Mi padre está en grave RIESGO por el coronavirus. Mi madre también.

Autores: Josep Boix y Raquel Boix

«Mi padre está en grave RIESGO por el coronavirus. Mi madre también».

A estas alturas del día, casi todos se habrán dado cuenta, por los medios y el Gobierno, de que  la situación era más seria de lo que decían. Nosotros estamos indignados.

Mi padre está en grave RIESGO por este coronavirus. Mi madre también. Dos personas mayores, medianamente sanas aunque con sus lógicos achaques, tienen una situación mucho más peligrosa para su vida que hace unos meses. En mi opinión, no solo por culpa de un virus hasta hace poco desconocido, el Covid-19, sino al parecer por la incompetencia y negligencia de los que nos dirigen, con la colaboración inestimable de la mayoría de los medios de comunicación. También pareciera incluso que la mala fe de algunos ha antepuesto a la Salud Pública ciertos “mal considerados” intereses económicos. Pensando quizás que el problema de salud se cebaba únicamente con los mayores, pacientes pluripatológicos o inmunodeprimidos y personal sanitario, han subestimado la inmensa repercusión económica que tendría sobre el total de la población y la economía, incluidos ellos mismos y sus empresas. Llevo más de veinte días advirtiendo de que no se está haciendo absolutamente nada para detener la amenaza, y ahora ya no es una cosa lejana sino que la tenemos aquí. Ahora se empieza a hacer algo, muy poco. Ahora que ya es tarde. Veinte días en los que me he encontrado incomprensión e incluso burla al decir que había que tomárselo más en serio, que había que tomar medidas. Pero ahí estaban las consignas de políticos y medios: «esto es como una gripe», «es como un resfriado». Me lo repitió en persona alguien que conozco en un medio de comunicación, con quien llegué a discutir, que me insultó llamándome paranoico, que me menospreció diciendo que no iba a saber yo más que los «expertos». Hablaban de psicosis y miedo cuando veían a alguien con una mascarilla, confundiéndolo con prevención y responsabilidad individual en aras del bienestar colectivo.

Junto con mi hermana (médico), llevamos muchos días peleando para que los de alrededor se lo tomen en serio. Hemos hecho lo que hemos podido, que es muy poco, porque los que están al mando, los que de verdad pueden hacer algo, no hacían otra cosa que minimizar el problema, que despreciar a los que avisaban, defendiendo no sé bien qué intereses, porque desde luego los de la población en general y de los sanitarios, que ahora van a sufrir las consecuencias, no ha sido.

La única consigna, lo único que han defendido los políticos y los medios hasta ahora, ha sido que no hay que «alarmar». Como si eso fuera el mayor de los problemas. ¿Pero, qué hubiera pasado si la gente hubiese estado un poco «alarmada» (por «avisada») en su momento, hace un mes, o dos, o tres semanas? Pues que todo el mundo se lo habría tomado en serio, se habría preparado algo, habría empezado a tomar precauciones. No hubiese tenido más que consecuencias positivas. Porque generar algo de alarma puede ser peligroso ante una amenaza inventada, pero cuando la amenaza es real, lo más conveniente es generar esa alarma -sin ser alarmista- de manera gradual y controlada, no negarla. Porque cuando llega el peligro de verdad, esa alarma se activa de todas formas, y probablemente de forma más abrupta, porque la gente se encuentra de golpe con que no puede confiar en quien decía que no debía preocuparse.

Vivo en Valencia, y anteayer a última hora se suspendieron las Fallas, las fiestas patronales. Anteayer, después de diez días de oleadas de personas que acudían a las concentraciones diarias a eventos y que abarrotaban las plazas, calles, cafeterías y restaurantes, después de diez días de paellas compartidas, de reuniones en conciertos, de fiestas nocturnas, de eventos promovidos por las autoridades, de manifestaciones multitudinarias. Eso con un virus en circulación que ha encerrado a 57 millones de chinos en sus casas durante más de un mes, que tiene a Italia entera confinada en su casa y paralizada, con sus Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) desbordadas, y que ya empieza a colapsar la sanidad de Madrid, el País Vasco y la Rioja.

Pero no había que alarmar. No había que cambiar nada ni hacer nada, no se fuera a coartar el inalienable derecho hedonista a la diversión, el inamovible principio democrático que tienen los «humanos» a hacer lo que les viene en gana, por encima del derecho de otros, principalmente mayores, a la vida y a la salud.

Y lo peor es que se sigue sin hacer casi nada. Se toman algunas medidas en Madrid, pero aquí no se aplican. Aquí está todo controlado, eso es cosa de esas regiones que tienen muchos casos. Como antes lo fue de Italia y antes incluso lo fue de China. ¡Qué absoluta imprevisión, qué negligencia!

Estamos esperando a que también en Valencia se desborde la sanidad para empezar a hacer algo, para tomar alguna medida. Pero, ¿En manos de quiénes estamos? ¿Es tan difícil usar un poco el cerebro y pensar que todo está conectado, que es cuestión de tiempo, que miles de madrileños, italianos y gente de todas partes, vienen cada fin de semana de turismo, que todos estamos interrelacionados? Muchos estudiantes universitarios sin clases en Madrid están volviéndose a sus regiones de origen. Muchos a los que se ha solicitado en Madrid “teletrabajar” y que tienen segundas residencias en el Levante se están desplazando para aquí ? ¿Es que no hay nadie capacitado para tomar decisiones antes de que la cosa explote?

¿Es tan grave que se suspendan las clases asistenciales en universidades e institutos, y hacerlas online durante un tiempo? ¿Es tan grave posponer conciertos, mascletás y otras manifestaciones durante unas semanas en beneficio de la salud de todos y de la vida de muchos, principalmente mayores? ¿Es tan grave tomar precauciones? Mucha gente se llena la boca con la palabra solidaridad, pero luego no es capaz de renunciar ni al más trivial de sus caprichos por los demás.

Mi hermana y yo tenemos una gran sensación de impotencia. Vas al médico y éstos están desprotegidos, no toman ninguna precaución, no llevan ni una triste mascarilla, y bromean y presionan a la gente que la lleva para que se la quite. No piensan que algunos la llevan no por protegerse a sí mismos, sino por empatía y como «activistas», para concienciar al entorno y proteger a sus padres, a sus suegros y a los mayores en general. Hay que sensibilizar a los jóvenes porque somos vectores de la enfermedad, y nosotros estamos convencidos de que se puede hacer algo de manera individual, es una responsabilidad de todos. En China, arrestan a cualquiera que no lleve una mascarilla por la calle. ¿Eso no le dice nada a nadie? El personal sanitario está muy expuesto. Además, un solo médico infectado puede transmitir la enfermedad a cientos de pacientes, muchos de ellos vulnerables. ¿Sería tan grave tomar esa precaución mínima? ¿Sería tan grave tomar otras precauciones antes de que la situación se desborde?

No puedo creer que no se haya hecho. No me puedo creer que siga sin hacerse.

No creo que podamos ser capaces de construir hospitales en 15 días como en China, pero ¿no podríamos haber empezado ya hace 1 mes a instalar alguna planta más de fabricación de mascarillas de alta contención, o de productos desinfectantes para manos con actividad sobre los virus? ¿No podríamos ya haber ampliado las posibilidades de las instalaciones existentes para no hablar de desabastecimiento en los hospitales? Hubiera sido mucho más útil que difundir que no servían para nada. ¿Es que nadie se ha planteado que si en los primeros países que se vieron afectados todos la llevan, en primer lugar los servicios sanitarios y las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, será por algo? Dejemos los comportamientos gregarios y en masa, reflexionemos un poco, porque no había que tener muchos conocimientos científicos para darse cuenta de que había incongruencias demasiado llamativas y sin sentido en las directrices «desde arriba».

Insisto, no puedo creer que no se haya hecho, no me puedo creer que siga sin hacerse. No me puedo creer que mis padres estén en este riesgo. Y no solo es por el virus, es por la imprevisión, por la incapacidad, por la negligencia casi criminal de los que tenían que tomar las decisiones y de los medios de comunicación a su servicio, o con falta de profesionales independientes, reflexivos y valientes para opinar. Ahora ya es tarde y se están suspendiendo reuniones, congresos, viajes, eventos, fiestas… muchas empresas van a sufrir grandes pérdidas y van a tener que prescindir de trabajadores o incluso algunas ya están quebrando… ¿No hubiera creado mucha menos alarma y evitado el pánico empezar a tomar medidas y controlar la situación antes? Aún llegados a este punto, no hay que preocuparse sino que ocuparse. Para intentar contribuir a no aumentar la transmisión, nosotros sí que estamos intentando no tocar lo que tocan otras personas y, si es imprescindible, tomamos la precaución de lavarnos las manos después con agua y jabón durante 1 minuto, o usamos un desinfectante de manos cuando no hay posibilidad de lavarse. Evitamos el contacto social, si no es necesario, y las aglomeraciones de gente. Que se suspendieran los congresos médicos y otros eventos pero no las Fallas hace 2 semanas nos parecía inaudito.

Nuestra impotencia se debía también a la desatención por parte de la población general, porque  hay mucho tozudo y porque la información a través de los medios no ha sido del todo rigurosa y correcta. Cuando ya faltaban las mascarillas en las farmacias, se difundió masivamente que no eran eficaces para evitar contagiarse pero sí para evitar contagiar a otros, pero esa información contenía un sesgo. En general, no se comunicó que sí que son eficaces para proteger, como en el caso de otros «virus respiratorios» (aunque hay que tener en cuenta que existen diferentes tipos) pero que no aseguran que no te contagies por otra vía: porque lo puedes hacer por los ojos, las manos al quitarte la mascarilla, las heces, etc. Lo que había es que insistir en que no es necesario hacer acopio.

Hace 10 días que nosotros enviamos ya el siguiente mensaje escrito «avisando» a familiares que viven fuera de España:
«aquí en España la epidemia de coronavirus pinta mal, se creen tan listos que, viendo lo que ha ocurrido en China, Irán e Italia… no están aprovechando el modelo para tomar las medidas necesarias. La Comunidad China en Valencia parece sentirse impotente y estar tan indignada como nosotros, y han cerrado sus negocios hasta después de las Fallas porque, según han dicho en las Noticias TV, «las autoridades no están tomando las medidas suficientes»…

La cosa parece que empieza en México y países de América del Sur. Espero que no pase lo mismo que aquí y os recomiendo mucha prevención: mascarilla, lavado de manos con agua y jabón durante 1 minuto y desinfectantes de manos con soluciones alcohólicas (se contagia por boca, nariz, ojos… por el virus en gotitas de saliva expulsadas al toser, estornudar, hablar, etc.; por contacto con manos, superficies contaminadas…). Aquí han tardado en dar información y, como se empeñan en llamar a la calma, mucha gente no está haciendo ni caso. Pero nosotros consideramos que es mejor prevenir: concienciación con información sin alarmismo, y para evitar el pánico más adelante. El personal sanitario es un colectivo bastante afectado (supongo que los médicos de vuestro entorno ya lo sabrán, pero lo digo por ellos). Es una infección más frecuente en personas de mediana edad (pero que suele ser leve) pero contagian a mayores, que tienen gran riesgo.

Espero que os sirvan de algo estas indicaciones. Calma pues pero colaboración todos para evitar contagiar, sobre todo a los más vulnerables.”

Además de para seguir intentando contribuir a la promoción de la salud y a la reflexión, a informar  y a concienciar a la población que todavía no se haya unido a esta causa de responsabilidad general e individual, sirva este escrito con nuestra humilde opinión para mandar un mensaje de ánimo y de apoyo a los héroes profesionales que se van a ver desbordados en su trabajo para ocuparse de todos nosotros durante esta crisis sanitaria que no ha hecho nada más que empezar, y a los muchos inocentes -o no tanto- que sufrirán sus efectos económicos y de salud.

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