La crónica de cómo un gobernador fue desterrado a gritos, faltándole aún poco menos de tres años de gobierno, no es nada simple. Este martes 05 de marzo quedará marcado como el “martes negro” de la administración peraltista, en el que la ciudadanía colimense exhibió a nivel nacional el descrédito social que tiene hacia su representante del Poder Ejecutivo.
El presidente Andrés Manuel López Obrador regresó al bastión morenista de Colima. El municipio más grande y la capital económica de nuestro estado. Regresó triunfante, aplaudido, querido, apapachado por una multitud que le levantó el pulgar en el balance de sus cien días de gobierno. Muy distinto fue el recibimiento a José Ignacio Peralta Sánchez, como muy distante fue este evento presidencial de los que se venían gestando en los últimos sexenios, sin distingo de PAN o PRI, en los que la parafernalia, el dispendio hacía pensar que en cualquier momento podía llegar Barack Obama, y no, en cambio llegaba Fox, Calderón o Peña. Era más sencillo entrar a la Casa Blanca que a un evento presidencial mexicano.
Un pueblo que recibe a su mandatario…
Al contrario de las visitas presidenciales a Colima por parte de ex presidentes de este siglo, el recinto ferial de Manzanillo recibió a los ciudadanos sin vallas, sin detectores de metal y sin Estado Mayor Presidencial. Llegar a las inmediaciones del evento era como acudir a cualquier mitin; el aderezo era la expectación por recibir a AMLO, y entre más ataviado para la ocasión estuvieras, mejor; para ese propósito había gorras de todos los colores y diseños, playeras, pulseras, llaveros y tazas. Todo un catálogo de culto a la figura presidencial, resumido en slogans como el popular “me canso ganso”.
Se acabaron, al menos en este sexenio, los reservados y zonas VIP para la clase política y empresarial que aplaudía, gustosa u obligadamente, al mandatario en turno. La mejor forma de narrarles el cómo los adultos mayores, los jóvenes emprendedores del futuro, los becarios estudiantiles y los becarios por discapacidad fueron ubicados en la primera zona del evento, es relatándoles cómo un par de jovencitas mandaron a una zona posterior al ex gobernador Elías Zamora. Su verde camisa añorante al todopoderoso PRI de sus tiempos en Palacio tuvo que girar para dirigirse muy lejos de la primera fila a la que se acercó originalmente. En el lugar donde imaginó sentarse había adultos mayores como él con mucho menos capacidad económica; aquellos que sí necesitan los $2 mil 550 pesos cada dos meses, mismos que él podrá dispendiar. Elías Zamora tuvo primera fila, pero en la segunda sección, muy lejos del escenario. Este “martes negro” fue un verdadero cambio para varios mal acostumbrados.
Entre más abucheaban, menos hablaba…
El gobernador Ignacio Peralta tendrá que culpar a sus estrategas de comunicación el que nos hayan anticipado que los abucheos le iban a doler. Al contrario de lo que nos quieren hacer pensar, los abucheos, las mentadas de madre y las descalificaciones más hirientes no partieron de los adultos mayores y becarios que se encontraban en las primeras filas, salieron del ronco pecho de aquellos ciudadanos que se aglomeraron atrás, algunos verdaderos creyentes de la Cuarta Transformación, algunos otros con notable pasado priista, y que este martes apostaron por aplaudirle a AMLO.
La disputa fue tragicómica. Ver el rechazo de los ciudadanos hacia su gobernador es risible de entrada, pero penoso al final. En redes sociales, José Ignacio Peralta acusaría después que los abucheos fueron prefabricados. Se intentaría llenar las redes de #FakeNews en las que los priistas profanaban orgullosos: “el gobernador enfrentó los abucheos”. Nada más ver su semblante, se darán cuenta del mal trago por el que pasaba. La gente no es tonta e inundó tales noticias falsas de incontables burlas.
Si bien los abucheos parecieron muy espontáneos y naturales, lo único seguro es que los minutos que el gobernador tuvo que parar su discurso le han de haber parecido tres días en el desierto. Su expresión lo delataba. Intentó retar, porque tal vez esa fue la recomendación. Dijo que mientras no acabara el orden del día de los abucheos, él no continuaría su discurso. Fue un círculo vicioso: como muchos no querían que hablara, los abucheos no paraban. Vicente Fernández decía que mientras el público siguiera aplaudiendo, “él no dejaba de cantar”. Lo de Nacho fue lo mismo, aunque a la inversa.
Prosiguió y cayó en un pozo. Presumió al presidente que él viene implementando medidas de austeridad desde que arrancó su gobierno. En respuesta, los abucheos se incrementaron por decenas de decibeles. El gobernador había preguntado, “¿le van a seguir o ya terminaron?”. La gente siguió y apenas lo dejaron hablar.
Los apoyos sociales fueron el “hit” de AMLO…
El presidente inició su discurso hablando del gran bagaje de programas sociales de los cuales ya arrancó su entrega. Nos contó cómo todos los adultos mayores ya reciben su pensión doble, incluyendo a los pensionados o jubilados del ISSSTE o IMSS. Expuso que combatirá la inseguridad y que va a rescatar a Colima y al país de las garras de la inseguridad, y que entregará becas para evitar la deserción y estímulos a los aprendices de todo tipo de comercios bajo el lema “Jóvenes Construyendo el Futuro”. Apoyará a las familias con personas en situación de discapacidad, en especial a niños, además de ofrecer créditos a la palabra. Huelga decir que los aplausos fueron ensordecedores.
Ante los reclamos de afectadas por el tema de las estancias infantiles fue tajante: “los apoyos se entregarán de manera directa, sin intermediarios”. Lo mismo con los apoyos al campo, de los que nos dijo que pedían moche y que se quedaban en el camino. Avisó que se encargará de derogar la “mal llamada reforma educativa”, que mejorará los servicios de salud, pues por ejemplo el “Seguro Popular no era seguro ni popular”. Lo dejó como una asignatura pendiente del gran rezago que recibió en el gobierno.
Con un público enardecido, al presidente hasta los temas cuestionables se le voltearon a su favor. Habló del precio de las gasolinas y remató con una frase para el almanaque: “le tendrán que hacer caso al presidente”. Pero el júbilo no se compara con los temas de austeridad republicana, donde reclamó que el ex director del Infonavit ganara, antes de su gestión, $700 mil pesos al mes, y que entre los bienes del Gobierno de México hubiera 70 aviones de uso particular y cientos de autos lujosos blindados. La gente lo alentó aún más cuando avisó de la revisión de la concesión de la caseta de Cuyutlán y un análisis al tema de la regasificadora, que, nos contó, “tiene contratos de $20 mil millones de dólares”; todo para que se siga quemando combustóleo en la Termoeléctrica de Manzanillo, a expensas de contaminar nuestro Puerto.
Habemus presidente…
Mientras el gobernador era desterrado a su escondite habitual, a tres años del final de su administración, el mandatario se placeó como una celebridad. Salió con los cristales de la camioneta abajo mientras las féminas le gritaban “¡mi cabecita de algodón!”; por el otro lado de la misma camioneta, la gente le gritaba al gobernador: “ahora sí viniste a Colima, ¿verdad Nacho?”.
La explanada externa al recinto ferial era un río de emociones. Actores del gobierno estatal con las caras desencajadas y creyentes en la Cuarta Transformación sorprendidos del descrédito social al gobernador. Gente del gobierno estatal tomando fotos a dos camioncitos que llevaron a no más de cien personas desde comunidades al evento, y que después ustedes leyeron como los “miles de morenistas que fueron acarreados” expresamente a humillar a Nacho Peralta. En fin, en los priistas había tristeza y devastación por el mensaje que recibieron ese día, el “martes negro” que nunca olvidarán.
En la carretera, el presidente se detuvo a tomar agua de coco. Son lujos que se puede dar tras anunciar que va a derrocar al gran monstruo que es la corrupción. Regresará en tres meses a Colima y será tiempo de reevaluar su carisma. También habrá más tiempo de que Nacho Peralta nos pida silencio a cambio de que siga hablando. No sé si la oferta será tentadora para los colimenses.