EL DIARIO DE CLAUDIA

                Para quienes apostaron por un relevo en la presidencia que pusiera fin a lo que ellos consideraban la pesadilla de López Obrador, debe ser desesperante que ––con la llegada a Palacio Nacional de Claudia Sheinbaum–– en México se haya dado, además de una transición política sin rupturas entre el mandatario saliente y su sucesora, una evidente continuidad en el proyecto alternativo de nación. Y la pregunta que se me ocurre hacerles a todos esos agoreros de una fractura en la 4T, es: ¿pues qué esperaban?

                Diario de una transición histórica (Planeta; México, 2025) es el primer libro que, en funciones, da a la imprenta Claudia Sheinbaum. Y si nos atenemos a la pauta marcada por su antecesor, podemos esperar otros volúmenes de la presidenta de la república.

AMLO publicó uno al cumplirse el primer año de su gobierno, Hacia una economía moral (2019); otro a medio sexenio, A la mitad del camino (2021), y uno más para cerrar su mandato, ¡Gracias! (2024). Sin olvidar el que acaba de lanzar este 2025, Grandeza, un texto que ––pese a abordar cuestiones ajenas a la política–– dialoga con el Diario de Sheinbaum Pardo, como ella misma escribe:

“Durante el trayecto hacia la ciudad de Oaxaca, el presidente me compartió algo que también aparece en su libro y en varios artículos que escribió para el periódico La Jornada: sus recorridos por todos los municipios del país y, en especial, por los de Oaxaca. Desde su época como director del Instituto Nacional Indigenista de Tabasco, ya tenía muy claro el valor de los pueblos originarios. Pero me dijo que fue aquí, en estas tierras, donde adquirió una certeza profunda: la verdadera fortaleza del pueblo de México proviene de las culturas originarias. Me reveló en aquel entonces que cuando terminara su mandato, dedicaría su tiempo a estudiar a fondo este tema.”[1]

PÉNDULO RETENIDO:

                En la 4T se rompió esa tradición de rupturas sexenales que le dieron sentido a la historia del poder en México, desde que en el periodo de Lázaro Cárdenas se establecieron las bases para una institucionalidad gubernamental.

La costumbre política de que, el mandatario saliente, al designar a su sucesor en realidad estaba eligiendo a su futuro verdugo, creó una fórmula que permitió prorrogar un régimen que, unos pocos años después de consolidado el sistema político mexicano, ya había traicionado sus ideales revolucionarios.

Esa ruptura para cumplir la profecía del péndulo sexenal (‘vendrán seis años en un sentido, y luego otros seis en dirección contraria’), se materializó hasta en la sucesión entre los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón.

                Hay quienes ven en el traspaso de la presidencia de Miguel de la Madrid a Carlos Salinas una excepción en esta lógica parricida, pero eso quizá se explique porque Salinas de Gortari usurpó el poder cuando el colimense todavía habitaba en Los Pinos.

Más simbólico que haber nombrado a don Miguel director del Fondo de Cultura Económica ––interrumpiendo de este modo la secuencia de exilios al que habían sido forzados Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo––, es ver a Salinas como ese poderoso secretario de Programación y Presupuesto capaz de operar su propio destape y, más tarde, un gran fraude electoral para hacerse de la Presidencia.

LÍDER DEL MOVIMIENTO

Pero volvamos al libro que nos ocupa. Este es el diario de un momento en el que se entrelaza la vida de Claudia Sheinbaum con la historia de nuestro país. Como señala ella misma, es también “un reconocimiento a quien transformó la vida pública de México: Andrés Manuel López Obrador, un líder que, con inteligencia, amor y compromiso con la gente, supo encabezar el rumbo de un pueblo decidido a cambiar su destino”.[2]

Un año después de haber sido electa con casi 36 millones de votos, seis más que los que obtuvo López Obrador en 2018, Sheinbaum se resiste a tomar distancia de su predecesor, y a cumplir el instructivo del primero de los tres sobres que el folclor político le asigna al proceso sucesorio: “Échale la culpa al anterior”.

En ese sentido, mucho menos ha llegado el tiempo de abrir el segundo sobre, y con ello de hacer “cambios en el gabinete” y en las cámaras del Congreso. Como sabemos, en espacios de los poderes Ejecutivo y Legislativo quedaron ubicados los aspirantes que participaron en la encuesta nacional y perdieron en la carrera por la candidatura de Morena, el Partido del Trabajo y el Verde a la presidencia: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco.

Sin embargo, tan engañoso como decir que la presidenta ha respetado esas posiciones en todo lo que valen, es asegurar que el secretario de Economía, el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados o los tres senadores de esa lista representan una cuña del lopezobradorismo en la estructura claudista.

FUE Y SIGUE SIENDO CLAUDIA

Una de las ideas más luminosas del Diario de una transición histórica es que Claudia es la expresión más pura del Movimiento de Regeneración Nacional. Varias veces menciona aquellos eventos en los que todavía eran pocos, entre ellos Rosa Icela Rodríguez o el colimense César Yáñez; analiza aquellas coyunturas en las que hubo que dejar posiciones administrativas para hacer trabajo político; y se ocupa de situaciones en las que tuvo que dar un salto al vacío, para jugársela por el proyecto.

Por eso fue Sheinbaum, no Adán Augusto, ‘el hermano de Andrés’ que, primero con una precampaña dispendiosa y, luego, tras quedar envuelto en los escándalos de La Barredora, terminó traicionando los principios éticos fundamentales del Movimiento: ‘no mentir, no robar y no traicionar’.

Fue Sheinbaum, no Marcelo, quien hace muchos años se sumó al lopezobradorismo con la corriente que siguió a Manuel Camacho Solís en su éxodo del salinismo.

Claudia, no Ebrard que, por alguna razón, había convencido a los simpatizantes de la transición que, paradójicamente, también son detractores de AMLO, de que era él quien dentro de la 4T podría estar dispuesto a sacrificar al mesías tropical.

Fue Sheinbaum, no Monreal que se sintió muy poderoso para reclamar la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018. Y que, incluso, se creyó lo suficientemente hábil para propinarle a Claudia un golpe durísimo que la evidenciara como pésima operadora política en las elecciones intermedias de 2021.

Sheinbaum, no el senador que desobedece a la presidenta en su instrucción de acabar con el nepotismo en 2027 y no hasta 2030. Claudia, no Agustín, empeñado grotescamente en llevar a la gubernatura de Zacatecas a otro de los hermanos Monreal.

Sheinbaum, no Fernández Noroña colocado a la izquierda discursiva, pero instalado en la pequeña burguesía existencial. No el compañero senador que, más allá del mérito de lidiar pacientemente con voces histéricas en la cámara alta, ha cumplido su papel de pararrayos de la propaganda de derecha.

Sheinbaum, no Velasco, quien encarna a esos políticos del pasado que vienen escapando del viejo régimen e intentan meterse por la puerta de atrás en la Cuarta Transformación, como hicieron los verdes cuando buscaron asimilarse al PAN o regresar al PRI.

LITERATURA PRESIDENCIAL

En México donde se ha cultivado una literatura política (literatura entendida en su función ancilar[3]), también los presidentes firman libros como autores. Libros de un primer mandatario hay varios. Y, también, obras que se escribieron cuando ya habían dejado la presidencia.

Están aquellos que dibujaban un programa de gobierno y, curiosamente, se dejaron de escribir cuando los candidatos del ciclo neoliberal comprendieron que si anticipaban lo que iban a hacer, muchos menos votarían por ellos. Y están, por supuesto, las memorias donde los ex jefes de Estado quisieron justificarse.

El escrito por Claudia no se parece a esos textos, redactados casi siempre por un escritor fantasma. El diario de Sheinbaum tiene, si acaso, como referente los Apuntes del presidente Lázaro Cárdenas del Río: cuatro volúmenes que abarcan de 1913 a 1970, editados por la UNAM como parte de las Obras del general Cárdenas.

El diario son las notas de lo que fue encontrando Claudia Sheinbaum en esa gira de despedida a la que López Obrador invitó a la triunfadora de los comicios y, después presidenta electa, para mostrarle lo que hizo con el país y lo que quedaba pendiente.

Es, también, la evocación de un viaje que Claudia realizó junto a Andrés desde que el entonces electo jefe de Gobierno del Distrito Federal le ofreció la secretaría del Medio Ambiente.

Son las pistas que la académica y activista encuentra en una trayectoria por la izquierda que corrió paralela con la del político tabasqueño y dirigente partidista.

Y es el recuento de las heridas de guerra sufridas en la batalla contra el desafuero y el fraude electoral de 2006; en la defensa de la Presidencia Legítima o ante la masiva compra de votos en 2012.

TRES MUJERES

El Diario de Claudia es el relato de lo que, como relevo de López Obrador, fue encontrando en su recorrido por el país. Y el recuerdo emocionado de instantes significativos, como los que vivió cuando recién declarada presidenta electa visitó el estado de Colima.

En Manzanillo, cuenta Claudia, se encontró con dos mujeres extraordinarias:

Una, Beatriz Gutiérrez Müller, “profundamente culta y brillante”, quien por congruencia renunció al título de primera dama pues “en una democracia no hay mujeres de primera ni de segunda”. Una mujer que “a pesar de las críticas inmundas y despiadadas dirigidas hacia ella y su hijo ––infamias carentes de escrúpulos y llenas de un odio indescriptible––, ha mantenido siempre una actitud alegre, íntegra y firme”.[4]

Y, otra, la gobernadora de Colima, Indira Vizcaíno, “una mujer joven, sencilla, fuerte, feminista y una excelente oradora. Le ha tocado enfrentar una situación difícil debido a los altos niveles de violencia que se desataron en su estado al inicio de su administración. Siento por ella una afinidad profunda, casi maternal. Desde que decidí participar en la encuesta de nuestro movimiento, me dio palabras de aliento que atesoro. Es una mujer a la que admiro y reconozco por su calidad humana, valentía y compromiso con su pueblo”.[5]

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] Sheinbaum Pardo, Claudia. Diario de una transición histórica. Planeta; México, 2025. p. 47

[2] Ibid. p. 9

[3]Según Alfonso Reyes, la función ancilar de la literatura se refiere a cuando la literatura sirve o se subordina a otros discursos o fines (como lo religioso, político, educativo) en lugar de buscar su propia autonomía («literatura en pureza»), prestando servicios temáticos o semánticos, resume la IA de Google.

[4] Ibid. p.p. 129-130

[5] Ibid. p. 130

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