Colima no ha podido remontar los terribles obstáculos que para el desarrollo estatal han significado los gobernadores priísta, casi todos, con la excepción del posrevolucionario de Juan José Ríos, y el humanista de Griselda Álvarez, con muchas y muchos seguidores de ocasión. Y ese muro enorme que la oposición no ha podido franquear o saltar, se debe precisamente a que al empuje democrático de la sociedad colimense, el PRI y su aliado el PAN, le han quitado la escalera, por no decir, cortado toda esperanza, anteponiendo los mezquinos intereses personales de los usufructuarios de este último partido. Pero, es posible que en el 2021 por fin se salte y arribe el pueblo colimense a una nueva era de su desarrollo.
Por ahora, la lucha continúa, pero para que esta sea fructífera, hay que conocer quienes en estos momentos son los enemigos de la esperanza para la transformación en Colima. Son más de tres los fuertes opositores al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y, en alguna medida, las coordenadas van y vienen con algunos legisladores o supuestos apoyadores de la Cuarta Transformación, que en realidad, son colaboracionistas del corrupto sistema de control político que impera en la mayoría de las instituciones públicas de Colima.
Sin dejar de considerar que falsos seguidores del presidente están enquistados en las instituciones públicas y federales de Colima; se identifica de manera franca y transparente a la cabeza principal que alienta a los enemigos del proyecto de transformación publica y social del estado de Colima. El mero principal se llama, por más señas, Nacho Peralta, el fracasado tecnócrata, hijo político de Videgaray y del fugitivo ex presidente Peña Nieto.
El antiguo régimen, que aún sostiene operadores que mantienen vigentes los usos y costumbres de la corrupción, por menos de esta deslealtad pública de Nacho Peralta, quitaba gobernadores, o los asustaba, y temblaban ante la posibilidad de que les enfilaran alguna investigación que sin duda resultaría positiva de raterías. Que agradezcan que el actual gobierno federal no se guía con la dualidad de contubernio-terror con que entre los suyos operaba el PRI, de lo contrario, lejos de andar coqueteando políticamente con el gobernador, la diputada Yáñez Centeno y el senador Mario Delgado, anduvieran pidiendo cuentas al mandatario estatal, sobre los múltiples expedientes de corrupción, por ejemplo, existentes en la Secretaria de Educación, en el gobierno de Mario Anguiano, y en el ISSSTE delegación Colima, donde se descubrió un faltante de centenas de millones de pesos.
No habrá en los hechos, localmente hablando, el cambio de régimen al que alude el presidente Andrés Manuel López Obrador, si antes no se identifica a los enemigos de su gobierno en Colima, quienes en vez de aprovechar ese boom de programas y acciones sociales, administrativas y legales para que los colimenses se beneficien; le ponen diques, piedras y alientan el descrédito del gobierno federal.
Los enemigos del progreso social, de la nueva institucionalidad pública, se encuentran en el gobierno estatal, comandados –cuando le toca en suerte despachar en Colima, tras largas ausencias muy extrañas- por el gobernador del Estado; se encuentran también, enquistados y a la chita callando, cobrando en las delegaciones federales, nadando de muertitos, considerando que el nuevo gobierno federal, -más bien sus operadores desde el centro- no se tentarán el corazón para relevarlos con compañeros más capaces y con entrega absoluta al nuevo proyecto nacional de gobierno.
Pero también se encuentran en los aparatos de comunicación institucional que controla el gobierno estatal, desde donde, a través de voces dizque analíticas, cuando en realidad, son aliados oficialistas, difunden toda clase de infundios en contra del propio presidente y de la fuerza política que lo llevo al poder. Y esto debe revisarse seriamente, no con el afán de censurar voces, sino considerar que ese machaqueo constante, hace mella en el triunfo y la esperanza que generó en Colima el 1 de julio electoral, por lo que debe pensarse en establecer una red coherente, coordinada, estrecha para difundir el proyecto político nacional de nuestro presidente.
Es cierto, el gobernador del estado es hasta este momento, el gobernador más fracasado de los últimos que han pasado sin luces por el gobierno estatal, y tarde se le hace al pueblo para cortar esa racha de largos años de control político priista de las instituciones públicas locales. Pero para ello, para ponerle punto final a una historia de corrupción pública en Colima, es necesario que los operadores centrales del proyecto federal de una nueva y honesta y capaz gobernabilidad, entiendan que lo que se dio el 1 de julio fue la voluntad del pueblo mexicano de un verdadero cambio de régimen.
Otro enemigo, aunque muy menor, y solo representa
poder de perorata, es el exdiputado federal priista Enrique alias Kike Rojas, que como un bebé, quiso entrar al entarimado de ataques contra el presidente, a propósito del horrendo crimen que ocurrió en una fiesta en Veracruz. Sus groserías contra el presidente son verdaderamente absurdas, pues este sujeto político local, no tiene autoridad moral ninguna que no sea el moche o la corrupción que dejó en el municipio de Villa de Álvarez que aún no se repone de los estragos que este individuo ocasionó en obra pública.
Kike Rojas, debe andar lastimado todavía de la lengua con que se mordió a sí mismo, al decir falsedades contra el presidente de los mexicanos. Su grosería contra AMLO se le revirtió como boomerang y a estas horas a de andar escondido por los comentarios masivos que en las redes le dirigen los colimenses ofendidos por los ataques a quien ha traído ya para Colima excelentes apoyos que nunca el régimen de la corrupción había destinado localmente.
Otro núcleo de enemigos contra el presidente, es la influencia política que trae detrás, de grupos políticos y empresariales locales, el director actual de la API, quien boletinó recientemente que el secretario Jiménez Espríu había venido a darle respaldo, de lo que estaríamos todos sorprendidos, porque debió venir a pedirle su renuncia, por los señalamientos tan graves que se han dado en cuanto a una red de corrupción portuaria. Este asunto de la API de Manzanillo exige una actuación presidencial urgente para poner fin ahí a una tradición de corrupción muy grave, por donde pasaron sin filtro productos de toda laya, sin tocar baranda en la barra de la legalidad.
Hay más enemigos en Colima que señalar del proyecto de nación que impulsa con acciones el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero de los cuales sin duda alguna los más balines son el gobernador Nacho Peralta y el cuestionado Kikin Rojas. Aunque son muchos otros, no alcanzan el rango de balines, porque son muy evidentes y corrientes, y están embozados en todos los ámbitos públicos colimenses.
PUNTO Y RAYA
Manzanillo, avanza en la Cuarta Transformación
Pasó la Semana Santa y estamos en la de Pascua, y en el puerto de Manzanillo, miles de turistas provenientes del estado y de otros puntos regionales y nacionales, pudieron disfrutar y disfrutan de nuestras playas, con tranquilidad, conociendo de la cultura porteña, conviviendo con los manzanillenses, acudiendo a sitios de interés y, sobretodo, registrando una nueva imagen de Manzanillo, donde el gobierno que encabeza Griselda Martínez, ha puesto gran énfasis para que el turismo disfrute su estancia.
Hay voces perversas que critican al nuevo gobierno de Manzanillo, porque consideran que así pueden volver a tener el control político del puerto. No lo lograrán, porque la alcaldesa impulsa grandes acciones para cumplir con los objetivos de la cuarta transformación, que ya produce sus frutos en el desarrollo social y el bienestar de la gente. Y la reciente aprobación para entregar más recursos fiscales a Manzanillo, proyecta un desarrollo sin parangón en el pasado.
¡Hasta la próxima!