PAGAR BIEN, REQUISITO

Al recoger ‘Las recetas de William Randolph Hearst III para que la prensa sobreviva en la era Facebook’ (https://elpais.com/economia/2018/11/02/actualidad/1541113443_583480.html), en una entrevista con el nieto del magnate que forjó el imperio periodístico, el corresponsal de El País en Estados Unidos, Pablo Ximénez de Sandoval, destaca la siguiente recomendación:

A los periodistas hay que pagarles bien para hacer un buen producto. Hearst asegura que él lo hace. “No he conocido nunca un periódico o revista que haya quebrado y el dueño dijera: ‘Pagábamos demasiado a los periodistas, eso es lo que nos hundió’. Eso nunca lo oyes. Hay problemas de distribución, problemas financieros o de publicidad, cambios en el mercado, pero nunca nadie ha dicho ‘si hubiéramos pagado menos a los periodistas, seguiríamos a flote’. No es ahí donde se va el dinero de verdad. Creo que incluso en los tiempos más alegres de los periódicos la redacción entera no era más del 10% de sus gastos”.

Por eso no ve sentido en recortar en las redacciones en el contexto actual. “Hemos comprado un periódico en Connecticut y lo primero que hicimos fue aumentar la redacción. Era propiedad de un banco y habían recortado tanto que ya no daban servicio a su comunidad. No puedes hacer eso. Si quieres estar en el negocio de los periódicos en 2018 tienes que tener una relación con la comunidad. Recorta otra cosa”.

Utilizando el símil de una panadería, Hearst dice que “es como recortar en levadura”. “La levadura es una parte pequeña del coste de hacer pan, pero es lo que lo hace crecer”.

SIN LUGAR PARA LA NOSTALGIA

En el discurso de Hearst, entrevistado en un hotel de Santa Mónica, California, una mañana de octubre, no hay ninguna nostalgia de las viejas redacciones de papel, “con máquinas de escribir, tipos resabiados con sombrero, cigarrillos y alcohol en los cajones”, los tiempos que él conoció como director y editor del San Francisco Examiner en los años ochenta.

A sus 69 años es un convencido de la necesidad de adaptarse a Internet. “Si un periódico decide ser 100% de papel, porque ‘es lo que somos, de eso venimos y eso es lo que vamos a seguir haciendo’, ese periódico va a fracasar. En esta época eres tan bueno como lo sea tu web. Tienes que ser ágil en el nuevo medio y tienes que llegar a tus lectores donde ellos están”.

La leyenda de William Randolph Hearst, el abuelo del entrevistado, lo pinta como el inventor de las exageraciones y los dramas en los periódicos. Ahora, Estados Unidos asiste atónito a lo mismo, pero desde el Gobierno, que a su vez acusa a los medios de propagar noticias falsas:

“Lo odio. Es deplorable. Creo que noticia y falsa son términos contradictorios. Una noticia, por definición, es verdad. El mayor creador de información falsa siempre es el Gobierno”.

Hearst no oculta su preocupación por quien ocupa la Casa Blanca. “Esto es Mussolini. Veo la pomposidad de Il Duce, la realidad alternativa… esto es muy loco”.

EL VERDADERO KANE

Hearst tiene una versión matizada de lo que hizo su abuelo con la prensa. Para muchos lectores, el hombre que inspiró al Ciudadano Kane (personaje retratado en la película de Orson Wells de 1941 que se considera una obra fundacional para el lenguaje cinematográfico) fue el legendario editor que incendió a la opinión pública de Nueva York con historias exageradas sobre la rebelión en Cuba contra España hasta que la guerra de 1898 se hizo inevitable (“yo le mandaré la guerra”, le dijo supuestamente a un reportero que se quería volver de Cuba porque allí no pasaba nada).

“En 1989 celebramos el centenario del San Francisco Examiner, que fue su primer periódico”, recuerda Hearst III. “Fuimos a mirar los archivos. En aquellos periódicos había un aire heroico, un intento de darle drama y grandiosidad a la vida. El exceso y la exageración estaban al servicio de la historia. Hoy los periódicos ya no hacen eso. Pero hay que recordar que aquel era un ambiente muy político. En el cambio de siglo, solo en San Francisco había 20 periódicos de todas las tendencias y en varios idiomas. Eran periódicos de una época en la que solo gente muy educada consumía información. La idea original de Hearst fueron los periódicos populares, la idea de que podías hacer el lenguaje más accesible y las historias más dramáticas y meter a más gente en el consumo de noticias”.

En otro momento dice: “Yo veo a mi abuelo como a Walt Disney, una persona creativa que supo montar un show”.

LA PÉRDIDA DE ROSEBUD

Ximénez de Sandoval comenta que un reportero no puede dejar que William Randolph Hearst III se levante de una entrevista sin preguntarle por Ciudadano Kane.

Aunque el personaje del magnate Charles Foster Kane estaba inspirado en varias personas, el abuelo Hearst se dio por aludido y quedó para siempre la leyenda de que Orson Welles había hecho una amarga biografía de él.

Hearst murió cuando Hearst III tenía dos años. En su casa no se hablaba de la película, afirma. “Era un tema prohibido”. No la vio hasta que fue a la universidad. Le encanta, le parece un acertado retrato del negocio de los medios. Menos una cosa.

“Lo que no me pareció bien fue el tratamiento de San Simeón”, el inmenso castillo que Hearst se construyó en la costa de California (a 360 kilómetros al norte de Los Ángeles) y que hoy es un atractivo turístico.

“Yo pasé veranos en San Simeón. Era increíble, precioso, era como estar en La Alhambra, con jardines, fuentes y flores. Fue en un periodo tras la muerte de mi abuelo, en 1951, en que la casa estaba abandonada pero mi padre (William Randolph Hearst Jr.) la abría para pasar vacaciones con la familia, usar la piscina o celebrar las navidades. Para mí, San Simeón era un lugar muy feliz. En la película, Xanadú es un lugar oscuro y triste. Esa parte no está bien”.

La historia de Kane habla de la pérdida de la juventud y la energía, añade el corresponsal de El País; de la decadencia trágica de un hombre que, en el momento de la muerte, se acuerda de una pieza en apariencia intrascendente de su infancia: Rosebud.

Los periódicos parecen estar en un momento en el que buscan su propio Rosebud, esa clave que les recuerde lo que fueron. “En cierta manera, Rosebud, la juventud perdida de los periódicos, es la pérdida del poder y la influencia. Antes, si eras un editor de periódicos eras una de las personas más importantes de tu ciudad. Eso ya no es así. Hoy estás en el negocio de los periódicos porque lo amas, porque crees en él”.

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