Hace dos años, los mexicanos asistimos masivamente a las urnas electorales a manifestar nuestras preferencias y a entregar un mandato a los candidatos que resultaron electos. Y el mandato fue muy claro: cambio.
Son ya 17 meses desde la toma de posesión de Andrés Manuel. Se enraciman los argumentos para otorgar una calificación a su presidencia. Algunos quieren que ya se vaya y cada ocho días se manifiestan desde sus vehículos, y no falta quien, como Gilberto Lozano pida públicamente y sin recato su cabeza (y no en sentido figurado) y tampoco falta quien, como el Diablo Fernández (de FEMSA), hable de su disposición para entregar miles de millones de pesos para financiar el logro de su objetivo, quitar al Presidente. Para ellos, la calificación a la labor de López Obrador es mala.
Del otro lado, muchos mexicanos, el pueblo, manifiestamos nuestra conformidad con lo que se ha hecho y le mantenemos el apoyo al Presidente de la República. Según la encuestadora Mitofsky, la popularidad de López Obrador ronda la mitad de los mexicanos y ya sabemos de las filias y las fobias de esa empresa, por lo cual, no resulta mentiroso afirmar que Andrés Manuel cuenta con el apoyo mayoritario de los mexicanos.
Vivimos tiempos convulsos, dominados por una pandemia que mina la confianza, la salud, la economía y la política entre otros tantos campos. La esperanza tiene mucho que ver con esos factores. Entonces, ¿cómo calificar lo que va del sexenio? La respuesta es más sencilla de lo que parece.
Debemos comparar los logros con las expectativas. Y el Presidente ha cumplido con la mayor parte de las promesas de campaña. Hay congruencia, ha hecho lo que prometió hacer. Luego entonces, la calificación es buena. Aún sus detractores han obtenido lo que deben haber esperado de este gobierno y si eso no les gusta, es otro asunto. No fueron engañados. Se dijo que primero irían los pobres y primero han ido los pobres. Se dijo que se eliminarían los privilegios, y se han ido eliminando.
Ha molestado eso que llaman “terrorismo fiscal”, que en su momento se criticó a Gil Díaz, cuando en el foxato encabezó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Así que la casta empresarial y financiera debe pagar impuestos, se acabaron los privilegios, se acabó su fiesta. Los sueldos de los servidores públicos de primera línea han disminuido y se han golpeado los negocios que se hacían con el erario público, pero eso era parte de la política que se nos propuso y es parte del mandato que entregamos a Andrés Manuel.
¿Ha polarizado la aplicación de esa política? El que junta estas letras, sostiene que no, esa polarización existe desde antes y parte desde esas ideas polarizantes fueron las divulgadas para no permitirle alcanzar la Presidencia antes, como aquella que lo consagraba como un peligro para México. ¿Se ha agudizado la polarización? Yo creo que no. Las castas que ya lo odiaban, son las que continúan odiándolo. Y del otro lado, sus seguidores nos mantenemos firmes.
Pero claro, seguramente algunos de sus seguidores ya no lo son más. Algunos se acercaron con la idea de que serían los nuevos favoritos y al no lograrlo, se retiraron. Se dieron cuenta que el objetivo no es sustituir una casta por otra, sino eliminar los privilegios de las castas. Y claro, que ahora se suman al coro de quienes hablan de comunismo, “venezolanización” y otras mentiras que nos repiten un día sí, y el siguiente también.
Cumplir lo prometido otorga a Andrés Manuel una buena calificación, pero además, lo hace respetable y creíble, a pesar de que continúe pendiente un tema que carece aún de resultados, la inseguridad. Los mexicanos en general, sabemos que es cuestión de tiempo y que se está dando la batalla, y que se va por el camino correcto. La mejor muestra es que los carteles comienzan a actuar con desesperación. Esa desesperación no les permite articular una política de largo plazo. Igual sucede con la oposición política, la disidencia no logra articular su actuación, a pesar de la existencia del BOA, sea auténtico o no el documento que se nos dio a conocer hace unos días, el Bloque existe y va dando golpes y calentando calles con el apoyo de los textoservidores, del sicariato de los medios de comunicación.
Y es que la credibilidad es fundamental. Vemos a Peralta desesperado por lograr que se le autorice a endeudar más al Estado, sin lograr convencer a la opinión pública que rechaza esa idea porque no le cree y claro, el pueblo, ahora saca cuentas y no le salen. Sus resultados difieren de los que obtienen Peralta y sus textoservidores.
Y en la parte cuatroteísta, Vladimir Parra se lleva la peor parte de la furia de los conservas, las fakenews arrecian más cada vez. Y con ello incrementan la credibilidad del legislador. Hace unos meses, en esta columna, describíamos a Parra como terrorista, y a estas alturas, les causa más terror. Para el establishment, él encabeza la conspiración “judeo masónico comunista” en Colima. Y claro, lo puede hacer porque le creemos, y le creemos porque junto con Griselda Martínez, encabezan en Colima los esfuerzos de acompañamiento a Andrés Manuel.
Otra parte de la furia oficial se la lleva Anel Bueno que es ahora revictimizada para, con ello, buscar el desprestigio de la bancada cuatroteísta en el Congreso local. Da vergüenza que se lleve a cabo una campaña de este tipo.
Las complejidades de la política entonces, no resultan tan complejas. Es una cuestión de congruencia, pero claro, lograr la congruencia no resulta tan sencillo. Las formaciones para enfrentar el proceso electoral del año que viene están cada vez más integradas. Yo creo que la mayor exigencia a partidos y candidatos será precisamente, de congruencia y la confianza nos otorguen, o no, dependerá de la congruencia.
Vamos bien, aunque eso le pese a más de cuatro, como al gobernador. Las castas prefieren alinearse hasta con el Diablo, por tal de ir en contra de López Obrador.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.