ADÁN EN EL PARAÍSO

El viernes 1 de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró el cuarto aniversario de la victoria electoral en 2018 con la inauguración de la refinería Olmeca en el puerto Dos Bocas, ubicado en el municipio tabasqueño de Paraíso.

El mandatario informó que la obra está concluida, aunque no empezará a producir gasolinas hasta dentro de seis meses cuando termine la etapa de pruebas. Cálculos más conservadores aplazan hasta 2023 la entrada en funciones, añadiendo tres meses al periodo de ensayo.

Lo que está claro es que la refinería no alcanzará su capacidad máxima de procesamiento –340,000 barriles diarios de crudo– hasta 2024, cuando el país esté sumido en la elección de quien será el sucesor de AMLO y, previsiblemente, el continuador del proyecto de la Cuarta Transformación.

La ceremonia generó entonces una lectura política y electoral por parte de la oposición, y también de los equipos que se han formado en torno a los aspirantes a la candidatura presidencial de Morena.

El mensaje con motivo del “cuarto año del triunfo democrático histórico” evidenció que, el epicentro político del país, se desplazó de la Ciudad de México al estado de Tabasco.

Es decir, de la capital del país donde gobierna Claudia Scheinbaum y despacha el canciller Marcelo Ebrard –dos de las corcholatas destapadas por López Obrador en este pókar abierto con el que suplió al juego del dedazo– a la entidad que gobernó Adán Augusto López y, particularmente, a Paraíso donde nació el secretario de Gobernación.

Cuando la obra de la refinería empezó, se esperaba que esta inauguración marcara el arranque de la campaña preelectoral de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien se hizo cargo de la construcción luego que el gobierno federal cancelara las licitaciones ante la falta de compromiso de los contratistas en cumplir el plazo. Sin embargo, la carta de la geografía mató a la del sector. En la confrontación entre Claudia y Marcelo, el tercero en discordia será Adán.

EJE DEL DESARROLLO

Como en su momento el aeropuerto de Santa Lucía o en un futuro próximo el Tren Maya, la refinería se ha convertido en un símbolo de la 4T.

Para sus detractores, como el coordinador de los diputados federales panistas Jorge Romero Herrera, “es un capricho costoso e innecesario” que en nada contribuirá a mejorar las condiciones económicas del país. Para Andrés Manuel “ya es un sueño convertido en realidad” la primera refinería construida en cuatro décadas, no obstante ser México una potencia petrolera.

Hablan de capricho porque se construye en el estado natal del presidente. Tras más de treinta años de haber sido castigado por el gobierno federal, precisamente porque de Tabasco es López Obrador, la 4T apuesta por el sureste como una forma de lograr un equilibrio entre esa región, un norte industrializado y el centro del país donde se ha reunido gran parte de la infraestructura nacional.

La castración neoliberal de nuestro potencial petrolero (y la intriga política) retrasaron la continuación de proyectos de desarrollo en Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Pero así como el Tren Maya y el aeropuerto de Tulum le darán sentido a la idea setentera de impulsar Cancún y luego la Riviera Maya como destinos de playa y turismo cultural, dado el enorme patrimonio arqueológico y colonial de la zona, la refinería consolidará al puerto de Dos Bocas.

El puerto de Paraíso nació de la necesidad que tenía Petroleos Mexicanos de contar con un centro de embarque y exportación de crudo en el Golfo de México. Antes que los neoliberales decidieran la quiebra de Pemex, desde Dos Bocas se pensaba manejar la producción de la Sonda de Campeche y de los campos petroleros de Tabasco. Su ubicación estratégica le permitirá ser puerta de comunicación marítima con los mercados de Estados Unidos y de acceso terrestre a Centroamérica.

Decir que construir ahí la refinería Olmeca para detonar el municipio es un capricho de López Obrador, es tanto como considerar una extravagancia del presidente Miguel de la Madrid la construcción del puerto interior en San Pedrito y la autopista Manzanillo-Guadalajara.

SOBERANÍA ENERGÉTICA

Cuando esté operando a plena capacidad, Dos Bocas producirá la misma cantidad de gasolina que Deer Park, la refinería en Texas donde el gobierno de AMLO liquidó la sociedad con Shell y hoy tiene Pemex una participación total.

Sumada a la producción del resto de las refinerías del país y de las coquizadoras, se logrará la autosuficiencia en combustibles antes del fin del sexenio según los planes de Pemex.

Las seis refinerías están en proceso de modernización, luego de haber sido abandonadas hasta casi el punto de la obsolecencia por los gobiernos neoliberales. Esta administración de la 4T empezó también la construcción en Salina Cruz y Tula de dos nuevas plantas coquizadoras, cuyos productos y subproductos son gas combustible, propano-propileno, butano-butileno, naftas, gasóleo ligero de coquizadora, gasóleo pesado de coquizadora y coque.

En la actualidad, México compra en el extranjero el 70 por ciento de los 715,000 barriles diarios consumidos en promedio en los primeros seis meses del año pasado, según datos de la Secretaría de Energía citados por El País. Una política de sustitución de importaciones resulta lógica en una nación con nuestras reservas de hidrocarburos, pero contraria la ideología neoliberal (Alfredo Jalife habla de teología, aludiendo al carácter dogmático de ese pensamiento económico) según la cual México no necesitaba fabricar a alto costo la gasolina y el gas que podría adquirir baratos en el mercado internacional.

NEGOCIO DEL ESTADO

Los efectos de la guerra en Ucrania mostraron la conveniencia de blindar nuestra soberanía energética, frente a las acciones especulativas naturales en un libre mercado. Curiosamente, subraya el mismo Jalife, con los precios alcanzados por el barril de petroleo la tesorería nacional consiguió los ingresos extraordinarios suficientes para reponer la inversión en Dos Bocas, aun cuando el costo de la refinería ya duplicó el presupuesto original de 8,000 millones de dólares y no obstante que, según fuentes citadas por Bloomberg, el gasto total podría llegar a los 18,000 mdd.

Pese al considerable impacto ambiental que tiene seguir usando combustibles fósiles como energéticos, y aun considerando que las reservas de petroleo disminuirán hasta que se vuelva incosteable quemarlo o resulte más rentable destinarlo a la producción de plásticos y otros derivados de la petroquímica, la utilización masiva de energías limpias es algo que tardará al menos dos décadas más.

La apuesta de López Obrador es que mientras esa ventana dure abierta, el negocio de la energía sea del Estado mexicano y no de los extranjeros y sus socios: los políticos de partidos como PRI, PAN y PRD que reformaron la Constitución para consumar la privatización petrolera y eléctrica.

Correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

Comentarios

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *