En su Plan Nacional de Desarrollo –recuerda Violeta Núñez el debate que hubo entre las dos propuestas de PND– el presidente Andrés Manuel López Obrador intentó definir la Cuarta Transformación como la separación del poder político del poder económico.
Para responder a la pregunta de si el gobierno de la 4T es neoliberal o no, tenemos que precisar si estamos en el camino de lograr esta separación, considerando que los grupos de interés neoliberales han estado ligados estrechamente a los grupos políticos que gobernaron el país durante los últimos 30 años, expresa la coordinadora de La economía de la 4ª. Transformación (Juan Pablos Editor, 2021).
Núñez Rodríguez conversó con dos de los 19 coautores del libro que, en su caso particular, estudiaron la dimensión neoliberal del modelo económico que sigue el actual gobierno: José Gandarilla, académico de la UNAM, y Arturo Huerta, profesor del posgrado en la Facultad de Economía de esa misma casa de estudios.
En la emisión del 9 de diciembre de 2021 de Perspectivas, el programa de Rompeviento TV que conduce Ernesto Ledesma (https://www.youtube.com/watch?v=1WLFWOCbPrI&t=46s), dentro de la serie dedicada a analizar la influencia neoliberal, marxista o keynesiana en la economía cuatroteísta, Huerta señala que al poder político lo sustenta el poder económico, llámese sector financiero, empresas transnacionales en el sector minero o las que buscan apropiarse de la industria eléctrica pública.
“Toda la política económica responde a esos intereses: respetar la autoridad del banco central, favorecer al sector financiero, mantener altas tasas de interés, austeridad fiscal y estabilidad del tipo de cambio. En efecto, donde el gobierno quiere avanzar es en las industrias petrolera y eléctrica. Mas para poder rescatar a estos sectores requiere de un incremento tremendo en el gasto público, cosa que no está haciendo.”
ABONO A DEUDA
Por ejemplo, detalla Huerta, el presidente anunció que le va a dar 3,500 millones de dólares a Pemex para que pague deuda, cuando debería dárselos para incrementar la inversión y, en todo caso, declarar la moratoria de la deuda petrolera hasta que haya condiciones de crecimiento.
“¿Por qué seguir actuando a favor de los acreedores? La política económica de la 4T sigue subordinada a los acreedores y al gran capital. Y no está debilitándolos en absoluto, salvo en su pretensión de apropiarse de la CFE y de Pemex.
“AMLO trató de limitar la participación de los privados, pero la propuesta de reforma seguía considerando el 46 por ciento de la industria eléctrica en manos privadas cuando López Mateos decretó que el 100 por ciento sería para el sector público.”
Por lo demás, la caída del 8.3 por ciento durante 2020 debe tomarse como un error de política económica. Brasil sólo cayó el 4 por ciento porque incrementó el gasto público, justo para sortear la crisis. En cambio, México fue la economía que más cayó, junto a Venezuela y Argentina, por el mal manejo de la política económica. Se dice que México no tiene márgenes de movilidad, pero otros muchos países sí se dieron la libertad de trabajar un gasto público deficitario, con sus bancos centrales comprando deuda a tasa cero, explica Huerta.
Uno de los artículos de la ley orgánica el Banco de México señala que todo cheque que gire la Tesorería de la Federación se hará con cargo a la misma cuenta corriente en la que se deposita la recaudación hacendaria. La 4T mantiene superavitaria esa cuenta en el BM, cuando la ley orgánica contempla que puede trabajar con un déficit del 3 por ciento del PIB, o más en casos extraordinarios. El gasto público podría ser deficitario en favor del sector productivo y el empleo, pero no lo es porque el gobierno quiere mandar señales a los mercados financieros.
“Luego, entonces, ¿para quién gobiernas?, ¿quieres ser bien visto por los mercados financieros o gobiernas para satisfacer las demandas nacionales? Hasta el secretario de Hacienda, al presentar sus criterios generales de política económica, dijo en su discurso al Congreso que busca ser bien visto por las calificadoras. Pero el gobierno fue electo por la población, no por las calificadoras”, reprocha Arturo Huerta.
¿ANTINEOLIBERAL?
Si tuviéramos que definir los elementos que hay en la política económica del presidente López Obrador, sin dejar de considerar el tratado de libre comercio (T-MEC), ¿es la 4T un gobierno antineoliberal –como lo ha presentado Andrés Manuel en varios momentos– o un gobierno neoliberal?, pregunta Ledesma.
José Gandarilla recuerda que el 19 de marzo de 2019 López Obrador decretó el fin del neoliberalismo, más bien como una propuesta orientadora en la idea de que sus políticas económica y social, como el resto de sus políticas públicas, responderían a otra visión.
¿Qué tan antineoliberal puede ser?, depende de una condición económica que genere bienestar social, justicia y paz. Es al menos lo que plantea AMLO en el Plan Nacional de Desarrollo. Sin embargo, el capital multinacional domina al mundo entero y todos los demás gobiernos se orientan hacia los mercados financieros.
“No puedo aceptar que, por ese eje, debamos hablar en México de un modelo neoliberal. La propuesta es más complicada. Si es fácil enunciar que primero son los pobres, lo difícil es cumplir la segunda parte de la frase: la cuestión de acabar con los privilegios. Y privilegios son también los que están detrás del poder enorme de los mercados financieros.
“Estoy de acuerdo con Huerta en que no podemos caer en el endeudamiento externo y que, en el marco de una rectoría del Estado, recuperemos los niveles de inversión forzando al banco central a aflojar la cadena, de forma que nos permita romper con un concepto que era inamovible dentro de la lógica del neoliberalismo: no operar con déficit.
“¿Por qué el gobierno no libera la cadena y usa el gasto público para reactivar la inversión privada y la generación de empleo? Sí lo hace, pero enfocando el gasto a los sectores de abajo. Incluso los apoyos extraordinarios o contingentes durante la pandemia no respondieron al modelo neoliberal de que chorree arriba para que gotee abajo.
“No buscaron recuperar la inversión privada, como era primordial para las administraciones pasadas. El neoliberalismo que tuvimos significó el traspaso de recursos públicos hacia las arcas privadas bajo el amparo de que se estaba fomentando la inversión. Lo que hizo la 4T fue una capitalización indirecta desde el gasto público.
“El gobierno de AMLO está impulsando el crecimiento del consumo a través de los apoyos económicos a los sectores más desfavorecidos. Ese es el eje reactivador de la economía. No usa el gasto público para impulsar la inversión privada. El modelo económico del régimen anterior buscó el beneficio privado desde las arcas públicas. Y ya el presidente ha declarado que él no va a seguir esa línea”, dice este académico de la UNAM.
INVERSIÓN PÚBLICA
Por otro lado, ¿qué posibilidades hay de que se reactive la economía como un efecto multiplicador del incremento a la inversión pública?, se pregunta Gandarilla.
“El gobierno está tratando de hacerlo con las empresas estratégicas que tiene a mano. En efecto, hay que impulsar una mayor inversión en Petróleos Méxicanos, pero antes hay que sacar a Pemex del endeudamiento en el que está. Claro, tendría que plantearse una política más ambiciosa en materia eléctrica, pero aquí cabe una aclaración:
“La nacionalización eléctrica de 1948 fue entera porque, prácticamente, las empresas privadas y extranjeras ya no querían la infraestructura con la que contaban. Por eso el Estado pudo nacionalizar completamente la industria eléctrica con López Mateos.
“El horizonte actual es diferente, los privados no quieren soltar nada. Ya reducirlos al 46 por ciento de participación se les hace mucho. Ojalá tuviéramos la capacidad política para una nacionalización total, pero incluso electoralmente la gente se manifestó en sentido contrario. En 2021 la mayoría relativa de Morena en la Cámara de Diputados se redujo.” Y a eso hay que sumarle el poder ideológico de los medios de comunicación. Las empresas trasnacionales que hubieran resultado afectadas por la reforma constitucional, hicieron sentir que leyes soberanistas resultarían lesivas para la población en materia de costos ambientales y alza de tarifas. Por supuesto eso es falso, pero que la reforma no alcanzara la mayoría calificada demuestra que la cuestión política influye y el manejo de la opinión pública también.
“Por eso estoy en desacuerdo con el planteamiento de que este es un gobierno absolutamente neoliberal. Vale hacer un símil: el gobierno de Evo Morales se presentó como un gobierno indígena, pero ciertos sectores de la izquierda decían que era el más anti-indígena de los gobiernos de la etapa contemporánea de Bolivia; igualmente, ante un gobierno que se presenta como antineoliberal, el discurso especializado plantea que es el más neoliberal de todos. Eso, naturalmente, tiene una correspondencia en la generación de la opinión pública. Como decía Gramsci, los sistemas de pensamiento no se disputan solamente como gran filosofía, sino que se discuten en el horizonte de ganar el sentido común.
“Si nosotros mismos estamos confundidos, ¿cómo podemos generar un debate al interior de la opinión pública? Flaco favor le hacemos a este proceso señalando que no se está generando antineoliberalismo en el nivel que nosotros esperamos. Que no nos satisfaga, no significa que la 4T se entrega completamente al modelo neoliberal.
“Si la opinión pública capta esas descalificaciones, en 2024 la voluntad electoral razonará: ¿para qué votar por un gobierno que se plantea políticas distintas al neoliberalismo, cuando es neoliberal? ¡Mejor votar directamente por los neoliberales!, por la gente de Claudio X. González y del grupo político que se está generando en torno a la derecha de este país”, sentencia Gandarilla.
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