A cuatro años (según el calendario político legislativo porque, en realidad, se cumplirán el 1º de diciembre), se mantiene alta la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador. No obstante ser cuando –se supone de acuerdo al ritmo sexenal– comienza la caída de los mandatarios mexicanos, ¿por qué AMLO se mantiene?
En todo caso, ¿cuáles han sido los momentos críticos en que se marcó una tendencia a la baja?, le pregunta Julio Hernández López ‘Astillero’ a Francisco Abundiz, director de la casa demoscópica Parametría, en el Astillero Informa del 1 de septiembre de 2022 (https://www.youtube.com/watch?v=Fi8WdC8t8Wk).
“Aunque el presidente empezó con un capital político muy alto, desde 2019 ha ido bajando. Pero más allá de lo que haya perdido en términos de aprobación, sigue siendo un número elevado.
“Se han publicado distintos sondeos y parece haber una gran diferencia entre los que publicamos mediciones cara a cara, en vivienda, con los hacen encuestas telefónicas o por internet.
“Este segundo tipo de mediciones tienen como restricción no poder incluir al 30 por ciento de la población que no cuenta con servicios de telecomunicaciones. Y como este sector es parte de la base electoral del presidente, cualquier medición telefónica o por internet va a tener esa carencia. Por eso, si las agrupas, verás que sistemáticamente el presidente aparece más abajo que en las encuestas en vivienda. En prácticamente todas las mediciones que se hacen cara a cara, el presidente está por arriba de los 60 puntos. Y en algunas, como en la nuestra, alrededor del 70 por ciento.
“Si bien ha tenido altas y bajas, realmente sorprende la estabilidad incluso en el periodo post-pandemia. Precisamente, en 2020 se notó algún desgaste en su aprobación. Pasada esa circunstancia, la popularidad de AMLO se recuperó y ha sido bastante estable desde entonces en alrededor del 60 por ciento”, dice Abundiz.
MUY INTERESANTE
“En cuanto a las explicaciones –sigue diciendo el director de Parametría–, una muy obvia que algunos analistas no parecen considerar es que este gobierno tiene una dimensión social importante. Las ayudas económicas que ha estado dando, en un momento como la pandemia valen doble. Mientras la economía nacional estaba pasando por una etapa difícil, la gente tenía asegurado un ingreso.
“Ya en la dimensión comunicativa, en el fenómeno de la opinión o de psicología social, ha habido dos factores fundamentales para esta estabilidad: por un lado, la gente no está vinculando necesariamente al presidente con los logros o fracasos de este gobierno; y por otro, pero vinculado al anterior, la gente está evaluando más el esfuerzo que el logro. En efecto, la gente no está vinculando la figura del presidente necesariamente con la gestión de su gobierno. Van en pistas separadas.
“El presidente tiene credibilidad: se evalúan sus cualidades, su personalidad y su carácter. Y cuando preguntas directamente por su gestión o por su trabajo, siempre sale bien evaluado. Más allá de los resultados que se puedan observar en temas como el combate al narcotráfico o a la inseguridad, la gente ve un estilo de gobernar distinto. Ve a un presidente que está gobernando para ellos, y se identifican con él. Esos factores de su imagen personal importan mucho en la evaluación.
“Sin embargo, cuando evalúas áreas de gobierno, sobre todas las más críticas como la seguridad, aparece una diferencia de cerca de 40 puntos entre la imagen del presidente y esos renglones de combate al narcotráfico y a la inseguridad que suelen ser o han sido desde el inicio de la administración de los más bajos.
“Es inusual, casi contradictorio este fenómeno: mientras él está muy estable en sus mediciones, hay movimientos en las evaluaciones de su gobierno. Dos de las principales banderas de este gobierno, los programas sociales para el combate a la pobreza y el combate a la corrupción, durante tres años se mantuvieron muy estables en las mediciones. Pero ya en las encuestas cercanas a septiembre, no ocupan los primeros lugares. Y eso es interesante”, insiste Abundiz.
MEJOR QUE PEÑA, SÍ
“Hay otro par de variables que tenemos medidas. A la pregunta: ‘Comparado con la administración anterior, ¿AMLO lo está haciendo mejor o peor?’, como el referente que tiene el actual presidente es tan bajo (Peña Nieto llegó a niveles históricamente muy bajos en su popularidad, nunca antes vistos) la mayor parte de la gente considera que esta es una mejor administración
“Si bien se ha desgastado, todavía los números le dan alguna ventaja al presidente cuando se pregunta si ya se puede evaluar la gestión de López Obrador o aún falta tiempo. Empezamos con niveles del 70 por ciento de la gente que en 2019 decía que, obviamente, faltaba tiempo, apenas iba empezando. Cayó a 60 puntos el año siguiente. Y en el 2022 estamos en niveles de 50: el 54 por ciento de la población cree que necesita más tiempo, pero otro 44 dice que ya es tiempo de evaluar o de ver resultados.
“Entonces, AMLO parece muy estable en el primer indicador: la comparación con el anterior régimen; pero hay otros indicadores como es la expectativa de la gente, que se están moviendo bastante”, resume Abundiz.
LAS MISMAS VARIABLES
¿Qué tan cierto es que, con la excepción enorme de Peña Nieto, los parámetros de popularidad de López Obrador son parecidos a los que en momentos similares tuvieron anteriores presidentes de la república?, pregunta Julio Astillero.
“Las variables que medimos, en efecto, son muy similares. Sin embargo, para la gente la misma pregunta representa cosas distintas. Un fenómeno como el que estamos viendo se presentó con Fox, cuando la gente empezó a ver que el candidato por el que había votado no estaba dando los resultados que esperaba. El gobierno del cambio quiso justificar sus problemas de gestión con variables externas, que realmente nada tenían que ver.
“Son las mismas variables pero, en distintos momentos y con diferentes presidentes, significan distintas cosas para el público. Como pocas veces antes, esta variable hoy está centrada en las cualidades personales del presidente más allá de su ejercicio. Por eso es un fenómeno distinto.”
TIENE OTROS DATOS
En el medio periodístico, ha sido impactante la innovación que el presidente López Obrador estableció en la relación prensa-poder. A partir de las mañaneras, observa Julio Astillero, cambió radicalmente el estilo y la forma como los presidentes de las república se comunican.
En otros terrenos, por ejemplo en la economía, hay quienes se asombran que se mantengan parámetros positivos cuando las circunstancias son negativas. Y sostienen que el presidente recurre a ciertas medidas propias (“yo tengo otros datos”) que estremecen los criterios de medición tradicionales.
En materia de encuestas, de estudios de opinión pública, de la demoscopía como ciencia, ¿qué ha sido diferente con López Obrador? Como especialista en estos temas, ¿en qué medida el estilo de Andrés Manuel te ha hecho cambiar, mover o confirmar indicadores?, pregunta el también columnista de La Jornada al director de Parametría.
“El fenómeno que observamos en cuanto a diagnósticos de opinión, está muy vinculado con los fenómenos de comunicación. Y, en este caso de su forma particular de comunicar, si bien no teníamos un referente en la presidencia sí lo tuvimos en gobiernos locales: el referente es él mismo cuando fue jefe de Gobierno. Es decir, ya habíamos vivido esta comunicación cotidiana, en otra escala y en otra dimensión, en la Ciudad de México.
“Sin embargo, el fenómeno que estamos observando es que, a diferencia de una administración más convencional donde normalmente tienes a los medios de comunicación o, ahora, a las redes sociales traduciendo lo que pasó, hoy en día el presidente es fuente de información.
“Eso que hacían los medios masivos o sociales al relatar el evento (tenga que ver con gobierno o no), explicar si lo que pasa en materia de inseguridad es grave, sopesar un posible diferendo con el gobierno de Estados Unidos o valorar lo que significa una manifestación pública de los empresarios, lo hace el presidente en la mañanera.
“Eso que es distinto ahora en términos comunicativos y que tiene un enorme impacto sobre la opinión pública, nunca lo habíamos visto. El presidente, en algún sentido, se ha convertido en el competidor de los periodistas, de los muchos colegas tuyos que están a favor o en contra de la 4T.
“Para la gente, el presidente tiene la misma validez que los voceros tradicionales de los medios de comunicación, como pueden ser López Dóriga que tuvo uno de los noticieros más visibles y Loret de Mola, o que columnistas respetados como el propio Julio Astillero”, explica Abundiz.
COMUNICACIÓN DIARIA
“López Obrador está compitiendo en la interpretación de los eventos allá afuera. Y eso es algo que no habíamos visto a nivel nacional, aunque sí lo vimos a nivel local como ya señalé”, sigue diciendo el director de Parametría.
“Aquí lo interesante, si observamos precisamente qué pasó en la jefatura de Gobierno con esa presencia casi constante en los medios de comunicación, es que cuando dejó de estar en esas conferencias sus niveles de aprobación, credibilidad y reputación cayeron de manera dramática.
“Ese es uno de los peligros que puede tener ese mecanismo: para mantener la presencia, hay que hacer la mañanera cotidiana. Siendo autocrítico, AMLO mismo dijo que probablemente ya era necesario estar también los sábados y los domingos, porque sabe que cualquier vacío informativo que se genere alguien se va a encargar de ocuparlo. Por eso, es un espacio que él no está dejando.
“Ese es el fenómeno y nos impacta en términos de opinión, porque nosotros también nos encargamos de ver cuál es la fuente de información, qué credibilidad tiene una noticia, una creencia o una actitud. López Obrador es un fenómeno de opinión pero, frecuentemente, esto acaba en el propio presidente”, sostiene Abundiz.
SOBREESTIMACIONES
Una última pregunta hace Julio Astillero. Durante el tiempo de Andrés Manuel López Obrador como candidato y como dirigente partidista, muchas veces opinó negativamente de las encuestas. Decía que estaban cuchareadas o adulteradas y no había que creerles.
Luego vino esta etapa en la cual, durante estos cuatro años menos tres meses de gobierno federal, las encuestas en general le han sido muy positivas. Las ha presumido y difundido, tanto en la mañanera como por parte de sus seguidores.
¿Qué pasará si las cosas llegan a cambiar? ¿Volverá otra vez López Obrador al señalamiento de que las encuestas están cuchareadas y que las encuestadoras forman parte de la mafia del poder?
“Esa actitud no es privativa del presidente, es un fenómeno genérico en la clase política o entre algunos actores: cuando los números o los datos no les vienen bien o son críticos, cuestionan la fuente de información; cuando los números les favorecen, las aplauden, las aprecian, las valoran y recomiendan el uso de encuestas.
“AMLO es un usuario muy educado de estas mediciones y tiene sus propias fuentes de información, pero sin duda el gusto por las encuestas depende básicamente de si las mediciones le dan la razón. Te doy un ejemplo que él no cuestionó, pero en el gremio tendría que haber sido un escándalo y merecía una fuerte revisión:
“En julio de 2012 cometimos una de las sobreestimaciones más grandes respecto a una fuerza política, al decir que Morena quedaría casi 7 puntos porcentuales en promedio por encima del resultado final que fue de 34 a 35 por ciento. Hubo mediciones que lo sobreestimaron hasta en 10 puntos. Todos, absolutamente todos en el gremio, sobreestimamos a Morena y nadie habló de eso. Se dejó pasar pero, en términos de medición, fue un error grave.
“Las mediciones son un instrumento vulnerable ante ciertos fenómenos. Y ahora con Morena podría ser que otra vez estemos sobreestimando la fuerza electoral de ese partido. Por eso, habría que tener cuidado con lo que se está publicando porque ya tuvimos la experiencia. Y no me sorprendería que esté pasando ahora con algunas mediciones que están circulando ahora, en medios nacionales como Reforma.
“Sin embargo, como esas sobrestimaciones le vienen bien a Morena y al presidente, nadie dice nada. Pero si eres riguroso en términos de lo que significa errar en una medición, de no ser necesariamente precisos en lo que se publica, que las mediciones preelectorales no terminen siendo iguales al resultado final sería un error tan grave como el del escándalo de 2012”, concluye Francisco Abundiz.
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