Resulta imposible evadir o eludir el tema: El primero de julio de 2018 los mexicanos fuimos a las urnas con una decisión: Dar un giro al destino de nuestro País. Y a través del voto masivo, llevamos al poder a Andrés Manuel López Obrador y junto con un mandato claro de cambio, le entregamos mayoría de escaños en las dos cámaras que integran el Congreso de la Unión y además muchos triunfos locales, como el obtenido en 15 de los 16 distritos locales en Colima y 4 alcaldías. Y digo, le entregamos, porque por él se votó a muchos de quienes resultaron electos.
Pareciera que desde la noche de ese mismo día hubiera tomado posesión de la Presidencia porque el régimen anterior, desde muchos puntos de vista, ya había desaparecido y Andrés fue el foco de las noticias, de los comentarios, de las discusiones y de la esperanza por un México más justo y más equitativo. Pero no era Presidente todavía y lo fue hasta hace siete meses. Sentimos que ha transcurrido mucho más tiempo porque México ha adquirido una velocidad de vértigo. Los cambios se han sucedido con rapidez y los resultados también, aunque no resulta fácil vencer un régimen tan arraigado como el priísta, o quizás mejor dicho, el neoliberal.
Lo elegimos para encabezar el Ejecutivo de la Unión durante seis años y aunque los resultados logrados hasta hoy son muchos y son trascendentes, muchos parecen haber olvidado que, a la fecha, ha transcurrido apenas el diez por ciento del tiempo para el cual lo elegimos. Y aunque los resultados sean evidentes, son muchos también los que faltan. Y muchos de los logros obtenidos, deben robustecerse; otros, complementarse y algunos más, rectificarse. En este orden de ideas, diremos, por ejemplo, que apenas la víspera fue abanderada y protestó la Guardia Nacional, pieza clave de la estrategia de seguridad que está incompleta y debe tener un mínimo de maduración y todavía se encuentran pendientes otras piezas del mecanismo de seguridad: Ya se avanza en la extinción de dominio, pero faltan muchas decisiones en temas relativos a procuración y administración de justicia. Los resultados están por venir, los veremos, aunque no ahora; todavía no.
Esto parece haberse olvidado a muchos mexicanos. Protestaron el domingo en varias ciudades, incluida Colima (aunque no muchos) para pedir al Presidente que se vaya porque no ha cumplido con sus promesas de campaña. ¿Podría un superhéroe haberlas cumplido ya? En Colima, por ejemplo, se les olvidó que el gobernador Peralta tiene mucho más tiempo en su cargo y a lo largo de los meses y de los años no hemos visto que se adopte una sola acción que tienda a solucionarla. Y que, durante los últimos dos sexenios presidenciales, sólo hemos visto crecer los índices. Si al gobernador no le exigen ¿Resulta entonces, una exigencia válida al Presidente? Muchos de los que marcharon aquí y en otros lugares (o mejor, los que mueven a los que marchan), son los que perdieron privilegios.
La corrupción y la impunidad no han podido ser eliminadas ¿Sería posible haberlas exterminado en siete meses? Y preguntaría a quienes marcharon ¿Siguen ofreciendo sobornos? ¿Ya no compran productos pirata? ¿Ya no compran artículos robados? Ese es un verdadero cáncer, cuyo combate corresponde a todos los mexicanos y todos tenemos pendientes que no hemos eliminado. Tanto es así que muchos de los que exigen, lo hacen porque, como dijimos, ven perdidos sus privilegios. Si vemos así el futuro del País, las metas que deseamos las mayorías, difícilmente podrán lograrse. El Gobierno debe encabezar un esfuerzo nacional (y a la fecha, lo ha hecho) pero no puede hacerlo todo. Si queremos llegar a la tierra prometida, debemos caminar por una carretera que se pavimenta y a la cual se le colocan señalizaciones, pero nadie nos cargará para llevarnos.
Ya sé que no hablamos de un gobierno perfecto. Continúan adentro de él, muchos emisarios del pasado que se resisten al cambio y lo boicotean. Y junto con otros obstáculos, en su oportunidad, habrán de ser removidos. Muchos vicios como el desabasto de medicamentos no son nuevos, están entre nosotros desde hace muchos años y su combate, aunque será largo, se está dando. El triunfo vendrá después.
Y también resulta necesario el compromiso decidido de los tres niveles de gobierno, así como de los tres poderes y de los órganos constitucionales autónomos. No todos se han comprometido y menos, cumplido, como es el caso de nuestro ejecutivo estatal. Algunos, hasta apuestan por el fracaso, con el sueño de que los partidos de antaño, los que nos quedaron mal, puedan regresar a la Presidencia de la República. Pero eso no será posible, ellos ya perdieron la batalla. Y quienes perdieron sus privilegios, ya los perdieron y el pueblo impedirá que los recuperen.
También se protesta por algunos sueños guajiros que se basan en falacias, como insistir en la construcción del Aeropuerto de Texcoco: Veámoslo así: Mejor perder lo hecho que gastar muchas veces más de lo que cuesta la opción alternativa para poder terminarlo y después y ya operando, cancelar operaciones muchas veces para proporcionarle un mantenimiento muy costoso y difícil. Y el caso de la venta del avión presidencial: Mejor perder por venderlo a un menor precio del pagado por adquirirlo que continuar pagándolo y, además, gastar por operarlo y mantenerlo. Los errores se cometieron antes y ahora hay que buscarles soluciones, yendo al mal menor.
Vamos bien, pero sólo han transcurrido siete meses del nuevo Gobierno. Dejémoslo trabajar y hagamos nuestra parte. Recordemos con Alí Primera, que no basta con rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.