Jimmy

Este lunes 23 de diciembre, Colima despertó con la noticia de que uno de sus personajes más conocidos, Jimmy Goldsmith, había perdido la vida a causa de un infarto, a los 60 años de edad.

Patrocinador y dueño de la franquicia de Loros de la Universidad de Colima en la división de Ascenso del futbol nacional, James Manés, de nombre completo, había convertido Colima en su hogar por segunda ocasión hace una década, cuando terminó un exitoso proyecto futbolístico en Cihuatlán, y el entonces rector universitario Miguel Ángel Aguayo López, acordó con él ceder el nombre y el emblema de la UdeC para que el inglés dispusiera un equipo competitivo en búsqueda de un lugar en la antesala de la Primera División. A partir de ese momento, Goldsmith se convirtió en uno de esos personajes que, dentro o fuera del futbol, la gente de Colima conoció y asumió como de casa.

Jimmy Goldsmith  fue uno de los dos hijos que procreó Sir James Goldsmith (un multimillonario empresario y político franco-británico) con Ginette Léry, una de sus cuatro esposas. Alix, hermana de Jimmy, administra las propiedades de lujo (ahora hoteles) que su padre adquirió en Cuixmala, que fue casa de la señora Léry, y después en San Antonio, motivo por el que se vincularon con esta zona del occidente del país, a donde su padre se había refugiado unos años antes de morir de cáncer de páncreas, a los 64 años, en 1997.

La faceta de exitoso empresario, posteriormente político y activista del padre de Jimmy Goldsmith también estuvo vinculada al mundo del futbol, especialmente en Inglaterra, por lo que su hijo, quien decidió dedicarse al ámbito organizacional de este deporte, entró por la puerta grande dadas las relaciones con las altas esferas del futbol organizado que tuvo su progenitor.

Fue en la década de los ochenta, una vez que Jimmy había decidido dedicar su vida y su parte de la herencia al mundo del futbol, cuando el hijo de Sir James toma relevancia en México. Jimmy había palpado el futbol de diferentes continentes, pero llegó a México a la mitad de esa década, justo a tiempo para el Mundial de 1986. Dicha Copa del Mundo había sido de planeación apresurada, una vez que el cuaderno de cargos de la FIFA, con la que Jimmy tenía vínculos, fue insostenible para los colombianos, que unos años antes habían sido designados por el organismo internacional como la sede de ese torneo.

Las relaciones públicas de Jimmy le abrieron camino y le generaron algo más que respeto en el futbol mexicano. En el libro “El partido (del siglo) Argentina – Inglaterra 1986”, del periodista argentino Andrés Burgo, se relata una fiesta que Jimmy organizó a la selección albiceleste días antes de la máxima competición, y donde Diego Maradona habría prometido a alguno de sus compañeros que regalaría un Rolex como el que portaba en ese momento, si es que resultaban campeones del mundo. El mejor ejemplo de que sus relaciones en el mundo del futbol siempre estuvieron ligadas a las esferas más altas del negocio espectáculo.

A partir de ahí, y por más de diez años, Jimmy Goldsmith fue aprovechado por la Federación Mexicana de Futbol como su más potente relacionista público, capaz de conseguir partidos amistosos con las selecciones más prestigiadas y abrir las puertas de la logística en cualquier escenario del mundo.

Debido a ello, Jimmy se convirtió también en el impulsor de carreras futbolísticas de los máximos exponentes del futbol mexicano en los ochenta y los noventa, como el caso de Carlos Hermosillo, uno de los mejores goleadores del balompié nacional, quien después de haber salido campeón con América, se fue a Bélgica a retomar las bases del juego, para posteriormente regresar a hacer historia con el Cruz Azul.

En una foto del campamento de la selección mexicana que acudió al Mundial de Francia 1998 publicada en la colección Clío, se puede reconocer a un Jimmy Goldsmith con muchos más pelirrojos que entrecanos en la poca cabellera de sus casi 40 años. Después vino la Copa Confederaciones 1999, y empezando el nuevo siglo, el inglés se alejó de los grandes entretelones, dedicándose cada vez más a sus equipos de categorías de ascenso.

Con visitas esporádicas a Colima entre el 2002 y el 2007, cada vez que regresaba a la que había sido su casa allá por los noventa, los reporteros no desaprovechábamos la oportunidad de preguntarle cuándo regresaría sus equipos a las canchas colimenses, a sabiendas de que siempre disponía escuadras que competían y daban espectáculo.

Finalmente, en 2008 se le presentó la oportunidad de darle vida nuevamente a la franquicia de Loros, en la Segunda División, con derecho a ascender a la ex Primera A. Esta última etapa de Jimmy en Colima se dio con altibajos en la competencia, aunque el inglés no escatimaba recursos.

La logística y las condiciones que Jimmy disponía para sus escuadras eran de Primera División, por lo que sus jugadores nunca tuvieron pretexto alguno para no dar lo mejor de sí. Pese a ello, en el palco oficial del Estadio Olímpico Universitario, a veces tocaba ver a un inglés rumiante, exigiendo que sus futbolistas dieran esa versión que él esperaba de ellos.

Y es que Jimmy, como dueño de equipo, tenía la sangre caliente como de un nacido en el trópico. La formalidad de la Liga Premier sería extraña para un empresario futbolístico que echó raíces en una calurosa, pequeña y medianamente habitada ciudad a la que le patrocinó futbol profesional por años. En el contexto colimense y mexicano, Jimmy demostraba ser más paisano nuestro, que de Bobby Moore.

Conforme pasaron los años, Goldsmith también asumió los códigos de la etiqueta política a la colimense, y cedía el lugar que la posición electoral le confería a cada individuo, pese a que no tenía ninguna necesidad de ello. Incluso, en sus labores altruistas, sumaba actores políticos que gustosos corrían a la foto, a sabiendas de la generosidad de Jimmy.  

Lo que nunca podría reprochársele a Jimmy es que la derrama que generaba en la localidad su pasión por el futbol, hizo posible que un equipo de potencial permaneciera una década en nuestras tierras. El futbol es una industria feroz, caníbal en algunos sentidos, y cualquier dinero privado o público que entra siempre corre el riesgo de convertirse en una gran pérdida para quien se atreve a apostar. Por eso, ni las empresas más antiguas y poderosas de Colima se atreven a siquiera patrocinar una parte de este juego, y las administraciones públicas que lo han hecho han salido con el rabo al descubierto.

En Colima, el futbol patrocinado por Jimmy se convirtió en la renta que el inglés dejó a la tierra en la que decidió pasar sus últimos años, comiendo en lugares colimenses, teniendo amigos colimenses y convirtiéndose en un colimense.

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