Comisionado parcial

 

El arquitecto Francisco Rivas, líder estatal de la Cámara Nacional de Desarrolladores de Vivienda (Canadevi), reveló la estratagema para urbanizar los terrenos que desocupará en fecha próxima la XX Zona Militar.

Como integrante de la Comisión Ciudadana para el uso de la propiedad que quedará en manos del Gobierno del Estado, una vez que la Secretaría de la Defensa Nacional traslade a su personal al nuevo campo militar ubicado en Loma de Fátima, Francisco Rivas señaló que en las 15 hectáreas del terreno cabrían unas 500 viviendas.

Sin querer queriendo, al mostrar el conflicto de intereses que supone tener en dicha Comisión Ciudadana al dirigente de los desarrolladores de vivienda, el dirigente de Canadevi reveló que la mentada consulta será amañada para que produzca el resultado que buscan las autoridades y los empresarios asociados en un proyecto de urbanización:

“Esperemos que haya una buena respuesta de la población a la consulta, que haya propuestas y que realmente se aproveche el terreno en forma productiva y de beneficio para todos”, dijo Rivas de acuerdo a la transcripción de la reportera Anilú Salazar Mejía.

Por incluir a un desarrollador de vivienda, cabe sospechar de la imparcialidad de una comisión creada para recabar el sentir de la ciudadanía respecto a lo que muchos periodistas hemos venido comentando debería ser la Zona Militar: un parque urbano en su totalidad, un área pública de 15 hectáreas.

¿Cómo puede ser confiable la consulta cuando ya uno de los integrantes de la Comisión (y quién sabe cuántos más con él, que por eso seguramente los incorporaron al grupo) tiene bien claro qué es lo que pretenden hacer en el terreno?

¡500 viviendas!

Sin considerar que lo que sobra en esta zona conurbada son viviendas, muchas de ellas deshabitadas aunque hayan sido asignadas a derechohabientes de los programas de crédito de interés social, Francisco Rivas quiere hacer más.

No las 500, necesariamente, aclara. Justo las suficientes para sustituir los departamentos donde actualmente viven los militares. Incluso aprovechando “las instalaciones que ya existen para lo mismo, vivienda, dándoles mantenimiento y remodelación”.

Rivas no mencionó que en el actual campo militar está también la casa del comandante de la XX Zona, y que los oficiales del Estado Mayor y del 29 Batallón de Infantería viven en la colonia militar, sobre la avenida San Fernando. Por supuesto que el terreno tiene un uso habitacional, pero nunca ha sido su principal propósito.

Ignoro si en esos departamentos viven familias de los oficiales e incluso de la tropa. Aunque pudiera tratarse, simplemente, de los mejores dormitorios del cuartel. Es probable que Francisco Rivas esté suponiendo que, como en el nuevo campo militar de Loma de Fátima se ven al frente las unidades habitacionales, asuma que lo que es moderno es antiguo.

En efecto, la tendencia mundial en instalaciones militares es a proporcionar a soldados y marinos (en el caso de la Armada) un alojamiento digno dentro de las mismas bases. Eso no significa que tenga que seguir habiendo vivienda dentro de la vieja zona militar.

Francisco Rivas está viendo el negocio para los desarrolladores de vivienda. Nada más por eso, nunca debieron invitarlo a la Comisión Ciudadana.

No todo es negocio:

Si bien reconoce las manifestaciones para que en el terreno haya parques y museos, Francisco Rivas defiende el uso comercial de la zona: “debe haber una parte de generación de inversiones porque el terreno tiene que generar algo”.

No podemos pensar, insiste, que una zona costó tan cara, casi 500 millones de pesos, “es mucho dinero”, y quede nada más como una inversión pública.

¿Y por qué no?, pregunto antes de desglosar el esquema de asociación público-privada que Rivas plantea para invertir capital en el terreno, pero sin vender todo o una parte. Su idea es propiciar una inversión privada para que el predio siga siendo de la ciudad, pero vuelva autosustentable el proyecto.

¿Y por qué no puede ser simplemente una inversión pública? ¿Por qué a fuerza tiene que ser un negocio?

Además, nadie pagó dinero por la Zona Militar. Los 500 millones de pesos se usaron para adquirir el predio de Loma de Fátima donde se ubicará el nuevo campo militar. Con ello el gobierno estatal cumple un compromiso con la Federación: aportar el terreno donde el Ejército podrá realizar de mejor manera –con mayor seguridad y comodidad para las tropas y los citadinos– la tarea de preservar la seguridad interior en uno de los estados de la república más golpeados por la delincuencia organizada.

No se está echando afuera de la zona urbana a las fuerzas armadas para detonar un proyecto habitacional y comercial que presuntamente se requiere en esa área. El Ejército se va y deja para el disfrute público un predio invaluable. Los 500 millones (o menos, si hubieran encontrado un terreno más barato o hubieran negociado mejor el precio en Loma de Fátima) los tendría que haber erogado el Gobierno del Estado de todas maneras.

Es muy tentador pensar en la vieja XX Zona como una especie de Lomas de Chapultepec donde se pongan a la venta locales comerciales, departamentos y oficinas de lujo, con alta plusvalía por encontrarse en un entorno boscoso y en el perímetro del centro histórico.

Pero contra lo que dice el arquitecto Francisco Rivas, no es compatible el uso habitacional y comercial con el esparcimiento. La naturaleza misma del negocio inmobiliario apunta a la creación de espacios cerrados: cotos o torres con los servicios incluidos y áreas verdes exclusivas. El propio Rivas lo esboza: dejarían abierta sólo la parte del terreno que da a la Piedra Lisa.

Un parque urbano:

Si alguien quiere hacer un negocio inmobiliario que haga una oferta que ningún casa-teniente del Infonavit-La Estancia podría rechazar, e invierta dinero en transformar las viviendas de interés social que colindan con la Zona Militar en las residencias y los departamentos de lujo que mucha gente quisiera comprar para vivir frente a lo que será el gran parque urbano de Colima.

El modelo a seguir debe ser el Centra Park de Nueva York. Dentro del legendario pulmón no hay viviendas: hay museos, auditorios al aire libre y un zoológico. Pero los departamentos que miran hacia el espacio público, son de los más caros de Manhattan.

A Colima no le hacen falta más viviendas. Le hace falta el parque urbano que perdimos al privatizar el Parque Regional “Griselda Álvarez” y convertirlo en un establecimiento mercantil.

Le hacen falta los museos que perdimos cuando se transformó el Parque Regional en un zoológico comercial que no aprobaría los protocolos en el manejo de especies animales exóticas.

Le hace falta convertir el concurrido espacio de la Piedra Lisa (a la que ya le quitaron sus instalaciones deportivas), tan visitado los domingos, en nuestro propio Bosque de Chapultepec.

Nos hace falta un jardín botánico, una reserva natural, un refugio para la fauna regional acosada por la mancha urbana, espacios sombreados, prados donde tomar el sol, andadores, comedores, un campo de prácticas para los scouts…

Todo, menos fraccionamientos tramposos que le ofrezcan a los inversionistas lo que no les van a poder cumplir: exclusividad.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.

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