¡A jitomatazos!

En este espacio hemos dado cuenta de numerosos festejos populares que tienen lugar en España, Su colorido y originalidad nos han llamado la atención. Hoy toca turno a La Tomatina, que tiene lugar en Buñol (Valencia).

Buñol es una población pequeña, su nombre en valenciano es Bunyol y se ubica en la Comunidad Valenciana y en la provincia de Valencia que cuenta con alrededor de diez mil habitantes. Su origen se remonta al paleolítico y el casco urbano data de la época musulmana. El caserío se construyó alrededor del Castillo de Buñol. Se incorporó al Reino de Valencia en el siglo XIII durante la Conquista de Valencia. La expulsión de los moros (en 1304) supuso un fuerte quebranto a la economía local que no logró superarse sino hasta 1887 que se introdujo el ferrocarril y con ello, se fortaleció la industria papelera, llegando a existir 12 plantas. Además del Castillo, son importantes la iglesia de San Pedro y la ermita de San Luis Beltrán.

Aunque la industria sigue siendo fuerte, ahora posee ingresos importantes derivados del turismo y la fecha en que muchos acuden a esa población, son quienes desean formar parte de la Tomatina, una celebración que se originó en 1945 por una casualidad y cuya importancia se ha acrecentado año con año. A esta fiesta (que tiene lugar el último miércoles de agosto de cada año) se le considera, desde 2002, como de interés turístico internacional. Se celebran diferentes espectáculos culturales, sobre todo musicales, y como en muchas otras localidades valencianas, las fallas (ya hemos hablado de las que se celebran en la ciudad de Valencia). Cuando estas letras se juntan, la Tomatina de este año ya se llevó a cabo y por supuesto, las calles de Buñol se pintaron de rojo con motivo de los misiles vegetales que se lanzaron.

Cuenta la historia que el último miércoles de agosto de 1945 (que casualmente fue también el 29) un grupo de jóvenes se encontraba en la Plaza del Pueblo para presenciar el desfile de gigantes y cabezudos y al tratar de hacerse un lugar, provocaron la caída de uno de los espectadores, que, al levantarse, preso de la ira, arremetió contra todos aquellos con quienes se encontraba y la casualidad los llevó a un puesto de verduras que fue tomado por la multitud enfurecida, de donde cogieron los tomates para lanzarlos unos contra otros, provocando una batalla campal. El incidente finalmente gustó a los lugareños y al año siguiente se convirtió en fiesta cuando, de manera voluntaria se repitió el altercado, pero la batalla se produjo con jitomates que cada uno de los asistentes había llevado desde su casa.

Aunque la policía realizó algunas detenciones, la batalla gustó más a los asistentes y fue creciendo en los siguientes años, hasta ser prohibida en los años cincuenta, período en el cual, los lugareños no desistieron de efectuarla, a pesar de que la policía llegó a efectuar detenciones. Con el tiempo y por el interés de la ciudadanía se volvió a autorizar la fiesta y año con año fue creciendo tanto en el número de participantes como en el entusiasmo de éstos. Pero la fiesta, otra vez se canceló hasta que en 1957 se celebró en señal de protesta, El Entierro del Tomate, una procesión con gran número de asistentes acompañada de una banda que tocó marchas fúnebres. Cargaron un ataúd con un gran tomate adentro, que llevaron a enterrar, la fiesta se permitió de nuevo y desde entonces, existe como fiesta formal.

Un reportaje sobre la misma que fuera transmitido por Televisión Española en 1983 (en el programa Informe Semanal, que aún se encuentra al aire) logró que la Tomatina fuera popular en toda España. Año con año ha sido una fiesta cada vez más importante. Ahora hay un reglamento para la fiesta y la mayoría de los participantes no son los habitantes del lugar. El Ayuntamiento pone los tomates (alrededor de 150 toneladas, de la variedad Pera Roma) para uso de los 22 mil asistentes, que es el tope de participantes que impuso la autoridad, y se debe pagar entre 20 y 52 euros por ser parte de la misma. Además de la batalla, hay, como no podría ser diferente, paella, sangría y algo más. Es transmitida por la televisión de varios países y se han celebrado réplicas de esta fiesta en Colombia, Argentina, China y Corea del Sur. Así es la globalización.

El jitomate (tomate para ellos), mexicano de origen, da color a esa fiesta que se desarrolla tan lejos de nosotros, pero esa es otra muestra de la globalización. Allí el jitomate sirve para mucho más que para preparar alimentos.

Esta es otra de esas fiestas que permiten la sana convivencia entre locales y turistas. No es necesario que el pueblo se embrutezca con el consumo excesivo de alcohol para hacer posible el festejo. La intervención de la autoridad como organizador es crucial. A pesar de ser un festejo relativamente reciente, ha evolucionado para acomodarse mejor al tamaño del pueblo, a sus características y al gusto de los locales.

Ojalá los comaltecos y los otros pueblos nuestros, fueran capaces de juntar el conocimiento de éstos otros, como Buñol y transformaran nuestras fiestas para el sano disfrute y convivencia del pueblo. ¿Será demasiado pedir?

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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