POLÍTICA FICCIÓN

En mayo de 2006, en una entrevista con la periodista Denisse Maerker, Carlos Salinas de Gortari respondió “eso es política ficción” a las preguntas incómodas que partían de “supuestos no corroborados pero que se esgrimen en la vox populi”, según escribió Hugo Rangel Vargas en 2018[1].

El reseñista evoca que, con un lugar común cargado de simbolismo, el expresidente usó “ese ritornelo” de la política ficción para, sin negar “sus actuaciones políticas”, evitar “dar explicaciones sobre su relación con el empresario Carlos Ahumada y la participación que tuvo en los famosos video escándalos de aquellos años, entre otras cuestiones”.

Con ese mantra: “política ficción, política ficción…”, El Innombrable fundó “un dogma que, años después, sus amigos, empleados y socios decidirían obedecer y tratarían de imponer en la opinión pública” ante la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, señala Carlos Portillo[2]. La retórica de la oposición se convirtió en “un subgénero cinematográfico o literario”, con la derecha “empecinada en mentir, sin decir que miente”.

A hacer de la política una ficción contribuye la prensa corporativa, industria de contenidos que volvió costumbre elevar las filtraciones al grado de ‘noticia’ y cargar la columna política con trucos de telepatía: “el columnismo telepático” del que ha hablado en diversas ocasiones Julio Hernández López ‘Astillero’, donde los periodistas adivinan, sin haber estado ahí ni platicado con nadie que estuvo ahí, lo que el presidente conversó con sus secretarios de Estado en la privacidad de su despacho.

FICCIÓN POLÍTICA

Distinta a la ‘política ficción’, la ‘ficción política’ ha estado presente en la narrativa mexicana como un género fundamentalmente novelístico, que resultaba idóneo en las épocas de mayor opacidad para contar la historia oculta y explicar las lógicas de un sistema político que, a falta de testimonios honestos y hechos documentados, sólo podrían comprenderse mediante la fábula.

La ficción política emplea la narrativa para comentar eventos, sistemas y teorías políticas, resume Wikipedia el concepto estudiado en la Wesleyan University[3]. Como las novelas políticas, las obras de ficción política a menudo “critican directamente una sociedad existente o presentan una realidad alternativa, incluso fantástica”. La novela política se superpone con la novela social, la novela proletaria y la ciencia ficción social.

La misma entrada de ficción política en la enciclopedia de internet, ubica a la sátira política en esa tradición narrativa. Y entender el género literario de la sátira es importante para gozar El Extravío[4], la más reciente novela de Antonio Hernández Rolón que se presentó en la Casa del Poeta “Ramón López Velarde”, Ciudad de México, este jueves 31 de octubre de 2024.

NOVELA POLÍTICA

No es el momento ni yo la persona indicada para hacer un repaso de la ficción política en México, pero sí quiero señalar algunos ejemplos, dispares por cierto, para establecer de qué hablamos cuando hablamos de esa temática en la narración.

En el siglo XX, la gran novela política es La sombra del Caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán. La gravedad de los hechos contados le impedía al autor incursionar en la novela de no ficción o acercarse al relato del asesinato político del general Serrano por la vía de la crónica novelada.

La trama debía ser verosímil, mas no verídica. Y a decir de Margo Glantz, en esa “metáfora narrativa del poder” la novela de Guzmán “sobrepasa el mero realismo histórico y circunstancial de un solo país, aunque lo pueda representar de maravilla”. Clarividencia absoluta, Axkaná, el narrador, “no sólo es la luz, es el descifrador de la sombra”[5].

Novela de no ficción es Santa Evita (1995), como reportaje novelado es La novela de Perón (1985). Menciono estas dos obras del argentino Tomás Eloy Martínez porque hay en El Extravío una coincidencia interesante con la historia del cadáver de Eva Perón en el capítulo ‘Santa Venturina’.

A Carlos Fuentes le debemos varias obras en las que muestra su preocupación por las problemáticas del país, y que califican como novela histórica. Por supuesto La muerte de Artemio Cruz (1962), su aportación al desafío que se lanzaron entre sí los autores del boom de retratar la figura del cacique, el caudillo, el dictador, el presidente, el patriarca, el hombre de poder…

Fuentes exploró también la narración histórica del México del siglo XX con Gringo Viejo (1985), Los años con Laura Díaz (1999), La silla del águila (2003) o La voluntad y la fortuna (2008), en un abanico que va del realismo mágico al surrealismo. Búsquese en El Extravío, precisamente, el capítulo ‘La Silla’.

Luis Spota, a quien Sara Sefcovich califica de “fenómeno sociológico-literario”[6], hizo de la novela política su aportación personal a una literatura mexicana que lo despreció como estilista pero hoy lo aplaude por su alegoría de la monarquía sexenal.

Las novelas del ciclo de La costumbre del poder fueron escritas con la aspiración de convertirse en el Balzac mexicano, como dijera Rafael Solana, y narran el ascenso y la caída de un presidente de la república: Retrato hablado (1975), Palabras mayores (1975), Sobre la marcha (1976), El primer día (1977), El rostro del sueño (1979) y La víspera del trueno (1980). Hoy la saga de Spota es arqueología literaria de lo que Enrique Krauze denominó la “presidencia imperial”.

Y no se puede dejar fuera de esta lista de precedentes a Jorge Ibargüengoitia. Su obra de teatro documental, en farsa, El Atentado (1962), y su humorística e irreverente novela Los relámpagos de agosto (1964), revelan los alcances de la ficción para dotar de sentido a los eventos históricos ocurridos durante la última fase de la Revolución.

En medio de un resurgimiento de la novela histórica [esa donde los héroes de bronce como en Los tres mosqueteros (1844) de Alejandro Dumas interactúan con personajes inventados], Héctor Aguilar Camín incursionó también en la ficción política: Morir en el Golfo (1985) es el retrato del paradigmático líder petrolero que en la vida real encarnó Joaquín Hernández Galicia, La Quina; La guerra de Galio (1990) aborda el forcejeo entre periodistas y agentes de inteligencia en el marco de la represión política; y La conspiración de la fortuna (2005) es el cuadro familiar de un clan que se parece mucho al de Carlos Salinas.

EL EXTRAVÍO

El Extravío es el acercamiento a la figura y el periodo del mandatario que rompió las reglas no escritas con las que Spota describió tanto la costumbre del poder, como los acuerdos tomados por una clase política que decidió dejar atrás la era de los caudillos, como dijo Plutarco Elías Calles, e iniciar la etapa de las instituciones. Un gerente de la república que destrozó la solemnidad que, hasta entonces, había caracterizado a lo que Daniel Cosío Villegas llamó “el estilo personal de gobernar” de los presidentes mexicanos.

Los excesos a los que llegó Vicente Fox, primer mandatario de oposición tras el establecimiento del régimen de la Revolución, por separado y junto a su esposa Marta Sahagún, ya habían sido contados en clave de reportaje por Anabel Hernández en Fin de fiesta en Los Pinos (2006); como biografía no autorizada, por Miguel Ángel Granados Chapa en Fox & Co. (2000); como biografía autorizada pero luego desaprobada por la entonces primera dama, en La Jefa (2003) de Olga Wornat; o en formato de crónica, por Julio Scherer García en La pareja (2006).

Hernández Rolón encuentra que los pasajes en la vida del mandatario al que solamente le faltó cambiarle de nombre al país y ponerle Jauja como en su novela, no pueden ser contados en una narración histórica porque no resultarían creíbles. A menos que aceptemos que el guanajuatense fue uno de esos estadistas payasos que el consenso de Washington promovió, para hacer valer el corolario de la máxima “América para los americanos” que reza: cada pueblo de Latinoamérica “tiene el gobierno que se merece”.

SIMPLICIO NEMESIO:

El protagonista, Simplicio Nemesio Bedolla y Aguayo, es la imagen en el espejo del panista que suprimió la fotografía oficial y la cambió por un posado en conjunto; que mutiló el águila del escudo nacional para lanzar un logotipo supuestamente tan recordable como la marca Coca-Cola; o que trituró protocolos diplomáticos y relaciones internacionales con ocurrencias como la de “comes y te vas”; todo mientras los mexicanos pensaban que tanto desparpajo era resultado de un plan cuidadosamente urdido, y no fruto de la impericia, la incultura y la estulticia.

Nemesio no podría escribir ni uno de los tomos de Mis Tiempos, ni romper el silencio al dictar sus memorias, ni publicar sus apuntes, ni organizar sus archivos para que una secretaria elaborase la crónica de su presidencia. La única manera que tiene el personaje de discurrir lo que vive, es tratando de fijar en la memoria los sucesos y significados de sueños y pesadillas.

Lo que Nemesio tiene es abolengo: el de Bedolla y Aguayo, duque de Rosette; el de Bedolla y Aguayo, marqués de la Resolana; el de Bedolla y Aguayo, conde del Envigado. “Pertenezco a las familias poseedoras de las fortunas más añejas del país: Bedolla, hacendados en el siglo XVI; Bedolla y Aguayo, marineros, comerciantes, financieros e industriales, y hombres de luces en el siglo XVIII”. Pero luces son las que le faltan a Simplicio.

Nacido en un significativo día del mes de julio del mismo año que Francisco Franco se afanaba por liberar a sus contemporáneos de las garras del comunismo en España, Nemesio soñaba de niño verse investido de sacerdote caminando por las trincheras con fusil en mano, alentando a los soldados de Cristo.

Promotor de excursiones a destinos de turismo religioso en sus días estudiantiles, abandonó la Universidad para integrarse a la fuerza de ventas de una poderosa transnacional. Y mientras los estudiantes en París tomaban las calles, “yo poblaba de refrescos las costas, valles y serranías del país”.

La caricatura que hace Hernández Rolón de su protagonista es genial: a los 25 años, ya había leído la Enciclopedia de ventas casa por casa, a los 30 empezó a leer la saga de El vendedor más grande del mundo y, a los 40, lo sorprendió la política con la lectura de Las bases de la venta de Texas.

Rescato una de las deliciosas descripciones de las mujeres que atormentan la vida de Nemesio, al tiempo que lo someten a su avaricia disfrazada de amor: la madre, Concepción de los Ángeles; la primera esposa, María Magdalena; la consejera y segunda esposa, Venturita; y la codiciosa sirvienta, Juana. El esbozo de Tina, la pareja del presidente que usaba “ese presumible siseo que siempre la distinguió al hablar”, secuela idiomática del antepasado andaluz paterno, la pinta de cuerpo entero.

Quienes hemos disfrutado por largas horas la conversación con Toño Hernández, sabemos de su habilidad para reconstruir diálogos. Sus personajes, como marca la sátira, parlamentan. Hablan para contar lo que pasó y decir lo que piensan. Ponen en palabras racionales el pensamiento simbólico que fluye en los sueños, lo mismo un humilde lanchero que Guido Nazif, personaje que en su nombre oculta acaso la identidad de Lino Korrodi.

Escrita en primera persona, al final la voz del protagonista es desplazada en la novela por un narrador omnisciente que acaba revelando que Jauja, es decir, el paraíso, el edén, no existe más allá de los murmullos que brotan de las tumbas en un panteón como el de la Comala de Juan Rulfo.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] ‘Política ficción’. Hugo Rangel Vargas. A Barlovento, Contra Viento y Marea; 24 de noviembre de 2018. https://abarloventoinforma.com/2018/11/24/politica-ficcion/

[2] ‘Política ficción: el mantra que heredó Salinas’. Carlos Portillo. Bendito Coraje; 24 de noviembre de 2021. https://benditocoraje.mx/politica-ficcion-el-mantra-que-heredo-salinas/

[3] ‘HIST 294 – Political Fiction’, Wesleyan University, consultado el 12 de diciembre de 2005. Archivado el 16 de septiembre de 2006 en Wayback Machine. En: https://es.wikipedia.org/wiki/Ficción_política

[4] Antonio Hernández Rolón. El Extravío. Edición de autor, 2023.

[5] Margo Glantz. ‘La sombra del caudillo, una metáfora de la realidad política mexicana’. 1995. Facilitado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Biblioteca Virtual Universal, 2006. https://biblioteca.org.ar/libros/300276.pdf

[6] Sefchovich, S. (1979). ‘Luis Spota, la costumbre del poder’. Revista Mexicana de Sociología, 41(3), 839–862. https://doi.org/10.2307/3540092

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