A diario nos enteramos de grandes avances en el mejoramiento de la seguridad social y el bienestar de las familias mexicanas. Bien dice el presidente, los mexicanos votaron por un cambio de régimen, por un proyecto social que viera y atendiera a los más vulnerables, y casi nada, tan solo en estos casi 35 años de brutal neoliberalismo, suman casi más del 90 por ciento de la población total los afectados por ese sistema que mandaba a la miseria y a la muerte a millones de compatriotas, sin ninguna prestación social, sin ningún derecho al trabajo, a la salud, a la educación.
Eso ya cambió, ahora hay una efectiva transformación en el mundo laboral y en el de las libertades de los trabajadores en general, en todos los ámbitos de la vida pública. El terrorismo de Estado, que perseguía a los trabajadores, amafiado con sindicatos de líderes charros, está felizmente siendo atacado, en sus raíces, de ramificaciones subterráneas y aéreas putrefactas. De modo que los trabajadores están viviendo un renacimiento crítico, una beligerancia libertaria contra los farsantes patrones, así sean gobernantes, ministros y magistrados; jueces, consejeros de organismos facciosos, etcétera.
En esta nueva realidad de empoderamiento de la clase trabajadora, la más afectada en todo el tiempo de la vida pública y la empresa contemporánea, quienes se entregan a realizar sus trabajos con responsabilidad social, con institucionalidad, dando lo mejor de ellos y ellas; deben desenmascarar a los farsantes funcionarios y gobernantes del viejo régimen de la corrupción, o los embozados en mascaras de ciudadanos que reniegan de la política, y nadan en ella. Hay una transformación institucional y jurídica para abordar los conflictos laborales, es cierto, pero también debe existir un respaldo del nuevo gobierno, que ha creado y está desplegando un nuevo proyecto de Nación. Debe tener acciones políticas que adviertan, disuadan o enjuicien a los farsantes y mediocres gobernantes, que lloran como plañideras -valga la redundancia con fines de machacar más- la situación administrativa que no aciertan en ordenar, con medidas de austeridad y de eficiencia de los recursos.
Nuestra pequeña entidad registra hechos históricos en que los trabajadores han sufrido el acoso y la persecución, uno de aquellos fue el ataque del gobierno de Carlos de la Madrid contra la burocracia sindicalizada del gobierno del estado, al grado de que el decreto infame tuvo que cocinarse en las casi mazmorras del Congreso, muy cerca de las crujías lóbregas y siniestras de la Procuraduría estatal, donde después, a dueto, el asesino Sam López cantaba opera con el obispo grillazo, Gilberto Balbuena, que pedía cada dos años su carro del año al gobierno.Como sindicalista que he sido toda mi vida, solidarizándome con la clase trabajadora, no puedo evitar analizar aquí hechos del orden laboral, sobretodo haciendo énfasis en la negra alma y el comportamiento brutal, de lesa calidad humana, de los actores políticos, que, por mediocres han tratado de resolver la ausencia de recursos con el infame despido de cientos y decenas de empleados, cuyas familias y ellos mismos se debaten en profundos conflictos internos ante el desasosiego que significa amanecer sin el empleo.
En esa lista de crimínales públicos -por la forma en que proceden en contra de los trabajadores- hay nombres claros; el gobernador Ignacio Peralta Sánchez; el presidente municipal ambicioso y acelerado Leoncio Morán, y los magistrados del Poder Judicial local. Entre despedir a cientos y decenas y no cubrir aguinaldos, se han ganado el repudio y se lo ganarán más conforme se acerca el tiempo electoral.
Los Sánchez en el Gobierno del Estado y en el Ayuntamiento de Colima, son enemigos declarados de los trabajadores; uno y otro, en la oscuridad siniestra, han apuñalado por la espalda el sagrado derecho al trabajo y al sustento de sus trabajadores. Morán Sánchez, recogido con su ambiciosa consorte en el remanso espiritual de las fiestas decembrinas y de año nuevo, se dio el tiempo suficiente para despedir a 90 trabajadores, sin notificarles formalmente, como si no existieran en la vida administrativa.
Muy lejos están de lo que acertadamente y haciendo un gran esfuerzo, meritorio, han hecho otros alcaldes que cubrieron a tiempo las prestaciones sociales, sin endeudarse y sin andar lloriqueando como lo hace el alcalde de Colima y el gobernador del Estado, a éste a quien le ha echado la mano López Obrador, ciertamente, y por eso mismo debería reconocer que es falso lo que dice la prensa subvencionada, de que llegarán más de mil millones menos. Hay que ser agradecidos.Otro punto negro en la historia laboral infame, lo constituye la guerra despiadada que el grupo porril enfiló contra el sindicato liderado entonces por Leonardo Gutiérrez, quien con toda la fuerza de la razón y el Derecho, ha seguido luchando para revertir ese terrorismo laboral y que le restituyan los derechos a sus compañeros trabajadores universitarios, despedidos por razones políticas y para dar paso a un sindicato charro y blanco, espurio.
En fin, los tribunales seguramente resolverán a favor de los trabajadores, porque ahora son otros tiempos, donde los derechos humanos y laborales, deben ser respetados.
PUNTO Y RAYA
Derecho a la Salud para todo el pueblo.Es un acto pletórico de justicia, la puesta en marcha desde el 1 de enero, de acceso de atención médica al pueblo en el sector de salud pública, se esté o no se esté afiliado a ese derecho.Ahora, millones de mexicanos, que se veían en riesgo de perder la vida por enfermedades que podían ser curadas, pueden gozar del sistema de atención en el IMSS y el ISSSTE. Lo que aparejado al combate de los moches en el tráfico de los medicamentos en estas instituciones, y a la entrega discrecional de aparatos ortopédicos y cirugías; el derecho a la salud es ya una gran conquista del gobierno social de Andrés Manuel López Obrador. ¡Hasta la próxima!