A juzgar por las entusiastas reacciones de algunos de los representantes más conspicuos de nuestra clase política, uno pensaría que durante la conferencia magistral ‘La Cuarta Transformación desde el Congreso de la Unión’ en la Universidad de Colima, asistimos a la cargada tras el destape de Mario Delgado Carrillo como candidato oficialista a la gubernatura.
El sentido común indica, sin embargo, que desde la coordinación de la bancada parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados, el colimense puede aspirar a una posición mucho más importante en el contexto nacional que el gobierno del estado.
En 2021, Mario podría romper la secuencia de triunfos electorales que lo llevaron a ser senador por la segunda fórmula del entonces Distrito Federal y diputado federal por el distrito 13 de la ahora Ciudad de México, para regresar a la administración pública.
Delgado Carrillo fue secretario de Finanzas y luego secretario de Educación en el gabinete del entonces jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard (2006-2012), y en tres años, justo cuando la administración López Obrador llegue a la mitad del sexenio, podría ser uno de los secretarios de Estado con los que Andrés Manuel renovará el equipo de la Cuarta Transformación, poblado de funcionarios de la tercera edad.
AUN CUANDO NO QUISIERA
Eso no significa que Delgado no sea un candidato natural a la candidatura de Morena para el gobierno de Colima, aspire o no. Que yo creo que sí aspira.
Si las circunstancias lo ameritan, Mario podría fungir como tercero en discordia en una polarizada disputa interna entre la diputada federal Claudia Yáñez y la superdelegada Indira Vizcaíno.
Fortalecida en su aspiración por el descarrilamiento de su hermano César, hombre cercanísimo a Andrés Manuel pero a quien el Presidente de la República mantiene fuera de reflectores tras el escándalo de la boda fifí, Claudia Yáñez Centeno se asume como eventual beneficiaria familiar del máximo gesto de agradecimiento de López Obrador con su colaborador.
Por su parte, Indira mantendrá su condición de candidateable mientras ejerza las funciones de delegada estatal de Programas para el Desarrollo de la federación, un cargo concebido por AMLO para colocar ahí a los excandidatos de Morena que perdieron la elección frente al mandatario en funciones o a los cuadros llamados a tomar el relevo en los gobiernos locales en nombre de la 4T.
Mario Delgado podría convertirse en la alternativa de Morena incluso para romper la obligatoriedad de nominar a Joel Padilla, la mejor carta que tiene el Partido del Trabajo para colocar en el nuevo régimen a un gobernador.
El senador por la primera fórmula de Colima acaba de conseguir un bono político adicional para canjearlo por la candidatura en 2021, como compensación por las afectaciones que sufran los centros de desarrollo infantil (Cendi) en los que son socios todos los grandes dirigentes del PT, incluido el propio Joel, por las acciones del gobierno federal en contra del sistema de estancias infantiles ajenas a la estructura de guarderías del Seguro Social o la SEP.
Pese al compromiso político a su favor, Joel Padilla enfrentaría como candidato un abierto rechazo por parte de muchos de los seguidores de Morena y no creo que el voto duro del PT baste para darle el triunfo.
De ahí la eventualidad de que Mario Delgado sacrifique sus aspiraciones de llegar eventualmente a la Jefatura de Gobierno de la CDMX en 2024 (que es un albur), para servir desde la gubernatura de su estado a la construcción del proyecto presidencial de Marcelo Ebrard.
NUESTRO HOMBRE EN SAN LÁZARO
No es este futurismo lo que está viendo en Delgado Carrillo la clase política colimense, especialmente el grupo gobernante, sino el papel que en el presente juega Mario como enlace del gobierno de López Obrador con la administración de Ignacio Peralta. Si bien algunos dirían es que es, más bien, al revés.
A la conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas asistieron el gobernador Ignacio Peralta, quien enfatizó ante los reporteros que él no es militante de Morena “gracias a Dios”; el rector Eduardo Hernández como anfitrión, quien recibió como buena noticia que la UdeC podría ser la primera universidad del país donde el cien por ciento de los estudiantes de bachillerato tengan beca al cien por ciento; el ex rector y ex gobernador Fernando Moreno, hasta ese día uno de los críticos más agudos del régimen de la 4T; y los ex titulares de la rectoría Carlos Salazar, Miguel Ángel Aguayo y Ramón Cedillo.
Aunque no es nuestro representante popular –Mario es diputado por uno de los distritos de la Ciudad de México y no tiene el pretexto de ser legislador por el principio de representación proporcional–, la tarea intercesora se la asignó el propio López Obrador, como presidente electo, en el mitin de la Piedra Lisa durante la gira de agradecimiento.
Ese día AMLO lo presentó, junto a Indira Vizcaíno, como su gente de confianza en el estado al servicio del pueblo de Colima: ella como futura delegada estatal y él desde la Cámara de Diputados.
Desde entonces Mario Delgado ha estado fungiendo como una suerte de comisario político, tratando de imponer disciplina a las huestes de Morena, concretamente entre los diputados locales.
Se sabe que Delgado Carrillo estuvo detrás del último reacomodo de la fracción que llevó, por fin, a Vladimir Parra a la coordinación de la bancada. El joven congresista conservó la presidencia de la Comisión de Gobierno Interno del Congreso local gracias a una alianza con la fracción del PRI, que supuso la ruptura de Morena con el PAN.
El resultado de esta nueva configuración fue una sensible pérdida en la combatividad del Congreso, que de contrapoder del Ejecutivo ha transitado a una asociación estratégica entre la mayoría legislativa y el gobierno de JIPS.
TODOS GANAN
Es alta política, posible gracias a la amistad personal entre Nacho y Mario –ambos economistas egresados del ITAM–, pero motivada no tanto en el afán del gobierno estatal de mimetizarse con el régimen de la cuarta transformación en la búsqueda de un borrón y cuenta nueva respecto al manejo financiero de los primeros tres años, como del interés del gobierno federal por construir una base de apoyo entre los mandatarios priistas (y emprisados como el michoacano Silvano Aureoles) para enfrentar el desafío que encarnan los gobernadores panistas.
Mientras Acción Nacional se plantea sobrevivir como la verdadera oposición al nuevo régimen, la cúpula del Partido Revolucionario Institucional parece resignada a la paulatina pérdida de su enclaves conforme vayan ocurriendo las elecciones locales.
La estrategia tricolor ya no es conservar estados como Colima a toda costa, sino propiciar que los candidatos de Morena que lleguen a gobernador esos estados sean ex priistas o amigos del PRI.
En una lógica de ganar-ganar, ¿podríamos ver en la administración estatal la suspensión de prácticas de opacidad y dispendio para adoptar la política de austeridad y rendición de cuentas de la 4T? Ojalá.
Lo más probable es que, en el ánimo de llevar la fiesta en paz, la agenda parlamentaria de Morena cambie para bien… del gobierno priista. Y de otros sectores identificados con el PRI.
Los universitarios, por ejemplo, podemos estar tranquilos de que al menos en esta Legislatura no habrá iniciativas disparatadas para cambiar la ley orgánica. Es de esperar que ese proyecto de reforma surja en todo caso de la propia casa de estudios, como ocurrió en 1980 con la ley vigente.