Al solicitar licencia como diputada federal, Indira Vizcaíno Silva dio el primer paso en el camino a la titularidad de la Delegación de Programas para el Desarrollo del gobierno federal en la entidad.
A quienes protestaron frente a la casa del presidente electo, buscando convencer a López Obrador de no designar “virreina de Colima” a la que sus detractores llaman “#LadyAltozano”, de nada les valió jugar esa última carta.
En realidad, no entiendo a quién se ocurrió hacer al futuro mandatario un reclamo que en el fondo conlleva una ofensa: convencerlo de que una decisión que seguramente Andrés Manuel pensó muy bien, es un error.
La figura de los superdelegados ha sido criticada en estados como Jalisco o el Edomex porque recayó en los candidatos de Morena que fueron derrotados en elecciones recientes: Carlos Lomelí en la entidad vecina y Delfina Gómez en el estado de México.
Sin embargo, para Colima AMLO no pensó en José Francisco Gallardo, quien fuera el candidato de Morena a la gubernatura, para representar a la nueva administración estatal. Pensó en Indira.
De no haber fracasado el ex militar en la encomienda de conducir los trabajos de formación de Morena como partido político, quizá Gallardo seguiría siendo hoy el hombre de López Obrador en Colima.
VENTAJAS Y RIESGOS
En nuestro estado, fue otro el esquema al que recurrió el mandatario electo para coordinar e implementar “los planes, programas y acciones para el desarrollo integral, funciones de atención ciudadana, la supervisión de los servicios y los programas a cargo de las secretarías, las dependencias y entidades”.
En Colima, el Peje optó por un enlace entre las secretarías de Estado y el gobierno local que responde a un perfil que también ha sido duramente criticado: el de un operador político que puede usar la fuerza del presupuesto federal para su proyección política personal.
No ha faltado quién diga que los delegados que fueron candidatos buscarán la revancha frente a los gobernadores que los derrotaron en las urnas. Mientras otros superdelegados tratarán, según los suspicaces, de capitalizar el cargo para ganar la gubernatura en la siguiente elección.
En ese sentido, discrepo de quienes sostienen que el nombramiento de un representante del gobierno de la república implica una nominación adelantada, aunque sin duda la designación brinda a quien la recibe una oportunidad política –de aprendizaje y posicionamiento– que haría mal en desperdiciar.
A la ventaja de ser coordinador de los programas federales, corresponde un alto riesgo: estar en la mira de quienes buscarán que Morena no corone con nuevas gubernaturas el triunfo electoral de 2018.
Nada más por eso, otros aspirantes a la candidatura lopezobradorista al gobierno de Colima agradecerían no quedar tan expuestos al golpeteo político como lo estará Indira.
Con todo, propios y extraños deben considerar más ventajosa que arriesgada la posición de Vizcaíno Silva, a juzgar por los esfuerzos desplegados para tratar de bajar a Indira de la superdelegación.
UNIDOS EN CONTRA
La estrategia que siguieron para quemar a Indira no fue la más certera. Cada golpe asestado la afirmaba más en el futuro cargo. Guiados por la costumbre política del PRI, incluso cuadros morenistas no entendieron que cuando López Obrador adelantó los nombres de sus futuros coordinadores de programas sociales no estaba sometiendo esa lista a consulta.
En una práctica distinta del poder, seguramente el presidente electo habría filtrado la nómina para pulsar la reacción de sus correligionarios y de sus oponentes. Andrés Manuel no hizo eso: dio la noticia como un hecho consumado.
No entendieron, como no entendieron tampoco que al elegir a la diputada federal Vizcaíno y no a la congresista Claudia Yáñez, el presidente electo estaba mandando un claro mensaje a los morenistas de Colima y al gobierno del estado.
Se ha dicho en algunas columnas que Yáñez Centeno estaría a la cabeza del grupo de morenistas que intentaron convencer a López Obrador de que cometió un error.
Más grave aún, se ha dicho que en este propósito de descarrilar a Indira trabajaron juntos una vertiente del Movimiento de Regeneración Nacional con el gobierno de Ignacio Peralta.
De ser cierta esta versión, no se puede culpar al mandatario colimense de querer presionar al presidente electo para cambiar a la futura delegada cuando el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, se ha declarado en rebeldía frente a la decisión de AMLO de nombrar a Lomelí. Hay gente audaz.
DEBERÍAN ESTAR CONTENTOS:
Pero si el Peje no se deja intimidar por Alfaro, menos agobiado se sentirá Andrés Manuel cuando en Colima se descalifica a Indira por puro desdén.
Haciendo equipo con Raúl Padilla, cacique de la UdeG, el inminente gobernador de Jalisco argumenta la defensa del federalismo frente a una supuesta intentona centralista. Alfaro reclama que él ni los alcaldes tendrán el control de la estrategia de seguridad.
Sin embargo, están avisados. Los superdelegados representarán al presidente de la república en los estados, para bien y para mal.
Para bien, para frenar el uso indebido de los recursos fiscales que se ha documentado en varias entidades. Para mal, desde la perspectiva de los ninguneados, para suplir a las autoridades locales en el combate al narcotráfico y otras formas de delincuencia organizada.
En serio no entiendo a Enrique Alfaro. Él y sus alcaldes, especialmente los que llegaron con los colores de Movimiento Ciudadano, deberían estar contentos porque el Gobierno de la República los releva de una responsabilidad que seguramente les quita el sueño: enfrentar a los malosos
Por eso, tan solo para acreditar la conveniencia de concentrar la estrategia de seguridad en un solo mando, la anunciada Guardia Nacional debería aplicar en Jalisco un programa piloto para liberar a los municipios de la ocupación de los cárteles de la droga y otros grupos delincuenciales que, al controlar la provincia jalisciense, pasan por encima de ayuntamientos y representantes del gobierno estatal.
TRABAJO ADELANTADO
Previo a que sus enemigos buscaran tumbarla del caballo con un plantón frente a la casa del presidente electo, el lunes la futura superdelegada realizó su primer acto de autoridad en Colima.
Al reunirse con los 10 presidentes municipales del estado para presentarles el Plan Nacional de Paz y Seguridad de Andrés Manuel López Obrador, Vizcaíno “les aseguró que existe toda la disposición del presidente electo y de la Delegación que ella encabezará para trabajar de manera coordinada para resolver las problemáticas que enfrenta el país y el estado, en especial lo relacionado con la paz y la seguridad, con un enfoque que atienda las causas de la violencia”, citan las crónicas del evento.
Otros cuadros femeninos de Morena también aprovechan las horas previas al inicio del nuevo gobierno para fortalecerse políticamente.
El mismo lunes, Griselda Martínez, la alcaldesa de Manzanillo, el municipio más importante del estado, se irguió como líder del conjunto de ediles, quienes forman una pequeña conago.
Acompañada de la secretaria del Ayuntamiento, Martha Zepeda, la presidente porteña presentó dos iniciativas en el Congreso del Estado, una enfocada en aumentar las participaciones de los municipios y, la segunda, enfocada en la exención del Impuesto Sobre la Nómina que pagan las alcaldías.
Un día antes, la diputada federal Claudia Valeria Yáñez Centeno y Cabrera, al abrir su Casa Gestión en Comala lanzó la convocatoria para el primer “Concurso de Elaboración de Penachos” que se celebrará el 9 de diciembre en Suchitlán.
Acciones como ésta, en el eje del rescate a las tradiciones, valores y costumbres de nuestro estado, ayudan a su imagen y no le causan dolores de cabeza a su hermano César, quien seguramente ya no sabe cómo explicarle a su jefe el desmadre que han estado armando algunos morenistas en Colima.