EL BARBIJO MÁGICO. ENTRE DICTADORES, HÉROES Y VILLANOS

Ya llegó el momento para que la lucha contra el SARS CoV-2 sea encabezada por la ciencia y no por la política y la magia como hasta ahora ha sido. Pero hasta ahora ha privado la ambición de los políticos locales que se sienten héroes por oponerse a las medidas dictadas por la autoridad federal. No han podido convencernos, entre otras cosas porque observamos una Secretaría de Salud improvisada y carente de argumentos.

No han podido convencernos porque no han tenido argumentos, porque el ejecutivo estatal no ha sido congruente, no ha predicado con el ejemplo, porque carece de calidad moral, porque cada ayuntamiento va a su propio aire y por muchas cosas más, como el hecho de que los colimenses hemos preferido dejarnos guiar por chismes y rumores divulgados principalmente por el guasá y el face. El pueblo necesita sentirse protegido y por ello cree cuanta tontería se divulga, sin importar que lo que se dice carezca de base científica: Un médico japonés dijo, alguien que trabaja en el Seguro Social informa, un conocido que contrajo el coronavirus recomienda, y muchas otras notas en este tenor. Allí el uso del cubrebocas se ha convertido en el símbolo de lucha para muchos, un muchos que igual abarca ignorantes y paranoicos, aunque también a muchos ciudadanos preocupados, porque se sienten desprotegidos por las autoridades. 

Así, y ante la imposibilidad de que el ejecutivo estatal nos convenza, lanza un decreto para, entre otras cosas, obligarnos a usar el barbijo, cubrebocas, nasobuco o como queramos llamarlo en nuestros casos, o bien, bozal o cubrehocicos en el caso de los políticos o grillos aventureros e improvisados. Y por ese camino, resultan más impopulares. Nos multarán si no usamos el adminículo ese, cuando la autoridad federal es escéptica con respecto a la medida, al igual que sucede con la Organización Mundial de la Salud. 

Imaginen la desproporción: Ignacio Peralta, con toda su simpatía, y su peón de estribo para estos efectos, Guadalupe Delgado contra Jorge Alcocer, Hugo López Gatell y Tedros Adhanom Ghebreyesus. Yo, mejor anoto puntos suspensivos. No deben sentirse héroes, sino serlo. 

Nos multarán cuando el gobernador organiza una fiesta en Nogueras para sus amigos gobernadores antifederalistas y asiste a las que otros organizan, nos multarán los ayuntamientos que no pueden controlar a sus propios empleados para que lo hagan aún dentro de sus oficinas (cuando menos en Comala). Nos multarán aún cuando las medidas que adoptan no resultan congruentes entre ellas. Nos multarán cuando no lo hacen con quienes cometen infracciones de tránsito o de otro tipo. Nos multarán cuando el ejecutivo estatal no puede castigar ni con una multa a homicidas, violadores o ladrones. Nos multarán cuando el Presidente Municipal de Comala asiste y autoriza fiestas patronales en vez de abrir los jardines públicos. Nos multarán, en fin, cuando nada han intentado hacer para detener la pandemia, excepto publicidad política y solicitar autorizaciones para endeudarse y cuando se niegan a entregar cuentas al Congreso que tiene la obligación de fiscalizar al ejecutivo. 

Y el barbijo se ha convertido en un símbolo. Hay un importante grupo de ciudadanos promotores de su uso indiscriminado, que llegan hasta el ridículo de usarlos cuando son un chófer que viaja sólo en su vehículo y lo hace con las ventanillas cerradas. Y con ello, mueven a la risa. Otros, que parecen ser engendros de Hitler o de Stalin, señalan con dedo fiamígero y condenan a quien no lo usa, aunque los que reclaman, muchas veces usen uno cochino y mal colocado. 

El cubrebocas es un auxiliar, pero sólo si se sabe usar y se generaliza su uso. Y aún así, no pasa de ser un auxiliar que no suple otras medidas. Si observamos a quienes lo hacen, parece difícil que quienes lo usan correctamente, sean algo más que unos cuantos. Aún sus héroes protectores, se los colocan mal, los tocan y no los usan limpios. Además, los que se colocan, no son elaborados con los materiales adecuados ni con las características recomendables. Entonces ellos, que los usan mal, promueven que otros también los usen mal. 

Los médicos y en general, el personal de salud, poseen un largo entrenamiento para usarlos. Y aún así, sobre todo, quienes no son cirujanos, cometen errores al usarlos, sobre todo durante un período prolongado y sobre todo también en un clima tan caliente como el nuestro. En lugar de que las autoridades nos obliguen a usarlo, que nos enseñen a hacerlo correctamente y que nos demuestren que son capaces de convencer, al menos, a quienes cobran en sus nóminas. Y claro, que emulen a gobiernos comprometidos, como el de la Ciudad de México, y que los repartan de manera gratuita y masiva, sobre todo en el caso de los más necesitados. Que vayan a la calle y enseñen a usarlos correctamente. 

A aquellos ciudadanos que hasta histéricamente quieren que se obligue y multe a quien no lo use, porque creen que todos a quienes tienen más o menos cerca, serán los causantes de su muerte, recomendaría prudencia y que aprendan el uso correcto y las limitaciones de un nasobuco. Si tanto temor tienen a ser contagiados, y es válido que lo tengan, mejor quédense en casa. Si alguien no lo usa, no necesariamente es ignorante o desconsiderado como suelen alegar. Quizás más bien, es porque observa la forma cómo se usa y eso lo hace concluir que da lo mismo que se use o no. No es un villano. No es cuestión de buenos o malos porque no somos jueces para determinarlo. Como siempre, ningún fundamentalismo puede resultar bueno para nadie o para sociedad alguna. 

Y a las autoridades, les recordaría que ya se inventaron los derechos humanos y que la Constitución les obliga a tutelarlos, así que no quieran cumplir con ese mandato, atropellándolos. Congruencia, señores. Congruencia y sentido común. Que sea la ciencia lo que guíe la lucha contra la epidemia. Ya llegarán los tiempos para que grillen, ahora, son actos anticipados de campaña. Consistencia y congruencia. 

MAX CORTÉS 

Agradezco a este prestigioso comunicador sus expresiones, así como la recomendación a su audiencia para que lean esta columna. El juntador de estas letras reafirma su compromiso de exponer argumentos sobre temas de interés general, con el objetivo de elevar el nivel de la discusión pública. No pretendo ser imparcial, eso ningún ser pensante puede serlo, pero si mantengo mi compromiso de ser sincero, siempre. Y por supuesto, de no hacer mis comentarios, objeto de comercio. 

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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