EL CABILDERO

Hay una fecha que ofrece otra interpretación a la visita del Secretario de Hacienda. El 17 de julio pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador arribaba al puerto de Manzanillo con buena parte de la llamada <<plana mayor>> de su gabinete, una convocatoria que si bien no representa un hecho inédito, sí se administra conforme lo dictan los tiempos políticos.

Concurrían en aquella ocasión el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González; el Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; el entonces secretario de Seguridad y Protección Ciudadana Alfonso Durazo Montalvo; el comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio; el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto Castillo, y el Administrador General de Aduanas, Horacio Duarte Olivares.

A la gira por territorio colimense le precedía un recorrido por Jalisco y Guanajuato, entidades gobernadas por las figuras más visibles de la Alianza Federalista que días antes habían lanzado el primer amago de rebeldía.Concluido el acto en la Administración Portuaria, la comitiva abordó una embarcación anclada en la zona naval para compartir alimentos y aprovechar – quizás- lo más importante de los encuentros privados con la alta jerarquía: esa charla cercana e informal que abre paso a todo tipo de compromisos.

Testigos de la reunión informaron a este columnista un suceso que atrajo las miradas de algunos comensales. El gobernador Peralta, que se encontraba próximo al asiento del Presidente, buscaba afanosamente su atención ya sea con el inicio de una plática o bien, expresando alguna opinión complementaria a lo que ahí se decía.

Quienes han convivido con el mandatario federal aseguran que es característica suya cambiar la conversación de forma abrupta cuando desea evitar algo o a alguien. Con el colimense no fue la excepción. Las veces que Nacho buscaba captar su interés las mismas veces que el tabasqueño desviaba la mirada o, simplemente, giraba el torso en un ángulo suficiente para cancelar la comunicación.

Carpeta en mano, Peralta Sánchez nunca pudo mostrar a López Obrador el documento que contenía el respaldo de nueve de los diez alcaldes para la contratación del famoso crédito de los 700 millones. Se menciona incluso que, ante la inesperada retirada presidencial, debió acelerar el paso para solicitar de último recurso una audiencia que hasta el día de hoy no se ha llevado a cabo.
El desaire de AMLO bien podría encajar en una  conducta ordinaria de no ser porque, justo una hora antes se había expresado como no lo hizo con Diego Sinhue Rodríguez ni mucho menos con Enrique Alfaro: «Hay cosas que no se pueden ocultar en la vida – dijo en su discurso- y una de esas es el dinero; además, suele pasar que los corruptos son muy fantoches, fanfarrones, extravagantes, lo primero que hacen es usar ropa de marca, alhajas, comprarse carros de lujo, residencias en México, departamentos en Miami, en Nueva York… se les conoce a leguas.

«Por eso, yo cuando veo a algún personaje así, guardo mi distancia, me mantengo de manera precavida. Ahora ya las cosas van a empezar a cambiar, ya están cambiando, ahora esos fanfarrones, fantoches, prepotentes, alzados, corruptos, ya no son bien vistos en nuestro país».
Desde aquel mensaje de evidentes significados pero también de señalamientos directos, Peralta Sánchez y sus principales socios han trabajado en la contención de dos frentes: el electoral y el judicial.

Con tantos años en la administración pública la verdad es que comprenden como pocos un principio básico: se le une a quien presenta las condiciones para alcanzar un objetivo no a quien se aleja de él. Tomando en cuenta la escasa posibilidad de transmitir el poder a cuadros de su mismo partido, han procurado acercamientos con personalidades relevantes de la 4T y el primer escalón ha sido el dirigente nacional de Morena Mario Delgado Carrillo a quien sin pudor alguno plantearon formalizar el <<primor>>, proyecto inviable no por desinterés del legislador con licencia, sino por la gran desaprobación que existe hacia el Revolucionario Institucional.

La fallida intención de aparecer juntos en la boleta ha obligado a la cúpula priista a transitar por el mismo camino que en los pasados comicios: la infiltración de candidatos. Eso anticipa el razonamiento de por qué una persona como Guillermo Toscano se convertirá en la propuesta de Morena a la presidencia municipal de Villa de Álvarez. Y ese mismo factor nos ayuda a interpretar por qué, al tiempo de buscar acuerdos con Delgado Carrillo, mantienen alejados de esa posibilidad a los propios panistas.

¿A CAMBIO DE QUÉ?

El cabildeo de José Ignacio Peralta no se limita a los alcances de su excompañero de estudios y excoordinador de los diputados federales de Morena. En su intento por demostrar <<voluntad política >> (en términos procesales su equivalente sería figura de testigo protegido) ha hecho de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, una de sus principales interlocutoras.

Se sabe que con la ministra en retiro ha tocado temas concernientes a la Alianza Federalista de la cual prometió <<bajarse>>, aunque también ha solicitado imponer línea para la autorización del nuevo libramiento, obra de la que por cierto, omitió aclarar que la fianza de 65 millones de pesos se pagaría durante un periodo de ¡30 años!

Con la comodidad que ofrece el diálogo gestor, Peralta Sánchez ha aprovechado la oportunidad para revivir una petición que, en su debido momento, realizó a su amigo personal y entonces canciller en el sexenio de Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray Carso: ¡una embajada! Y nada despistado, el gobernador viajero ha sumado a su oráculo cuatroteísta al mismísimo Arturo Herrera y al queretano Santiago Nieto Castillo, éste último el funcionario a quien el presidente López Obrador encargó en aquella multicitada gira por Manzanillo combatir a la delincuencia organizada, en especial a la de cuello blanco.

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