Duele nuestra querida Colima. Un día, en la oscuridad de los malos gobiernos, que toleraron y siguen tolerando la corrupción, se hundió el paraíso social que era esta entidad, a donde miles, entonces, arribamos encantados por su gente, sus costumbres y buenas maneras. Pero como ocurre con todo cuerpo, y más el social, por el desaseo institucional y el predominio de una pandilla en el poder a base de corrupción y complicidades, tarde o temprano tenía que podrirse.
Nadie, ningún sociólogo o politólogo, economista, aficionado a la especulación política y social puede negar esta descomposición, que amenaza con seguir, aún en la transición legislativa y de gobiernos municipales, porque la cabeza del estado, es decir la titularidad del Ejecutivo no se releva sino hasta tres años, y ahora es incapaz de instrumentar acciones de fondo que acaben con la violencia; y los entrantes en el congreso y en el municipio, de lo que y nos han dado muestras, es de que les atrajo la tentación de acercarse a esas estructuras de poder que son causantes, en alguna medida, de esta descomposición pública, como lo es el gobierno del estado y “la U”, como gritando identificaba un ebrio al núcleo del grupo porríl de la universidad en sus tiempos de no te acabes revolución, entendiendo la jugosa nomina.
Sobre la violencia y la inseguridad hay certezas, verdades incuestionables a la lógica de quien quiere ver lo que está pasando en Colima. Y es que los robos se han reproducido en su cantidad casi ya infinita, por decirlo en cuanto al trabajo que resulta contabilizar los delitos o contar los presos en el Cereso, la mayoría pobres que no tienen dinero para ponerse a mano y salir pronto, como lo hacen otros delincuentes que un día los agarran, y al otro los sueltan.
No hay hora ni día alguno que la plática de la gente en las colonias, en el café, en el trabajo, no sea en torno de la inseguridad, muertitos y muertitas, y robos a autos, casas hogares, establecimientos comerciales, y asaltos a personas en calles céntricas o periféricas y en despoblado. Si estos delitos se contaran, no alcanzarían los números oficiales para dar cuenta del tamaño de ese problema, que tiene un origen innegable: la corrupción del gobierno federal y estatal; el fracaso de todas las acciones de seguridad pública y social de Peña Nieto; la falta de empleo, de oportunidades de estudio y, por supuesto, el grave problema de la proliferación de las adicciones.
Este miércoles nos amanecimos con la noticia de que habían encontrado los cuerpos de dos jovencitas, casi niñas, pues dieciocho o veinte años que tuvieran, es una tierna edad, y el crimen nos conmueve profundamente. Y, como lo afirmamos, no hay día en que no nos enteremos de desaparecidos, de levantones. Esto ya no es un paraíso, y cuando digo esto, me entero de que el gobierno de los Estados Unidos acaba de recomendar por las vías del caso, que no viajen a Colima sus ciudadanos.
A todo este estado de descomposición hay que agregar que la virtual procuradora de la república en el gobierno entrante, lanzó un torpedo a las entidades del donde el 80 por ciento de las policías están sometidas o controladas por el narco. Qué país, en verdad, fuera del control. Mientras que el presidente casi saliente, afortunadamente, está prácticamente desaparecido, y su informe fue una sarta de mentiras, porque lo que deja en el país es un caos, una anarquía, un mapa necrológico o un tour macabro circulando tráileres con frigoríficos transportando y guardando cadáveres congelados, una aportación al mundo de los thrillers. No acaba nuestro asombro.
Estamos viviendo una violencia y un terror que no es nada comparado con la violencia revolucionaria o posrevolucionaria; los muertos del sistema político, a través de criminales de guerra, como los jefes de la policía secreta mexicana y los aparatos del crimen que eran las direcciones federales de seguridad durante los últimos régimen del priismo criminal y sus nefandos jefes como Díaz Ordaz, Echeverría; están identificados en sus cifras y aquellas muertes de ciudadanos, hoy la sociedad debe identificarlos como héroes, es decir, a los héroes guerrilleros de mediados de los 60s en Madera, Chihuahua; los estudiantes ,masacrados en el 68 y en el 71; a los indómitos maestros rurales de Ayotzinapa, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, y a los 43 estudiantes campesinos revolucionarios asesinados recientemente.
Pero esta simbiosis de la violencia narcopolitca, supera miles de veces las cifras de muertes registradas durante la guerra fría; es una violencia producto de la corrupción pública y la ineptitud de los gobernantes para enfrentar al narco, sobre cuyas miserables almas y conciencias, miles de muertos deberán atosigarlos hasta el más allá cuando sus vidas acaben y se corrompan tras funerales pomposos presidenciales, que no han podido tener ni en su forma más humildes, miles de compatriotas ejecutados y desaparecidos.
La actual violencia que azota al país entero y que en Colima ha marcado ya records mundiales, no debe seguir. Ni la apatía de la sociedad colimense, donde sus autoridades, gobernantes, representantes populares; las instituciones culturales y religiosas; los hombres de negocios; hacen mutis, evaden esta realidad que aterroriza a los ciudadanos comunes, expuestos en sus hogares y en sus patrimonios a que las manos y los ojos de los delincuentes fijen su atención en ellos y se los apropien.
Desde este modesto espacio, hago un llamado al gobernador del estado, para que haga una reflexión seria y dimita del cargo por no estar a la altura de las circunstancias, junto con el grupo de funcionarios que le acompañan, torpes e incapaces.
PUNTO Y RAYA
El rún, rún, anda en grande, todo gira en torno al septuagenario Ochoa, a quien en los corrillos políticos sus detractores no le dan más de quince días para que sea jubilado de la administración pública; los señores del humeante café en sus análisis ya barajan la supuesta carta fuerte de la persona que lo sustituiría, en ese escaparate figura el nombre del líder estatal del Partido Verde Ecologista, para suceder al cansado político que cobra como Secretario General de Gobierno en la alicaída administración de Nacho Peralta. Sobre el particular, difiero de los contertulianos, pues estoy convencido que el regidor electo por Manzanillo, Virgilio Mendoza Amezcua, tiene mayor interés en cubrirle las espaldas a su pupila Gaby Benavides Cobos, de quien se dice dejó fuertes adeudos irregulares en la comuna porteña, por supuesto que esto le mueve el tapete a Virgilio, porque en un descuido hasta sus cuentas pueden salir salpicadas, en este sentido, creo que él mismo está convencido que es mucho mejor cuidar su parcela que andar parando bardas caídas y, si le sumamos lo amuinado que anda el ex diputado federal por la chicanada que le hizo el Pri, al birlarle la única diputación local pluri que se le había asignado a su instituto político, con esta micro radiografía, se ve muy difícil que el dos veces alcalde acepte dicho enroque. ¡Hasta la próxima!