Con el triunfo de López Obrador en la elección presidencial no cambió el Estado, pero sí estamos ante la definición de un nuevo proyecto político y ante el surgimiento de una nueva élite política, Morena, que se nutre de cuadros que vienen del PRI, PAN y PRD.
Por eso cuando el Presidente dice que “le dejaron un cochinero, es cierto”, sostiene el columnista Carlos Ramírez. Pero muchos de esos “cochinos” están en su gobierno: Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Marcelo Ebrard.
En la conferencia ‘La prensa ante la Cuarta Transformación, redefiniendo el nuevo paradigma’, que dictó en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima el pasado miércoles 8 de mayo, en el marco de la II Semana del Periodismo que organizó la coordinación general de comunicación social del Gobierno del Estado, el autor de Itinerario Político señaló que:
“Racionalmente, uno tendría que desechar esos argumentos [del cochinero heredado], pero al final dominan la discusión popular porque la gente cree que [los lopezobradoristas] sí heredaron un cochinero”.
CRÍTICA TOLERADA
El análisis político de la Cuarta Transformación tiene que ver también con una pregunta sobre la relación que tenía el gobierno con la prensa y cuáles son los escenarios de la comunicación social al corto plazo:
“Mi marco analítico no es complaciente porque debemos reconocer errores como periodistas, y tener una mentalidad abierta para entender de dónde venimos y hasta dónde hemos ido:
1) La prensa mexicana ha sido parte de la clase dominante, es un sector invisible del sistema priista. Al final, los medios (impresos, radio y televisión) respondíamos al espacio que nos daba el sistema priista. Nos permitía ser críticos porque le convenía, con ello se legitimaba.
Trabajé en El Día, que era de izquierda marxista pero se corrió al centro, y luego en la revista Proceso del 77 al 83, donde hacíamos un periodismo realmente crítico pero estábamos dentro del sistema: ayudábamos con la crítica a legitimar al Gobierno.
2) El Estado es el anunciante número uno de los medios y la publicidad determina normas de dependencia. Lo estamos viendo con López Obrador: no ha dado publicidad y los medios están a punto de la extinción.
En la medida que vayan dando publicidad, los medios nos haremos semi-cómplices de los argumentos que se han dado [respecto a la prensa chayotera].
Hablo del periodismo de la capital de la república porque hay medios en provincia donde sí se da la verdadera independencia –recalca Carlos Ramírez, quien publica su columna en forma sindicada en muchos de esos periódicos–, ya que viven de la publicidad comercial y no dependen de la publicidad oficial.
3) La empresa privada no invierte, y por eso dependemos del sector público. Porque también la iniciativa privada es un instrumento dominado por el Estado. Entre 1973 y 1974 las grandes empresas le decretaron un boicot publicitario al Excélsior de Julio Scherer, y el periódico estuvo a punto de la quiebra. Echeverría mandó llamar a Scherer y le informó que, por cada página que le quitara la libre empresa, el Estado le daría dos.
¿Era maniobra o entendimiento?, quién sabe, pero demostró que dependemos de la publicidad gubernamental. Tanto la prensa crítica como la que no dependen del financiamiento público.
Lo que tenemos que hacer –enfatiza Ramírez– es conquistar nuestros propios espacios, que son muy reducidos. Cuando yo trabajé en El Financiero criticaba mucho a Salinas, y el periódico se tensionaba pero nunca me dijeron que no lo hiciera. Lo que hice fue encapsular mi pequeño espacio: como columna tenía relativamente pocos lectores, pero circulaba ampliamente en el ámbito del chisme. Hay que trabajar, entonces, nuestros propios espacios con independencia y autonomía del gobierno y de los propios medios.
4) De este modelo de prensa nos habló en 1991 Mario Vargas Llosa, cuando popularizó el concepto de ‘dictadura perfecta’. Su tesis es que el Estado mexicano financiaba a sus críticos, les daba el dinero para que lo criticaran porque era una forma de legitimarse, en el entendido que aunque la crítica financiada fuera severa no llegaba a zarandear ni hacía titubear al muy poderoso Estado.
Ese modelo venía de antes, de cuando en 1932 en la introducción a Un mundo feliz, Aldous Huxley dice que el mundo perfecto se da cuando el Estado construye un muro y dentro acepta a todos. O incluso desde 1548, cuando Étienne de La Boétie escribió el Discurso sobre la servidumbre voluntaria: en México, muchos medios se someten a una servidumbre frente al Gobierno en forma voluntaria”.
SCHERER ERA DEL SISTEMA
“En el periodo crítico de 1968 al 2000 –sigue diciendo Carlos Ramírez–, la prensa mexicana creaba crítica, alguna muy dura, pero los textos del Excélsior de Scherer llegaron a hacer enojar a Echeverría no porque lastimaran al Estado sino porque sacudían su ego.
“El presidente quería presentarse como el gran heredero de los liberales del XIX, del mismo Juárez. Y Gastón García Cantú, que era un intelectual liberal, utilizaba todos los argumentos y frases de los liberales históricos para criticar a Echeverría. Eso era lo que más le molestaba.
“Es una historia muy conocida que en 1976, el gobierno echeverrista aprovecha contradicciones internas dentro de la cooperativa de Excélsior para sacar a Scherer. En la cooperativa cada trabajador era un voto, pero Julio se centró en los intelectuales que escribían y descuidó a los trabajadores de base, de la redacción y de talleres. Éstos votaron y lo echaron, Echeverría sólo le dio un empujoncito.
“Scherer también era parte de la estructura del sistema. Cuando lo echaron de Excélsior, fue a ver a Echeverría y le dijo que quería que le devolvieran el periódico. Y el Presidente se negó diciendo que era un asunto de la cooperativa. Entonces Julio fue con López Portillo que era el candidato presidencial, primo lejano suyo. Y el futuro mandatario le dijo que hablara con el secretario de Gobernación para que, aprovechando lo que dice la Ley de Cooperativas, ‘en dos meses te dejamos el periódico’.
“Estuvo a punto de ocurrir eso, de no ser por una falta de cuidado de Scherer que reunió a todos sus colaboradores y les dijo que se prepararan para volver al periódico. A esa reunión asistió el entonces corresponsal del New York Times en México, Alan Riding, amigo de Scherer, y como nadie le dijo que no publicara nada mandó la nota que rebotaron los periódicos mexicanos.
“Evidentemente, Regino Díaz Redondo que había dado el golpe al interior de la cooperativa, fue con el Presidente, hizo un escándalo y el acuerdo del Gobierno con Scherer se vino abajo.
“Y cuando Scherer y Vicente Leñero fundaron el semanario Proceso, ¿dónde trabajaron los primeros meses todos los reporteros y parte de la planta editorial de Proceso? En el sector público.
“Tenían empleos formales haciendo síntesis informativa en las oficinas de prensa. Esto quiere decir que eran parte del sistema, lo que pasa es que el sistema cometió un error estratégico que provocó la ruptura y lo alejó del periódico Excélsior.
“Después del golpe a Excélsior, aparecieron Proceso, Uno más Uno, La Jornada y El Financiero, todos críticos pero tolerados por así decirlo. La prensa era una prensa crítica pero no rupturista, era más bien una prensa de alternancia que agotaba todos sus espacios en el sentido crítico”.
Así funcionaba, pues, la prensa como parte del sistema político. Y en una tercera entrega de esta transcripción, Carlos Ramírez enlista los puntos esenciales de ese sistema.
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