Durante su estancia de tres días en Colima, el padre Solalinde se anotó una victoria política: Tonatiuh Guillén renunció como comisionado del Instituto Nacional de Migración.
En los distintos espacios radiofónicos y televisivos donde el misionero había sido entrevistado con motivo de la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles a los productos mexicanos como presión para un cambio en la política migratoria, Alejandro Solalinde descalificó la gestión de Guillén.
Aunque bien intencionado, llegó a decir Solalinde, el comisionado no tenía el perfil para operar la política migratoria de nuestro país. Ni mucho menos estaba calificado para depurar un Instituto que, al decir del sacerdote católico, se ha constituido en el principal cartel de las organizaciones de la delincuencia organizada especializadas en la trata de personas.
No sabemos cuánto pesó la opinión del director del albergue Hermanos en el Camino en la decisión de López Obrador de remover a Guillén. Pero lo descubriremos cuando el Presidente anuncie la desaparición del INM y su eventual transformación en una Secretaría de Estado, que es otra de las propuestas del misionero.
Se ha acreditado la corrupción de muchos de esos agentes de Migración que, en buena hora, fueron uniformados para denotar su carácter policiaco. Y como policías muerden: cobran por protección, por entregar documentos que por ley son gratuitos y por hacerse de la vista gorda.
Más grave es cómo algunos de ellos se han confabulado con los carteles de la droga y con las pandillas para explotar a los migrantes e, incluso, para convertirlos en mano de obra esclava, banco de órganos o servidumbre sexual.
EL REINO DE DIOS
Todo esto lo dijo Solalinde en las entrevistas y conferencias que dio en Colima, a donde acudió para presentar su más reciente libro, El Reino de Dios.
Y aun cuando las presiones de Estados Unidos para que México endurezca sus acciones antiinmigrante, derivaron en un acuerdo secreto según el cual la administración Trump decidirá en 45 días si López Obrador está acatando la línea de Washington o no, Solalinde pidió amar al prójimo.
El enfoque humanista del sacerdote, su convicción de que migrar es un derecho humano y no una acto delictivo equivalente a la invasión de un territorio, la insistencia en que México tiene que reivindicar su liderazgo latinoamericano en lugar asumirse como el patio trasero de Norteamérica, todo ese discurso cristiano chocó con los arrebatos racistas, clasistas, xenófobos y proyanquis que escuchamos en días recientes.
Solalinde lanzó desde Colima un llamado a la tolerancia y el respeto al derecho ajeno; un civismo que los colimenses pusimos a prueba este domingo y lunes, con la marcha del orgullo gay y, en la trinchera opuesta, con la conferencia contra “el feminismo radical, la ideología de género y el aborto”.
MARCHA DEL ORGULLO
Tras el embarazoso momento que sufrió el Gobierno del Estado por el escándalo de la fiesta en casa del entonces secretario de Turismo, un convivio que terminó con un menor de edad asesinado y acusaciones de posesión de droga y corrupción de menores para el anfitrión, la administración de Ignacio Peralta se desentendió este año de la organización de la Semana contra la Homofobia.
En lugar de los eventos coordinados por la Secretaría de Desarrollo Social que se habían venido programando alrededor del 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia, y la Bifobia, la comunidad lésbico-gay de Colima se organizó por su cuenta para salir a la calle en el marco de los eventos que en todo el mundo se organizan durante el mes de junio, con motivo del Día del Orgullo LGBT.
El cambio de fecha evidenció el distanciamiento oficial de una causa pro derechos humanos, lo cual impulsó a los colectivos lésbicos, gais, bisexuales, transexuales, transgénero, travesti, intersexual y queer (que hasta ahí va el desglose de la diversidad sexual, aunque dudo que en Colima haya grupos representativos de cada una de estas expresiones) a asumir posiciones más radicales.
Durante la segunda parte del gobierno de Mario Anguiano y los primeros dos años del sexenio de Ignacio Peralta, la Sedescol hizo esfuerzos por moderar las manifestaciones e inscribirlas en el contexto de la salud pública (el 17 de mayo de 1990 la asamblea general de la OMS decidió eliminar a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales).
Pero en el marco del Orgullo, la comunidad LGBT colimense exalta otra cosa: los disturbios del bar Stonewall en Nueva York, el 28 de junio de 1969, que marcaron el inicio del movimiento de liberación homosexual.
Por eso es que las manifestaciones son afirmativas: van desde pintar los pasos de cebra con los colores del arcoíris, hasta exigir –ya no agradecer por lo que han venido concediendo– a los autoridades estatales y municipales la vigencia de derechos como el matrimonio igualitario, el cambio de identidad de género o la adopción homoparental.
LA NUEVA DERECHA
Por el contrario, este lunes 17 de junio está anunciada la conferencia ‘Deconstruyendo el feminismo radical, la ideología de género y el aborto’ en el Centro de Convenciones Allegra.
Auspiciados por el Consejo Mexicano de la Familia, los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez, autores de El libro negro de la Nueva Izquierda, estarán en Colima, luego que en Ciudad de México la universidad católica La Salle les cerró las puertas, según los promotores “por presiones del lobby gay”.
La postura de Laje y Márquez se reduce a la idea de que son falsos derechos el de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, el de las personas con disforia de género a asumir la identidad legal que corresponde a su estilo de vida y el de hombres y mujeres a vivir su sexualidad abiertamente y a formar, si así lo desean, una familia con una pareja de su mismo sexo y, en su caso, a tener o adoptar hijos.
Como el argumento teológico no soporta una discusión académica, los cruzados contra lo que ellos denominan la ‘ideología de género’ postulan que estos conceptos son contrarios al derecho natural y a la ciencia misma que enseña el principio de que las personas nacen de una relación entre hombre y mujer, con un sexo definido, por lo que el pensamiento contrario a esa noción violenta la biología.
Es una buena estrategia de la Nueva Derecha meter en la discusión a la ciencia, porque la religión y la moral ya había perdido la batalla. Cuando involucramos a Dios en el problema del conocimiento, el debate se acaba porque, para empezar, quién va a ir a preguntarle a Dios qué opina de la cuestión. Por lo demás, alegar que la voluntad divina está plasmada en los textos bíblicos pierde contundencia cuando nos preguntamos sobre la historicidad de las sagradas escrituras.
Por eso es que ahora se recurre a conceptos científicos que eluden, por cierto, la dimensión cultural y sociológica de la homosexualidad. Y también por eso que los conferenciantes ya no son sacerdotes sino abogados que acusan a la comunidad LGBT de ser autoritaria y liberticida, no víctimas de un discurso de odio como siempre se han considerado sus miembros.
Ideólogos del patriarcado, como Laje y Márquez que antes justificaron las atrocidades de la dictadura militar en Argentina y hablaron por las víctimas del terrorismo comunista, ahora denuncian la persecución de la que son objeto por parte de un lobby rosa que, según ellos, no busca liberar sino adoctrinar a la juventud.
Esa misma mafia homosexual, dijeron voceros de la ultraderecha en días pasados, es la que con un cambio en la reglamentación escolar de la Ciudad de México quiere forzar a los niños a usar falda en vez de pantalón.
Una auténtica fake news, por cierto, pues lo que se aprobó fue la libertad de las niñas a usar también pantalón como parte del uniforme.
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