Vivimos momentos de cambios profundos que no podemos comprender porque tenemos una estructura mental muy lineal, siempre vamos al pasado para proyectar el futuro, esperamos siempre que venga lo que los viejos y los profes nos dijeron, pero ahora hay factores disruptivos que invalidan toda proyección del pasado. Por un lado, vemos grandes progresos en campos que todavía nos parecen novedosos, como la genética, las telecomunicaciones, la inteligencia artificial, las nanopartículas, la robótica o el internet de las cosas entre muchas más y por la otra, vemos grandes transformaciones sociales y políticas en todo el mundo, que establecen o pretenden establecer nuevos equilibrios.
En adición, vivimos una pandemia ocasionada por un virus potencialmente mortal, que crece exponencialmente en una época en la que nos hemos acostumbrado a ver ese mismo crecimiento exponencial en los desarrollos científicos y tecnológicos. Nuestro mundo ya no es igual y nunca volverá a ser como era. La normalidad que muchos estamos esperando, no será el regreso a lo que vivimos. Todos, a veces sin darnos cuenta, hemos cambiado nuestro pensamiento y nuestra conducta y así, nuestro comportamiento ya no es como el de antes, no es como solía ser, y la manera de interrelacionarnos, tampoco resulta igual.
Llama particularmente la atención la lentitud y la falta de capacidad de los políticos para entender ese nuevo mundo, así como su incapacidad para adaptarse al mismo. No pueden asumirse en esa nueva normalidad y actúan en espera de que la normalidad de la antigüedad se repita para que esté en sintonía con su inadaptación al mundo nuevo. Quien quiera gobernarnos deberá ser alguien diferente de quienes nos han gobernado y quien ahora gobierna y desee continuar haciéndolo, también deberá cambiar para entender el mundo actual, es decir, el mundo como es ahora. Y debe saber proyectar cómo será para facilitar ese tránsito en vez de obstaculizar lo como ahora lo hace. Si no actúa así, cada vez se ubicará más desfasado de la sociedad y no sólo de la realidad.
Algunos de los políticos tradicionales se quedaron atrapados en la época feudal y los más aventajados no logran superar la etapa de la Revolución Industrial. El mundo ya traspasó eso, y desde hace mucho tiempo. Que no se hayan enterado de ello, es su problema, pero desafortunadamente, también es nuestro. Por eso debemos sustituirlos, porque los superamos.
Así, los políticos y sus partidos tradicionales se quedaron pasmados, sin entender la cuarta transformación. Ni supieron cómo se entronizó con el enorme apoyo social que lo hizo, no entienden cómo se sostiene ni cómo sus métodos tradicionales de combate y desprestigio dejaron de funcionar. Sus planteamientos pudieran ser calificados como tonterías integrales porque carecen de pies y cabeza, porque se ubican en momentos de la historia diferentes de los que viven el país y el mundo. Y si no pueden entender el presente, menos pueden comprender el futuro. Se encuentran desfasados, completamente desfasados. Los sobrepasó la realidad y el pueblo los rechaza por obsoletos.
Al que junta estas letras, le llama particularmente la atención que en las circunstancias actuales, nuestro gobernador, por llamarle por la función para la que se le eligió, mas no por la que ejerce, esté planteando su proyecto para dotar a la capital del Estado, de un nuevo libramiento que con mucho, no encarna una prioridad para nadie, excepto para sus intereses, y menos en un tiempo de pandemia, cuando las prioridades son radicalmente distintas de las suyas.
Es engañoso con él mismo, pero no con el colimense común. No hay que gastar nada para tenerlo, nos dice, pero hay que garantizarlo con recursos públicos. Lo pagarán los transportistas, dice, pero no expresa como garantizará que transitarán por él y pagarán los peajes. Sólo se pueden predecir ventajas para los colimenses, pero si se construyera, sólo nos dejará perjuicios y quebrantos. Ese modelo es el que usó Carlos Salinas para construir carreteras y fracasó ¿por qué debiera funcionar ahora? Él, clon intelectual y emocional de Trump, no entiende que vivimos en un mundo distinto, pero nosotros, sí. Quizás él no entiende porque es parte de una élite, de una casta que pretende hacerse de utilidades, nosotros que somos juan pueblito, sabemos que no necesitamos eso y qué si se hace, resultará en un fracaso que tendremos que pagar. Si tan buen negocio fuera y sus cálculos de aforo fueran ciertos, nada habría que garantizar a los constructores.
Por otro lado, los negociantes que lo construirán (como todos los demás), debieran ubicarse en el mundo actual y entender que toda inversión, y todo proyecto de negocio, implica un riesgo. Si sus cálculos les indican que harán negocio, deben correr el riesgo y si ganan, bien, y si calcularon mal, pues perderán. No puede haber utilidades garantizadas y menos, con dinero público.
Quisiera confiar que el Congreso nos librará de esta amenaza, pero la verdad, me surgen muchas dudas. Peralta se hizo de un Congreso a modo, precisamente para hacer negocios y no para que prive el interés general.
Peralta no puede entender que durante el 2021 habrá menos dinero para todos y que el Gobierno Federal no es mago y no le puede dar todo lo que quiere, que ha establecido prioridades como vacunarnos y tutelar la recuperación económica garantizando mínimos de bienestar para los grupos más marginados. Los grandes proyectos de inversión tienen esa intención y además, la de emparejar espacialmente el progreso. Dar más al sur aunque se entregue menos al Norte. Eso no cabe en la cabeza de este berrinchudo trumpito. Ojalá, por su bien, que lo comprenda.
Ya se va y nadie de los suyos podrá sucederle y eso motiva su desesperación. Hasta ahora, han fracasado todos sus proyectos de negocio y espero que así acaben sus días. Entender la realidad es complejo, sobre todo en momentos cruciales y más si alguien se niega a hacer el esfuerzo por lograrlo. Ojalá que quien después nos gobierne, tenga mayor capacidad mental y entienda la nueva realidad para que sea capaz de cambiar los paradigmas. De esto, si tengo confianza.
La sociedad actual se va adaptando a las nuevas tecnologías y en parte, de allí deriva la importancia de las redes sociales. Los más atrasados, de cualquier manera, se van adaptando, aunque sea para compartir gatitos tiernos, fakenews, cadenitas y chistes malos, pero por algo se empieza. Los políticos anticuados, en cambio, contratan expertos para que les manejen sus redes, porque no las entienden y ni así les funcionan, ni sus redes ni sus cerebros.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.