneja y que la prensa, tan preocupada por los likes y otras estupideces, no indaga. No hemos visto últimamente grandes ejercicios de investigación periodística.”
¡Porque se acabó el dinero!, objeta Berman.
“No, porque ahora los medios, como no están recibiendo dinero de donde antes recibían, valoran mucho más las interacciones por Twitter y están muy distraídos, con los poquitos empleados que les quedaron, haciendo todo menos esas investigaciones gloriosas como las de la Casa Blanca o la Estafa Maestra.”
Y tenemos la sensación que se acabó la corrupción porque ya no hay esas investigaciones, insiste Berman.
“No, tenemos una sensación de vacío. Nos hemos quedado encuerados. No sabemos dónde estamos, es penoso.”
Y con una desconfianza, terrible, remata Berman. Hablando de desconfianza, ¿quién le paga a Álvaro Cueva?, cuestiona a su invitado. Se debe estar preguntando el televidente medio, si es pejista:
“Soy crítico, hago crítica y pueden revisar mis columnas y todos los materiales: en unos hablo muy bien del gobierno en turno, en otros no. Hago mi trabajo, como lo he hecho desde hace más de 34 años en medios públicos y medios privados.
“Fui uno de los primeros periodistas en mi especialidad en vincular la política y el deporte con el entretenimiento. Y uno de los primeros en hablar de medios de comunicación como un poder. Por eso no estoy de moda, por eso tengo que trabajar en muchos lugares distintos en lugar de emplearme en un solo medio con un sueldo que podría resolver mis problemas económicos. ¡Ese es el precio de la libertad!”, sostiene Cueva.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com