La señora Irma invitó a Laura a ganarse mil trescientos pesos. La primera condición es entregarle a cambio una copia de su credencial de elector y acompañarla a un evento con la candidata Mely Romero. El encuentro sería en el salón Primaveras en Villa de Álvarez, pero hay un gran inconveniente: Laura no desea votar por ella. Aun así, Irma le aconseja asistir, pues le recuerda que el voto es libre y secreto. Nadie se dará cuenta. Convencida por estas garantías, Laura accede a la invitación y ya en el lugar le asignan un asiento de cuya mesa desconoce a todos.
Impaciente por el retraso, decide preguntar por el recurso prometido, fue entonces cuando se enteró de un siguiente requisito: reclutar a cinco personas, una menos que la cuota de Irma. Desalentada por el nuevo filtro, Laura sólo pudo presentar en ese momento la credencial de su esposo pero con muy poca utilidad. Además de faltarle cuatro identificaciones, la entrega de su dinero está programada en la próxima reunión en tanto lleve a sus cinco invitados y (he aquí la nueva regla) proporcione una foto con todos ellos.
Al volver a su silla con el desánimo a cuestas, una gran movilización atrae las miradas. La aparatosa presencia de guaruras anunciaba el arribo del exgobernador Fernando Moreno y del presidente estatal del PRI Arnoldo Ochoa. Con su muy particular forma de interpretar la realidad ambos hablaron de la situación por la que atraviesa el país para desembocar su macro análisis en el precio de la tortilla y del frijol.
Las risas burlonas y las miradas espontáneas rompieron el témpano de hielo que había en la mesa de Laura. Y es que la indignación de los oradores ante este incremento resultaba poco convincente. Esa imagen de la Suburban blindada afuera de la tortillería, o la del chofer armado rindiendo cuentas sobre el cambio no es fácil de asimilar para quienes van de propio pie al mandado y de verdad resienten los incrementos a la canasta básica. El punto es que, tras explicar las «bondades» de este reclutamiento piramidal, la vieja guardia priista se marchó mientras la candidata retrasó su salida para obtener el testimonio fotográfico con la nueva «estructura».
Esta forma de inducir al voto no es novedosa. Los partidos políticos han experimentado diversas estrategias para garantizar la votación de sus simpatizantes mediante la entrega de dinero, despensas, promesas de trabajo o amenazas de despido para quienes ya forman parte de la nómina oficial. A esta red en particular se le conoce como la «flor de la abundancia electoral», un modelo que adquiere su nombre por las similitudes que guarda con el controvertido esquema de financiamiento a base de aportaciones colectivas.
En una columna publicada en 2018, el analista Abraham Isaac Vergara Contreras expuso que la diferencia entre una y otra es que en la electoral «el centro es quien reparte el efectivo, la tarjeta de despensa o de perdida el ‘chesco y la torta de jamón’ «. De acuerdo a los testimonios presentados a este columnista, «la flor» en mención está compuesta por diez niveles, de todos esos solamente los primeros seis son sujetos de remuneración única, la cual va desde los dos mil pesos hasta los mil trescientos presos. A partir del séptimo nivel la retribución es con despensas mientras que en los últimos dos el compromiso es el seguimiento por llamadas telefónicas.
El relato es un caso verídico ocurrido en la sección electoral 160 del Distrito VII en Villa de Álvarez. Los nombres reales de las promotoras del voto fueron protegidos toda vez que el Revolucionario Institucional concentra un completo registro de sus datos personales y eso, más el antecedente belicoso de su actual dirigencia, les hace temer a represalias.