Alentado el Frente Estudiantil Revolucionario por los Zuno para minar a la Federación de Estudiantes de Guadalajara, los miembros del FER se sintieron traicionados cuando Luis Echeverría, como presidente electo, pactó en 1970 con la FEG. Y decidieron tomar la Casa del Estudiante apunta de pistola.
Ese era el ambiente violento que se vivía por esa época en la capital de Jalisco, a donde muchos colimenses se trasladaron para estudiar la preparatoria y tener derecho a ingresar a una licenciatura de la UdeG, ya que la Universidad de Colima la oferta profesional se limitaba a Derecho y Contabilidad.
Así lo recuerda uno de nuestros lectores, quien nos escribió para ayudarnos a trazar la línea ideológica y política en la que se formó Raúl Padilla, el jefe máximo de la Universidad de Guadalajara que hace unos días se quitó la vida.
Conforme avanzaron los años setenta, el movimiento de resistencia al interior de la UdeG se radicalizó y terminó aliándose a grupos como la Liga Comunista 23 de Septiembre, las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) y la Unión del Pueblo, que iniciaron la lucha en Nuevo León y otros estados.
Pero “el pueblo no estaba preparado para lo que venía. Un grupo puede determinarse, avanzar y avanzar, pero quedarse solo, la gente no los seguirá y eso nos pasó”, afirma Bertha Gutiérrez (Tita), al dar su testimonio para el reportaje ‘1968 en Jalisco: la imposición del silencio’, que Zona Docs publicó el 2 de octubre de 2021.
Al FER se le responsabilizaría en los medios del asesinato de Carlos Ramírez Ladewig y, a la Liga, del secuestro de Guadalupe Zuno, dos delitos que bien pudieron ser crímenes de Estado.
La comunidad universitaria culpó del homicidio de Carlos al propio Echeverría. Y en Guadalajara era un rumor muy extendido que, el plagio del padre de la compañera María Esther, fue una manera de distraer a la opinión pública luego que en Monterrey se le atribuyera al gobierno echeverrista tener infiltrado al grupo guerrillero que intentó capturar al empresario Eugenio Garza Sada para exigir rescate, en un operativo donde el magnate resultó muerto.
EL PELACUAS
Siendo estudiante de preparatoria, nuestro lector conoció al gatillero más terrible de los grupos porriles que actuaban al interior de la UdeG, “el famoso Pelacuas”, Carlos Morales García.
A matones como el Pelacuas y el Alemán (alias del expresidente de la FEG Guillermo Gómez Reyes, mencionado en Los Archivos de la Represión del FER como ‘participante en el asesinato del militante revolucionario Arnulfo Prado Rosas’), “el gobierno federal los utilizó para enfrentarlos a los grupos no afines, los mismos que con los años formaron las células más radicales de la guerrilla”. Y el más golpeado y conocido de esos grupos fue el que con el tiempo dio origen a la 23 de Septiembre.
De la más reciente columna en Reforma del investigador y analista Sergio Aguayo, ‘Universidad de Guadalajara: el reencuentro’ (publicada el miércoles 12 de abril), se infiere que Echeverría fue el responsable de armar a la FEG y dejar a esa casa de estudios en manos de liderazgos violentos que, con el tiempo, se asumieron como promotores culturales.
A finales de 2022, invitado por Raúl Padilla a dictar la Cátedra Julio Cortázar, Aguayo estuvo diez días en la UdeG donde, además de impartir el curso y otras conferencias, hizo una serie de entrevistas sobre la evolución de la violencia en su estado natal.
Si el crimen organizado tiene 50 años floreciendo en Jalisco, ¿cómo ha manejado el Grupo Universidad la relación con los grupos delincuenciales?, se pregunta Aguayo. “Es común que en las universidades se vendan drogas al menudeo. ¿Existen entendimientos o acuerdos entre instituciones educativas y carteles?”
Y recuerda que, en los años setenta, “para combatir al movimiento guerrillero, Luis Echeverría envió a la XV Zona Militar con sede en Guadalajara a un general corrupto y represor, Federico Amaya, que empoderó a uno de los grupos de sicarios más violentos” de la FEG: la banda del Pelacuas, “quien asesinaba activistas, extorsionaba empresarios, litigaba con una 45 y vendía drogas en la Universidad”.
Escribe Aguayo que, “durante esos años, el jefe máximo del Grupo Universidad, Carlos Ramírez Ladewig, pidió un informe más detallado. Le informaron que la banda del Pelacuas vendía drogas en 20 puntos y que estaba apoderándose de las sociedades de alumnos, la base de su poder político. Grupo Universidad planeaba salir a las calles para protestar”.
MANDARÍN CULTURAL
El entonces gobernador Alberto Orozco “reaccionó y acudió con Echeverría. De Los Pinos salió la orden de apresar al Pelacuas y a su grupo, pero el presidente remató la operación dándole impunidad al general Federico Amaya haciéndolo senador por Nuevo León”.
[Por esos días, a la Procuraduría de Justicia de Colima se incorporaron como agentes del Ministerio Público un grupo de abogados vinculados al Pelacuas. Su encomienda era preparar la aprehensión de los líderes estudiantiles locales enfrentados al gobernador Arturo Noriega. Cuando se publicó la noticia de la detención de Morales García en 1974, esos ministeriales desaparecieron sin alcanzar a vaciar sus escritorios].
Según Aguayo, del encarcelamiento del Pelacuas “una posible consecuencia fue la ejecución a balazos de Ramírez Ladewig” al año siguiente. Sin embargo, en 1977 llegó Padilla a la presidencia de la FEG “e inició una compleja transformación de la institución y del Grupo Universidad. Eliminó su vocación violenta y la proyectó como faro cultural, aunque jamás aflojó los controles sobre la UdeG”
En la entrevista, Padilla le confirmó al académico del Colegio de México que, “en efecto, Ramírez Ladewig había frenado la entrada del narco a la UdeG”, pero ya no hubo oportunidad que le explicara cómo, en su calidad de jefe político de la institución educativa, Raúl “había logrado contener la penetración de los carteles que han implantado un gobierno paralelo en Jalisco” ni “cuál era su postura frente a la venta de drogas en instalaciones universitarias”. Quedó pendiente también la firma de “un convenio entre el Colmex y la UdeG para fortalecer los estudios sobre la violencia criminal en Jalisco”.
Ubicado entre quienes lo consideran “un cacique” y quienes lo celebran como “un prócer cultural”, para Aguayo el exrector de la UdeG “se asemeja al mandarín ilustrado que ejerce el poder de manera autoritaria y relativamente pacífica”. Y “en tanto se aclara su papel”, Sergio coincide con Diego Petersen que en El Informador de Guadalajara escribió el 3 de abril: después de 35 años de control en la casa de estudios, Raúl Padilla “lo que deja es sin duda mejor de lo que recibió”.
SOCIALISTAS DEL PRI
Aunque enfrentado en los últimos años con ambos, Padilla en algún momento fue aliado del hoy gobernador Enrique Alfaro y de López Obrador cuando aún no era presidente de la república.
Con Andrés Manuel participó en los comicios de 2006. Después rompieron y, en 2018, Raúl apoyó al panista Ricardo Anaya.
Por su parte, la franquicia del PRD que la UdeG ha manejado en Jalisco ayudó a Alfaro Ramírez, cuando dejó el PRI en 2005, a ser diputado local en 2007 y alcalde de Tlajomulco en 2009. Tras romper con el Sol Azteca, Alfaro fue postulado por Movimiento Ciudadano a la gubernatura en 2012, quedando en segundo lugar tras el priista Aristóteles Sandoval que contó con el apoyo de Padilla. En 2015, Enrique ganó la alcaldía de Guadalajara y, en 2018, el gobierno del estado y la hegemonía política para MC en la entidad.
SALIDA A TIEMPO
Los padres de Enrique y Raúl sirvieron al Estado en su etapa de mayor represión. Cuando la FEG se negó a sumarse al Comité Nacional de Huelga luego que sus representantes acudieran a Guadalajara en busca de respaldo al movimiento estudiantil de 1968, el presidente de la Federación era nada menos que Enrique Alfaro Anguiano.
Tambien los hijos de Alfaro y Padilla fueron hombres del viejo régimen. Pero ante la alternancia panista y en el arranque de la cuarta transformación, no dudaron en acomodarse a las nuevas circunstancias. Alguna vez militante con credencial del PSUM –según cita un testimonio el periodista Pedro Mellado–, Raúl acabó alineándose con la derecha. En cambio, camino al 2024 Enrique fue el primero en pasarse al lado de López Obrador.
Casado con la ultraderecha manifiesta en la Fundación Internacional para la Libertad (la otra FIL) que preside Mario Vargas Llosa, la posibilidad de desalentar una embestida política y financiera a la UdeG y sus empresas culturales pudo ser una de las razones por las cuales Raúl Padilla decidió quitarse la vida justo en este momento, adelantando el desenlace fatal que le habían pronosticado para su cáncer de estómago.
Con sendas cartas, el gobernador de Jalisco y el rector general Ricardo Villanueva se dijeron dispuestos a platicar con miras a terminar el conflicto:
Enrique Alfaro pide que la UdeG deje de financiar actividades ajenas a sus funciones sustantivas, como es la existencia del partido político local Hagamos.
El dirigente formal de la casa de estudios afirma que la Universidad es punto de convergencia entre varios pensamientos críticos y sociales, pero coincide en que “se deben retomar los trabajos para que, con estuerzo de ambas instituciones, se generen las condiciones que nos permitan cumplir cabalmente con las funciones sustantivas de la Universidad”, las cuales en otras palabras no se pueden cumplir si el dinero del presupuesto no fluye.
Este acercamiento entre Gobierno del Estado y la UdeG, probablemente, habría sido imposible con Raúl Padilla vivo.
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