El otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI) se apresta a elegir el próximo domingo 11 a su nuevo Comité Ejecutivo Nacional. Reducido a su mínima expresión y en peligro de quedar vacío como le sucede al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Es una elección que presumiblemente no emociona ni interesa a nadie (salvo a Fernando Moreno y a alguien más). Sin embargo, algunos le otorgan seguimiento, pero más por morbo que por interés real.
No han faltado declaraciones con respecto a la intervención de Andrés Manuel López Obrador o de Morena en ese proceso interno de un partido de oposición. El que junta estas letras no cree que exista injerencia del Presidente de la República o de los morenos, pues sólo debiéramos hacernos sólo una pregunta ¿qué ganan o qué pierden? La respuesta obvia es que nada. Y si no hay ventaja o desventaja ¿para qué entrometerse? El PRI es algo así como un cero a la izquierda.
Las encuestas coinciden con la cargada al predecir el triunfo de Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, el ex gobernador campechano a quién en parte como burla se le ha apodado Amlito, dado que ha buscado acercamiento con el Presidente de la República. En días pasados, en esta misma página, Adalberto Carvajal en su columna ESTACIÓN SUFRAGIO comentó atinadamente diversas declaraciones de Ivonne Ortega Pacheco, ex gobernadora yucateca y candidata también a la Presidencia de ese partido, quien se sitúa en segundo lugar en la contienda interna y se opone a quien seguramente se alzará con el triunfo; pues según una encuesta publicada por El Universal el pasado lunes, mientras Moreno cuenta con un apoyo del 45 %, el apoyo para Ortega suma apenas 21 % y los cálculos de su estudio demoscópico dicen que Moreno triunfará con 77 % de los votos que se emitirán. Ortega sostiene, entre otras cosas que López Obrador triunfó porque los priístas votaron por él y esas declaraciones me parecieron, además de mentirosas, lastimosas. Yo no creo que los tricolores (salvo alguna excepción) hayan votado por Andrés Manuel el año pasado y sí creo que el extendido voto a favor de la coalición que encabezaba Morena, era un voto en contra del PRI.
Los priístas se han arrogado desde siempre poseer un gran número de partidarios que nunca han tenido y a quienes nunca han representado. Si los tuvieran, jamás hubieran ganado Cárdenas (aunque no se reconoció su triunfo y en vez, gobernó Salinas), Fox, Calderón (aunque no ganó, pero se le reconoció para evitar que llegara Andrés Manuel) o del propio López Obrador (en dos ocasiones). Y les ha gustado también presumir un voto duro que nunca han poseído, y las votaciones citadas así lo demuestran.
Se trata pues, de un partido acabado pero que se niega a morir. Vive de un pasado que tuvo glorias, pero que fueron ahogadas por la corrupción y por haber traicionado a los mexicanos al enarbolar la bandera neoliberal que tanta desigualdad y desgracias provocaron al País y con ello, eliminaron el apoyo popular que un día tuvieron. El común de los mexicanos no quiere escuchar más de ese Partido y en un análisis serio no podemos descartar la posibilidad de su pronta extinción. Los mexicanos no deseamos votar por ellos y lo saben. Los políticos desean competir para ganar elecciones y los políticos priístas saben que no podrán hacerlo si compiten con esas siglas. Por eso vemos a algunos como Peralta, inmiscuidos en los procesos internos de Morena en vez de ocuparse de los de su Partido, si es que un día fue priísta. Peñista fue, pero priísta ¿quién sabe?
No faltan quienes se ilusionan todavía por el PRI, o quizás más bien tratan de parecer ilusionados porque no quieren declararse derrotados y acabados, talvez por temor a la burla popular. El rigor y la lógica, sin embargo, dicen otra cosa. Pero probablemente creen en el resurgimiento de su Partido por su lejanía con el pueblo; y claro, ellos tienen temor a la reacción del pueblo cuando los encuentren, por eso gustan de trasladarse en sus vehículos blindados, con chófer y guaruras y sin hablar con otros que no sean probadamente de los suyos. Pero sus razonamientos no son ciertos porque padecen sectarismo.
Se les ha olvidado a los priístas de hoy que López Obrador es un político real que sabe leer y entender el pensamiento y el deseo del pueblo, al que ha dado lo que necesita y pide y ese hecho, aunado al hecho de ser un gran comunicador, le ha otorgado algo de lo que carecieron muchos de sus antecesores en la Presidencia: Base popular. Por eso, aunque les duela, los priístas son una especie en peligro de extinción (pero sin protección de la SEMARNAT o de organismos internacionales y que no ha estudiado la CONABIO); y aunque también les duela, tendremos a López Obrador por mucho tiempo. Morena debe madurar, eso es cierto y los morenos deberán olvidarse de sus contiendas internas, pero Morena gobernará un largo rato y mientras, el PRI, si sobrevive deberá mostrar un cambio real y pedir a la Virgen de Guadalupe que el pueblo se olvide de lo que hizo y vuelva a creer en su Partido.
Y esa tarea no resulta sencilla, como tampoco lo es para los panuchos, cuyos líderes aglutinadores son Fox y Calderón que ya no son panistas, el primero por su evidente insanía mental y el segundo porque, mal aconsejado por el alcohol, desea formar un nuevo partido político que canalice las aspiraciones y ambiciones de las derechas nacionales. Por tanto, sigue sin aparecer una oposición real, posicionada.
Además, conviene tener presente que los priístas nos demostraron durante las presidencias de Fox y Calderón, que nacieron para obedecer y respetar siempre al presidente, sea o no sea priísta. Así que ahora, seguramente obedecen y respetan a López Obrador; siempre tratan de adivinar qué quiere el Presidente.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.