En el medio deportivo colimense ha causado revuelo la remoción de Fernando Mendoza en la dirección general del Instituto Colimense del Deporte (INCODE), y más porque un par de días después la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) anunció que Colima sería subsede de siete disciplinas de la Olimpiada Nacional 2019: ciclismo, handball, judo, rugby siete, surf, voleibol y voleibol de playa.
La oficina del INCODE, que ocupará la ex candidata priista por la diputación local del distrito 1, y presidenta de la Federación de Egresados de la Universidad de Colima (FEUC), Ciria Salazar, se ha distinguido desde hace muchos años por ser una de las instituciones del gobierno estatal en donde la grilla, los conflictos de intereses y los pocos resultados han mermado su posible trascendencia.
En cuanto al nombramiento de Ciria Salazar ha habido lamentos, aplausos, exabruptos y profecías de todo tipo en los círculos de discusión del deporte colimense. A pesar de las especulaciones, la probabilidad más grande es que, con todo y renovación, el deporte local siga estancado en la mediocridad que lo ha caracterizado las últimas décadas.
Sin importar la escolaridad de quien ahora dirige el deporte en nuestra entidad, los vicios, la escasez de recursos, las malas prácticas y la falta de organización y de infraestructura adecuada no se taparán con diplomas. Las fallas en el deporte colimense van más allá de eso, y lo que veremos de aquí al final del sexenio peraltista será muy probablemente la misma dinámica grisácea que permea en prácticamente la totalidad del gabinete.
El nombramiento de Ciria es un guiño del gobierno peraltista hacia la CONADE y su titular Ana Gabriela Guevara, con la finalidad de obtener la organización de más eventos deportivos nacionales, como lo conseguido en la categoría de subsede de la Olimpiada Nacional. Da la impresión de que la organización de eventos nacionales, como las dos paralimpiadas que se han tenido en nuestra entidad, son el objetivo primordial de la actual administración; no el crecimiento del deporte en sí.
Colima no está exenta de la desorganización deportiva, pero sobretodo, de los vicios corrosivos que desprestigian cualquier institución. El atraso en pago de becas, los apoyos direccionados, los intereses políticos (que podrían agravarse más con el nombramiento de una ex candidata tricolor), la falta de equipamiento y de presupuesto son el pan de cada día en nuestro deporte.
Los tropiezos han sido mayúsculos. La Unidad Deportiva Morelos fue remodelada a toda prisa para la primera de dos paralimpiadas; pese a la anunciada inversión de $162 millones de pesos, este espacio deportivo no es más que un montón de arena y fierros viejos en algunas de las zonas más emblemáticas de dicho recinto. Esperemos que siendo subsedes de la Olimpiada no pasemos vergüenzas similares.
Específicamente en lo deportivo: ¿qué han dejado dos paralimpiadas al deporte colimense? Migajas. Lo mismo ha sucedido con la Olimpiada Nacional y el deporte mexicano. Incluso, un producto de las olimpiadas nacionales, como Ana Guevara, no ha defendido a capa y espada este evento, ante la posibilidad de que se cancelen en un futuro y se busque otra alternativa para generar figuras en el deporte. Da la impresión de que la Cuarta Transformación sospecha de corrupción en este tipo de eventos; no sería raro, es el cáncer que ha invadido a varias de las federaciones nacionales. Así que esta Olimpiada Nacional 2019 no será una tierra sin ley. La lupa gubernamental estará encima de la organización. Esperemos.
Por eso no hay que lanzar las campanas al vuelo. El hecho de que Colima sea subsede de algunos deportes de Olimpiada no es garantía de crecimiento. Incluso puede ser un aumento significativo en la presión para nuestros deportistas.