TERMINAL DE CRUCEROS

El sábado 19 de octubre con la llegada del Ruby Princess inició la temporada de cruceros en Manzanillo[1], uno de los puertos del Pacífico que menos se beneficia de este tipo de turismo ya que su vocación es la carga contenerizada. Tan complementaria es la recepción de esos barcos, que existe un muelle de cruceros pero no un edificio terminal.

En 2010, el antiguo muelle fiscal de Manzanillo fue transformado en Terminal Turística. Cuenta desde entonces con una infraestructura funcional pero incompleta: falta el edificio, es decir, un espacio techado con aire acondicionado o al menos bien ventilado, y servicios básicos para los cruceristas.

La terminal o, mejor dicho, el muelle de cruceros tiene una longitud lineal de 380 metros, que aunada a los 225 metros que ya existían permite el atraque de dos cruceros tamaño panamax de manera simultánea. Lo opera Asipona, pero está cesionada al gobierno del estado de Colima[2].

El viejo muelle que sirvió para carga general entre 1952 (cuando sustituyó al muelle de madera) y 1995 (cuando un terremoto lo dejó con serios daños)[3], se acondicionó para recibir a estos enormes hoteles flotantes. Cualquiera de los cruceros de las grandes navieras que tocan Manzanillo tiene una eslora mayor al de las naves de carga general que solían amarrar ahí.

A PLENO SOL

La posibilidad de atracar frente al centro histórico y no en el puerto interior supuso un gran avance en la atención a los cruceros, pero cada que llega un barco se evidencia la falta de un edificio terminal con mínimas instalaciones.

Los prestadores de servicios turísticos que no trabajan directamente con la naviera, deben abrir una sombrilla para no asolearse mientras entregan folletos y venden paquetes.

No hay siquiera una palapa donde los vacacionistas puedan estar a la sombra mientras analizan esas ofertas de excursiones distintas (y más baratas) que las que les presentaron en el barco, o esperan a que el guía de turistas les dé indicaciones antes de subir a los autobuses.

Cuando los barcos amarraban en el puerto interior, los pasajeros bajaban del crucero y subían a los autobuses entre enormes grúas que elevan por los aires contenedores, tráileres con doble remolque circulando y vías férreas ocupadas. Una vista maravillosa para el viajero que ande en busca de una aventura tipo Contacto en Francia, pero atemorizante para esa mayoría de turistas que espera encontrar una réplica de Disneylandia en todas las ciudades que visitan.

LA PEOR DE TODAS

Terminales de cruceros que se acercan con decoro a las instalaciones de un aeropuerto –con vestíbulo, mostradores y sala de embarque–, encontramos en Vallarta y Acapulco.

En Cabo San Lucas, por falta de espacio en el puerto deportivo, los barcos anclan a cierta distancia del muelle y los cruceristas son llevados a tierra en lanchones que tardan diez minutos en llegar a la orilla. Una vez en la marina, los viajeros encuentran desde plazas comerciales con tiendas de lujo hasta mercados de artesanías; bares y restaurantes para todos los presupuestos; así como mostradores para excursiones, transportes de diversos tipos y actividades deportivas de playa.

La terminal de cruceros en Mazatlán tiene capacidad para más de un millón de pasajeros al año. Cuenta con cerca de 80 locales comerciales, servicios de tours y taxis, renta de automóviles y motos, restaurante propio y un show fijo de “bailables mexicanos”[4].

Esos cuadros folclóricos se presentan también en Manzanillo como cortesía de la oficina de turismo municipal o estatal, generalmente para los pasajeros del primer crucero de la temporada. Otras veces los bailarines y el mariachi son pagados por algún operador, como gancho para vender sus paquetes.

                La de Ensenada se define como una “terminal especializada para atraque de cruceros y marina turística con futuro desarrollo comercial”, con una capacidad proyectada de 800 mil pasajeros al año. En sus 39,508 metros cuadrados de instalaciones puede recibir buques de hasta 3,200 pasajeros[5]. Son los mismos barcos, por cierto, que llegan a Manzanillo.

UNA RAZÓN PARA BAJAR

                La diferencia sustantiva en la estadística de cruceristas en todos los puertos mexicanos es el número de pasajeros (y tripulantes con día de descanso) que descienden. Hay que tener en cuenta que, si permanecen arriba del barco, los turistas disfrutan los alimentos y las amenidades ya incluidas en el paquete.

                Por eso los vendedores tienen que hacer un esfuerzo para ofertar, antes de tocar puerto, la más inolvidable excusión que el viajero tendrá en su recorrido. Y cuando el tour no se antoja, para muchos pasajeros la única motivación para bajar del barco es surtirse de alcohol porque a bordo tiene costo extra.

Desde hace años, las autoridades de Turismo publicitan el número de cruceristas que descienden del barco y los montos de la derrama económica que generan. La temporada anterior dejó un ingreso de 56 millones de pesos en el estado de Colima.

Este dinero se reparte entre operadores de tours, guías de turistas, choferes, taxistas y conductores de Uber o Didi; restauranteros, palaperos y sombrilleros; o tiendas de conveniencia y vendedores de souvenires; esto es, todo aquel comerciante y prestador de servicio que tenga algo que ofrecer a los extranjeros.

Para elevar esa derrama económica no hay que obligar a los turistas que bajan a gastar más durante su estancia, sino aumentar el número de pasajeros y tripulantes que tocan tierra.

TANQUE DE MIELES:

Son variados los motivos por los cuales Manzanillo no cuenta todavía con un edificio terminal de cruceros. El más obvio es que el número de barcos que atracan en el muelle turístico sigue siendo reducido. Aparentemente no se justificaría la inversión, aun cuando a Asipona le sobran los recursos para construirla.

Las antiguas bodegas que había en ese muelle fiscal (y que todavía aparecen en películas, como en la escena del asalto al inicio de Erótica de Emilio ‘Indio’ Fernández) fueron demolidas. En esos almacenes guardaban la carga que los estibadores bajaban o subían a los barcos, acomodándola sobre palés de madera o directamente sobre su espalda.

Como la antigua estación del ferrocarril que hoy es una biblioteca (incluso se discutió qué destino darle al tanque de mieles, si lo hubieran podido reciclar como hacen con los contenedores), ¿esas bodegas del viejo puerto se hubieran podido revitalizar para darles un uso como terminal de pasajeros?

En Veracruz, Las Atarazanas, el edificio virreinal que servía como taller para la reparación de embarcaciones es desde 1991 un Centro Cultural. Algunos rescates de edificios históricos, entonces, son posibles.

El problema en Manzanillo es que fue mucho el daño causado por el sismo de 1995, evento que completó el deterioro sufrido por décadas por la humedad y la salinidad, o el impacto recurrente de ciclones sobre el inmueble.

PROHIBIDO EL PASO

Cuando los barcos atracaban en el puerto interior, se entendía el nivel de seguridad. Pero al amarrar en su propio muelle esas medidas se pueden relajar. Sería el caso del ingreso de los autobuses que mueven a los turistas: para que puedan entrar al recinto portuario deben registrarse mediante la aplicación PIS. Asipona otorga a quienes desean tener acceso un nombre de usuario y una contraseña para que puedan entrar al sistema.

Los requisitos son comprensibles, pero cuando un autobús tiene una falla mecánica y a diferencia de otros puertos donde el trámite para cambiar el registro es ágil, en Manzanillo es imposible hacerlo de última hora. De tal manera que cuando el autobús de repuesto no consigue la nueva guía, debe estacionarse afuera. Lo que obliga a los cruceristas que suelen ser adultos mayores, a cubrir a pie la distancia hasta la calle.

Afuera hay una serie de vendedores de paquetes que trabajan sin reconocimiento oficial y sin control de calidad. Con frecuencia timan a los cruceristas o, al menos, esa es la sensación que les queda al turismo cuando comprende que le dieron gato por liebre.

PASAN DE LARGO

Mientras no aumente el número de barcos que tocan Manzanillo, no se justificará la inversión de un edificio terminal. Hasta hoy la mayoría de los cruceros pasan de largo, vienen de Puerto Vallarta y siguen hasta Acapulco o Huatulco.

De todos las naves turísticas que recorren el litoral luego de partir de San Diego y tocar como primer puerto mexicano a Ensenada, sólo algunos hacen escala en la costa colimense.

Para motivar a las navieras a que paren en Manzanillo o incentivar a los cruceristas a descender en nuestro puerto, hay que mejorar la oferta de productos turísticos en tierra.

Únicamente eso reducirá las malas reseñas que los viajeros que compraron los tours plasman en el buzón electrónico de quejas de la naviera, las páginas web de las agencias donde adquirieron su paquete o en sus propias redes sociales.

                De eso hablaremos en una siguiente entrega.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] ‘En Manzanillo se reúne Comité de Cruceros, previo al inicio de la nueva temporada’. Boletín de Prensa, Gobierno del Estado de Colima, Coordinación General de Comunicación Social. Jueves 17 de octubre de 2024.

[2] ‘Qué saber sobre el puerto marítimo de Manzanillo en México’. South Pacific Logistics. Logística México. https://web.splogistics.com/blog/post/574/que-saber-sobre-el-puerto-maritimo-de-manzanillo-en-mexico

[3] ‘Optimización del puerto de Manzanillo y su impacto logístico en México’. Guadalupe Navarro Reyes. Tesis de licenciatura. UNAM, 2015. https://ru.dgb.unam.mx/jspui/bitstream/20.500.14330/TES01000729883/3/0729883.pdf

[4] API Mazatlán. Terminal de Cruceros. https://www.puertomazatlan.com.mx/servicios-portuarios/terminal-de-cruceros/

[5] Asipona Ensenada. Terminal de Cruceros. https://www.puertoensenada.com.mx/esps/0000160/terminal-de-cruceros

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