VIAJE A LA IMPUNIDAD

Debo iniciar diciendo que éste no es un texto de ficción, sino el relato de un viaje real: El pasado sábado 22 acudí con mi mujer a Zentralia y alrededor de la 1 de la tarde salimos a ese espacio del estacionamiento que se ubica afuera de Applebee’s y BBVA para esperar un taxi que nos llevara a la Diosa del Agua. Apareció un poco después un taxi que en la portezuela indicaba que se trataba de la unidad número 36 del Sitio Núñez y se trataba de un Tida que lucía pintura reciente.

Dijimos al conductor que iríamos a City Club y dijo que el viaje costaría 50 pesos, le contesté que nos bajaríamos y esperaríamos el siguiente. Argumentó que eso se cobraba, yo le dije que unas horas antes habíamos pagado 35 pesos por el viaje de ida y él indicó que entonces nos cobraría 40. Estuve de acuerdo y poco después cuando el individuo comenzaba a articular lo que resultó una larga perorata, me percaté que no exhibía el gafete de identificación obligatorio emitido por la Secretaría de Movilidad. Sin permitirme expresar opinión alguna, porque debía escucharlo primero según dijo un par de veces, trataba de justificar el elevado cobro que había intentado hacer.

No hay tarifa autorizada, dijo, pues la que había perdió efectividad ante el incremento de precio de los insumos, sobre todo la gasolina y los de Colima no sabemos nada de costos y queremos regatear hasta 5 ó 10 pesos a diferencia de lo que sucede en otros lugares. Aquí, por no haber tarifa, el taxista puede cobrar lo que quiera y por esa dejada puede exigir 70 pesos o más y si el usuario pone una queja ante la Secretaría de Movilidad, ésta no hace nada, porque no hay tarifa autorizada. Traté de decir algo, pero sólo pude decir que mientras no se autorice y publique otra, la anterior está vigente y nada pude argumentar, pues me calló.

Mire usted, yo soy abogado, presumió con prepotencia (sobrepotencia, hubiera dicho un colimote de tiempos pasados), y tengo un despacho de abogados desde que llegué a Colima, presumió; además soy funcionario de la Secretaría de Movilidad, sé de lo que hablo y usted, no; lo que usted quiere es pagar menos, sin importarle si gana o no quien le proporciona el servicio que necesita. Yo pensé, éste es un claro ejemplo de lo que sucede y debo dejarlo hablar lo más posible para saber cómo piensa, porque seguramente son muchos los que piensan así. Llegué a Colima hace años pensando que era el paraíso y estoy arrepentido de haberme quedado porque el gobierno tonto ha dejado crecer la criminalidad y a pesar de que el gobernador nos prometió seguridad no tiene el menor interés por combatir a los criminales. Es el peor gobernador que hay en el País, remató.

Presumió vivir en Santa Bárbara y tener una casa en Esmeralda Norte y otra en Cuauhtémoc, además del taxi en el que viajábamos y sus placas. Provoca asco un individuo como éste. Puede ejercer como abogado y, además, como funcionario y todavía le queda tiempo para ruletear (y asaltar a sus clientes). Y bueno, pensé, eso es conflicto de intereses. Una posible queja en su contra no podrá prosperar nunca, probablemente él la deba desahogar (y si no, lo hará su socio o su compadre, o su amigo o algún conocido). En suma, se trata de un individuo provocador pero, sobre todo, repugnante desde todo punto de vista. Ya sobre la avenida Ayuntamiento, intentó subir más pasajeros a su unidad, justificando que a los de Colima nos gusta viajar acompañados y son personas que necesitan el servicio. Mi mujer dijo, es que faltan taxis y él, presto, contestó que no, que lo que sucede es que durante las horas pico, todos tienen que lavar la unidad y cargar combustible para entregarla a su relevo. Él no lo hace por ser dueño de la unidad.

Al final del viaje, le dije que yo soy Luis Armando Fuentes para provocar que me diera su nombre y rápido contestó: Yo soy Fernando Heredia. Coincido con éste individuo en sus críticas al gobernador, por eso, yo no podría trabajar para el gobierno estatal, como él lo hace. ¿Dónde está su honestidad? ¿Dónde queda su congruencia? Y si no está contento aquí ¿por qué continúa entre nosotros?

El servicio de taxi no puede ser barato, sobre todo porque los dueños de las concesiones cobran demasiado a los chóferes que rentan las unidades. Y es tan caro porque hay demasiados intereses. Pocos dueños de las concesiones trabajan sus unidades. Y aunque no se debe generalizar, si se puede afirmar que el caso de este individuo Heredia no es único. Hace más de un año y medio que subió la gasolina y no le han alcanzado a la Secretaría de Movilidad para ajustar la tarifa. Dijo este individuo que Gisela Méndez no los dejaba trabajar, pero a ella, la corrieron hace mucho tiempo y no se ha podido autorizar otra tarifa. ¿No se ha autorizado para provocar estos desórdenes? Ya sabemos, a río revuelto…. Y es que con funcionarios como este tal Heredia, no puede haber eficiencia, sino negocios.

La presente columna es una queja a las autoridades correspondientes. Una queja que, igual que si se realizara por los conductos formales, no progresará. Una queja que describe porque éste servicio resulta tan malo. Una queja que delata la corrupción y una queja que explica la impunidad de estos individuos. Una queja que da vergüenza porque describe de cuerpo entero a los funcionarios y a los concesionarios. Una queja que no provocará castigo para los culpables. Una queja que explica el estado de cosas. Una queja que incide en la corrupción que sufrimos todos los días. Una queja que crea conciencia. Una queja que se incuba y se cobra en las urnas. Una queja que al ser compartida tendrá efectos que no tendría si se hubiera hecho por las vías formales.

Sólo resta decir a los escasos lectores de esta columna: Cuidado cuando se topen con un taxista como éste. Cuidado cuando se topen con un funcionario estatal (aunque hay dos ó tres decentes).

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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