Hasta los inicios del sexenio de Griselda Álvarez, el Palacio de Gobierno en Colima fue sede de los poderes del estado. No lo vi yo, pero los capitalinos que tienen suficiente edad recuerdan que incluso en ese mismo edificio funcionaba la cárcel preventiva.
A la primera gobernadora del país le correspondió construir los palacios Legislativo y de Justicia, sobre la calzada Galván. En un anexo del Supremo Tribunal de Justicia se estableció la Procuraduría General de Justicia y, en el ala opuesta, el Registro Público de la Propiedad. Luego se haría una ampliación al inmueble que alberga el Congreso del Estado, para acomodar sus órganos técnicos: entre ellos el Archivo Histórico y la Contaduría Mayor de Hacienda, que posteriormente se mudaron a sus propias oficinas.
Con todo el Palacio a disposición del Poder Ejecutivo, doña Griselda mandó maquear puertas y ventanas. Y en la administración de Elías Zamora se hicieron nuevos trabajos de remozamiento. Creo que fue Carlos de la Madrid quien ordenó la restauración del mural de la escalinata, obra al fresco del pintor colimense Jorge Chávez Carrillo.
Y si no me equivoco, fue el gobernador Fernando Moreno quien decidió convertir casi toda la planta baja en salas de exhibición. Se abrió al público una colección de armas y otra de numismática, además de programar en el patio central conciertos y conferencias.
Con la construcción de un Complejo Administrativo quedó marcado el derrotero que seguiría el Palacio de Gobierno: servir cada vez menos como oficinas para atención al público.
La administración pública se ha desperdigado por toda la ciudad, rentando casas particulares improvisadas como oficinas u ocupando espacios que antes tuvieron otra función. En ese sentido, tras la demolición de los inmuebles donde se construirá el C-5, diversas dependencias se trasladaron a la antigua zona militar. Y cada vez es más evidente que hace falta una ciudad judicial y un segundo complejo administrativo, no obstante que ya tenemos un complejo de seguridad y otro destinado a los servicios asistenciales.
REESTRUCTURACIÓN
Resentida por los sismos, la estructura centenaria de Palacio ya no podía cargar más con el peso de personas y mobiliario, pero el organigrama del Gobierno no dejó de crecer y siempre había nueva burocracia que acomodar en los corredores de la casona levantada por el alarife Lucio Uribe.
Hasta que, finalmente, en la administración de Ignacio Peralta se decidió convertir el Palacio de Gobierno en un recinto cultural.
Está en marcha el rescate del inmueble con un proyecto a cargo del Instituto Nacional de Bellas Artes, y un costo de 30 millones de pesos con inversión bipartita.
El objetivo es asegurar la estructura para que el edificio pueda ser visitado sin riesgos; recuperar un tercer patio que fue convertido en cuarto de los tiliches y probablemente eliminar el mezzanine que da al andador Ana Martel, una adaptación posterior que rompe el diseño original.
El titular del Ejecutivo ya no atiende ahí asuntos. De hecho, como su antecesor Mario Anguiano trabaja en Casa de Gobierno, aunque tiene un despacho en el Complejo Administrativo y debe existir otra oficina en la Representación del Gobierno del Estado, para usarla durante sus estancias en Ciudad de México.
Sin embargo, en Palacio de Gobierno se conservará el despacho del Ejecutivo y el Salón Gobernadores para ceremonias protocolarias de recepción oficial y fiestas cívicas, tales como el Grito de Independencia.
El último miembro del Gabinete en salir de Palacio fue el secretario general de Gobierno, Arnoldo Ochoa González, quien podría regresar luego de los trabajos de remodelación… si es que los museógrafos le dejan un espacio libre.
El argumento para conservar dentro la Secretaría General de Gobierno es que, si no hay una figura de autoridad en el inmueble, ¿cómo podríamos considerarlo sede del Poder Ejecutivo? Tendríamos que empezar a llamarlo ex Palacio de Gobierno.
CASITA DE GOBIERNO
Hace unas semanas se abrió al público la residencia oficial en el complejo de Casa de Gobierno.
La morada destinada al titular del Ejecutivo consta de dos fincas: una primera residencia construida por el gobernador Rodolfo Chávez Carrillo, que se hoy se usa como oficina del Gobernador, sala de juntas y comedor de trabajo; y la casa-habitación en la parte de atrás, que construyó Elías Zamora y quedó en calidad de inhabitable al terminar el sexenio pasado.
Esta segunda residencia es la que fue remodelada con recursos de dos bancos que actuaron como patrocinadores del proyecto, a condición de que la casa fuera abierta al público.
Ya ha sido visitada por incontables grupos de niños aplicados. Y el gobernador Peralta vive ahí desde agosto, luego de pasar los primeros dos años de su periodo viviendo en su domicilio particular.
El piso superior es para uso privado. Pero la planta baja es una suerte de galería de arte, donde se exhibe obra patrimonial del pueblo de Colima. En el acervo figuran un cuadro de Alfonso Michel impresionante y otras pinturas, fotografías y esculturas de artistas contemporáneos, además de un piano de cola marca Petrof.
SE ABRIERON LOS PINOS
Es curioso cómo en Colima se dio el proceso inverso al que ocurrió en el Gobierno de la República.
A su arribo a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador decidió abrir al público la residencia oficial de Los Pinos, con el propósito de convertirlo en un espacio cultural anexo al Bosque de Chapultepec, aunque siguen despachando ahí funcionarios como el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo.
López Obrador había anunciado desde la campaña su intención de regresar a Palacio Nacional, no sólo a atender los asuntos de Estado sino a vivir en el edificio, como hicieron hasta Benito Juárez y alguno más los presidentes de México, hasta que Porfirio Díaz decidió emular al emperador Maximiliano trasladándose al Castillo de Chapultepec.
Fue el general Lázaro Cárdenas quien concibió la idea de una residencia oficial, tan distante de Palacio Nacional como el propio Castillo de Chapultepec. Pero lo que en un momento se consideró una cuestión de privacidad, para López Obrador resultó un símbolo del aislamiento de los gobernantes mexicanos respecto al pueblo.
Palacio Nacional había terminado siendo un museo, que los extranjeros visitaban para admirar los murales de Diego Rivera.
Para que no perdiera su carácter oficial, ahí se mantuvo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. No obstante, el titular solía tener un despacho alterno en otra parte de la ciudad, debido a las complicaciones de acceso que suponía el tránsito vehicular y las manifestaciones en el Zócalo.
Además de museo de sitio, Palacio Nacional terminó siendo un cuartel pues ahí se encuentra la comandancia de la Zona Militar No. 1. Hoy, especialmente por las mañaneras, es el epicentro de la vida política nacional.
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