“Ese hombre que por hechos o por dichos es respetado tanto, ese hombre que por dichos o por hechos es festejado tanto, debiera olvidar que casi iba solo cuando desnudó aquella emoción que ahora es de todos.” Silvio Rodríguez, ese hombre.
El día de ayer fue un día histórico para el pueblo de México, pues éste dio un ejemplo de dignidad, de valentía y de principios, en la voz y representación de nuestro compañero presidente Andrés Manuel, dirigiendo la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU con maestría, ya que a diferencia de lo que muchos pensaban, el presidente con la segunda mayor aceptación del mundo, se mostró serio y enfático en sus planteamientos.
Desde un principio dejó clara su postura que lo caracteriza; atacar las causas de los problemas e ir a lo sustancial, pero ésta vez, a nivel mundial y ya no sólo nacional. La visión política internacionalista del presidente se volvió a hacer patente.
“No vengo a hablar de seguridad como sinónimo de poderío militar ni como argumento para el empleo de la fuerza contra nadie”, con esta frase rompió de inmediato con el falso discurso de las medidas coercitivas y de que la violencia se combate con más violencia, dejando gala de su postura humanista, de fraternidad, de justicia social y construcción de la paz.
Con la sencillez que lo caracteriza, Andrés Manuel López Obrador vino a desenmascarar y a exhibir todas las deficiencias del sistema neoliberal: “el modelo neoliberal que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de los pueblos y las naciones”, sentenció.
Por si fuera poco, en la cara de los neoliberales, de las grandes potencias, de los “desarrollados”, de las farmacéuticas, del banco mundial y del FMI, manifestó que sería hipócrita ignorar que la corrupción es la causa principal de la desigualdad y de la pobreza, de la migración, de la violencia y de graves conflictos sociales. Pero no solo exhibió el fracaso del sistema vigente, si no que expuso al mundo un ejemplo de cómo se está combatiendo en México el problema de raíz, con paz, con amor, con bienestar, con justicia y solidaridad.
El ejemplo está en los programas sociales implementados en nuestro país, que buscan reparar el tejido social y que combaten, progresivamente, el egoísmo, el individualismo, y que no dejan nada bueno y menos si se trata de naciones enteras.
El día de ayer el presidente, más que un discurso, puso al sistema neoliberal en el centro del debate mundial y dando muestra de su gran capacidad de gestión y haciendo valer su condición de estadista respetado a nivel regional e internacional, puso en la mesa la propuesta del “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”: Una propuesta concreta y objetiva para erradicar la terrible desigualdad mundial, que busca construir estabilidad y paz por medio de la justicia y la solidaridad con quienes más necesitan de nuestro apoyo.
Dicha propuesta internacionalista consiste la creación de un fondo global a partir de una contribución anual voluntaria, del 4% por ciento de las fortunas de las mil personas más ricas del planeta; una aportación similar por parte de las mil corporaciones privadas más importantes por su valor en el mercado mundial, y finalmente una cooperación del 0.2 %del PIB de cada uno de los países integrantes del Grupo de los 20, para ser destinados a la generación de políticas internacionales que garanticen un verdadero cumplimiento a los derechos económicos sociales y culturales de las personas más desprotegidas.
Y dijo: “estoy seguro que todos, ricos y pobres, donantes y beneficiarios, vamos a estar más tranquilos con nuestra conciencia y viviremos con mayor fortaleza moral”. Afirmó con contundencia: “Nunca la riqueza del mundo se había concentrado en tan pocas manos, ni tampoco nunca se había hecho una crítica a fondo al protagonismo y discurso vacío de las Naciones Unidas”.
Muchas personas sobre todo conservadoras, que nunca han vivido la injusticia social, el hambre y la desigualdad, tildaron la propuesta de “ocurrencia”, de que no podrían generarse impuestos universales sobre la riqueza ni habría mecanismos multinacionales para ello… sin embargo, al día de hoy, apenas 24 horas después del contundente planteamiento de nuestro Presidente en el Consejo de Seguridad de la ONU, 47 países han manifestado ya su interés en retomar y buscar implementar la propuesta de Andrés Manuel sobre el “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”.
Nuestro presidente es un transformador de la realidad social, un constructor de paz, de justicia social, de democracia, libertad y fraternidad, tenemos un presidente de vanguardia a nivel internacional, que podría ser el impulsor para concretar y materializar, lo que Thomas Piketty se atrevió a soñar como una utopía: en su libro “El capital en el Siglo XXI”, el economista francés refiere lo siguiente:
«El impuesto mundial sobre el capital es una utopía: es difícil imaginar que a corto plazo todas las naciones del mundo se pusieran de acuerdo para instituirlo, que establecieran una escala impositiva aplicable a todas las fortunas del planeta y, por último, que repartieran armoniosamente los ingresos entre los países. Sin embargo, es una utopía útil, me parece, por varias razones. Para empezar, incluso si esta institución ideal no se crea en un futuro previsible, es importante tener presente ese punto de referencia con el fin de evaluar mejor lo que permiten y no permiten las soluciones alternativas. Veremos que, a falta de una solución de este tipo, que en su forma completa exige un nivel muy elevado de cooperación internacional –sin duda poco realista a mediano plazo-, bien puede instituirse de forma gradual y progresiva».
Hoy 47 naciones manifestaron su interés en sumarse a la propuesta del “Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”, con 47 países es un buen número para empezar a construir la utopía, para volverla poco a poco realidad. Un nuevo internacionalismo es necesario fundar desde la izquierda democrática para la construcción de la justicia social y de la democracia que sea verdaderamente para todas y todos.
Ayer Andrés Manuel logró poner en el centro de la discusión, desde las entrañas mismas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el horizonte político de la 4ta Transformación y de la democracia con justicia social: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Sin titubeos y sin empacho, dijo de frente a los diferentes líderes mundiales: “Nunca en la historia de esta organización [ONU] se ha hecho algo realmente sustancial en beneficio de los pobres, pero nunca es tarde para hacer justicia.” La invitación está hecha, el reto está sobre la mesa.
Coincido con usted, compañero Presidente, “Nunca es tarde para hacer justicia” y, como muchas mexicanas y mexicanos que luchamos día con día por la transformación del país, en que “por el bien de todos, primero los pobres”