Para definir qué es una ‘noticia falsa’ o ‘noticia fabricada’ –tal como sugiere Ricardo Raphael en una mejor traducción del término en inglés fake news–, hay que empezar por definir lo que es una ‘noticia’.
Ulrich Richter Morales, en el capítulo ‘Noticias falsas’ que le sirve como marco teórico a su libro El ciudadano digital: fake news y posverdad en la era de internet (Océano, 2018), apunta a que en la comunicación periodística la noticia es el mensaje.
Sin embargo, no todo mensaje es noticia aunque parten de la misma raíz porque ambos contienen información que enviar o divulgar. La materia de la noticia es la información, pero no toda la información es relevante de ser informada.
De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, noticia es “información sobre algo que se considera interesante divulgar”; el “hecho divulgado”; “dato o información nuevos, referidos a un asunto o persona”; “noción o conocimiento sobre una materia o sobre un asunto”.
Sin ignorar las acepciones combinadas que aparecen en la misma entrada: ‘noticia bomba’, aquella “que impresiona por ser imprevista y muy importante”; ‘estar atrasado de noticias’, “que ignora lo que saben todos o lo que es muy común”; ‘ser noticia’, “tener interés informativo para los medios de comunicación”.
INFORMACIÓN TRASCENDENTE
De esta definición, dice Richter, se desprende que “lo que se divulga debe tener un rasgo característico, interesante, algo relevante, atractivo para la opinión pública, los lectores, los televidentes, etcétera.
La noticia tiene como origen la realidad, como medio el conocimiento del emisor y como fin el conocimiento del receptor. En ese sentido, conocer mejor o peor está en función de la perspicacia del informador, pero hacer conocer mejor o peor se logra en función de su perspicuidad.
El jurista, quien escribió este libro para dejar testimonio de su campaña legal contra un gigante de los metadatos como es Google, cita a José María Desantes Guanter para definir los mensajes informativos:
“El informador ha de cultivar ambas aptitudes [perspicacia y perspicuidad] y convertirlas en actitud. Una y otra están reflejadas en las doble etimología del vocablo noticia”.
Por un lado, procede del latín novus. Tal como se usa en el Evangelio que narra los hechos de Cristo como la ‘Buena Nueva’. En castellano, ‘nueva’ es equivalente a noticia. “No es pretender aprehender todo hecho, sino el hecho nuevo o novedoso; la noticia es posesión intelectual de hechos nuevos o con valor de novedad”.
“La palabra que representa este conocimiento tiene otro germen, también latino: notus, lo conocido, lo que se destina a la facultad del conocimiento sin trascendencia inmediata ulterior a otra facultad humana. Lo conocido queda en el conocimiento, va formando el depósito de la experiencia y se reaviva por la memoria”.
NOTICIAS SIN VERDAD
Lo importante es que el origen de la noticia debe ser la realidad, pero hoy existen una gran cantidad de noticias que no están en conformidad con lo que verdaderamente sucedió.
A juicio de Ritcher Morales, una parte fundamental de la noticia es su divulgación, lo que la vuelve conocida por un segmento de personas o por la opinión pública.
Históricamente está acreditada la relevancia de la noticia. Una serie de filtraciones de información le costó la presidencia a Richard Nixon. Y noticias relevantes han sido también el fin de la primera y la segunda guerras mundiales, la llegada del hombre a la Luna, los atentados a la torres gemelas de Nueva York, las innovaciones tecnológicas o los descubrimientos de medicamentos que han servido para curar algunos padecimientos.
Antes, las noticias daban cuenta de los acontecimientos día a día. Pero ahora con las nuevas tecnologías el suceso se conoce de forma inmediata.
Por lo demás, la noticia ha sido el motor de la prensa (periódicos y revistas, noticieros de radio y televisión) y de los periodistas. Los medios y sus profesionales se han encargado de construir lo noticiable, es decir, de construir aquello que según el Diccionario es “digno de ser divulgado o publicado como noticia”.
La información que da la noticia no sólo debe ser de interés, lo noticiable se da cuando además tiene el carácter digno de su divulgación, lo cual implica alguna relevancia en la noticia misma: que llame la atención de la opinión pública o de una audiencia en particular. Decía Joseph Pulitzer que las noticias siempre son inesperadas, producen sorpresa pero también sensaciones nuevas.
La noticia “ha sido el pilar de la era de la información, pero hoy ha emergido su contrapartida, la que no va de acuerdo con el acontecimiento, con la realidad de lo sucedido, eso que hoy conocemos popularmente como fake news”, resume Ulrich Richter Morales.
LA DESINFORMACIÓN
Las noticias falsas no nacieron con la campaña del Brexit ni con la aspiración presidencial de Donald Trump. Su origen ni siquiera está ligado a la revolución tecnológica emanada de la creación de internet.
Existían antes de la supercarretera de la información, pero su flujo era más esporádico y quizá por eso no habían sembrado tanta expectación como sucede ahora, “cuando su divulgación es mayor y su expansión es más fuerte, produciendo efectos muy diversos”.
En su historia antes de la era tecnológica, las noticias falsas se usaron como forma de propaganda y desinformación desde la antigüedad. Los atenienses mintieron al ser derrotados por el rey persa Xerxes en la batalla de Salamina.
Desde sus inicios, los tabloides y la prensa popular han inventado historias, pero el término “noticias falsas” se acuñó por primera vez a fines del siglo XIX en Estados Unidos, según lo registra Jim McDonell.
Y como Gustavo Gorriti anota al respecto: los eventos decisivos del siglo XX y del actual se decidieron bajo la neblina virtualmente perenne de la propaganda y la desinformación. El fascismo, el comunismo y el capitalismo no dirimieron sus diferencias con verificadores, fact-checkers, sino a través de “exaltaciones retóricas y reclutamientos de inteligencias al servicio de la propaganda”.
Durante la Guerra Fría, la desinformación era el arma recurrente para diseminar planificadamente información falsa presentada como cierta, sobre todo a través de la prensa. La practicaron los servicios de inteligencia nacionales, pero también movimientos guerrilleros comunistas y sectas de ultraderecha como la de Lyndon LaRouche.
La era moderna de las fake news arranca con el momento en el que Donald Trump dijo haber conseguido la mayor audiencia televisiva de una investidura presidencial, lo cual no era verdad. Pero ya en 1998 la revista The Lancet publicó la noticia de que las vacunas causan autismo, que fue desmentida cuando se probó que su autor, Andrew Wakefield, falseó los datos.
La importancia de las fake news como instrumento ideológico, obligó a la Universidad de Boston a abrir en los años ochenta una cátedra sobre la desinformación, a cargo de Ladislav Bittman, un experto en inteligencia cuya peculiaridad fue presentar los trucos y sistemas de falsificación de la noticia.
Encontró que, como ocurre con la moneda falsa, el objetivo de la desinformación es introducir las noticias mentirosas en medios legítimos y, en la medida de lo posible, prestigiosos. Para ello, hay que hacer una especie de lavado de noticia: darle vueltas en medios diversos por el mundo hasta que alguna agencia o periódico grande la recoja como legítima.
Plataformas como Twitter o Facebook terminan lavando información falsa cuando sus mensajes se convierten en tendencia, cuando se viralizan, sin que los medios de comunicación hayan logrado desarrollar hasta ahora mecanismos para detectar o contener ese tipo de noticias, subraya Ritcher Morales.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.