Opinar sobre la construcción o la cancelación de un aeropuerto resulta muy difícil para un mortal común. Se trata de proyectos muy complejos y de un gran impacto para la zona donde se asentará. Todos sabemos que deben construirse, pero también sabemos que el costo no es el único factor que debe considerarse. Pero por supuesto, sabemos también que se trata de obras muy costosas, como también resulta costosa la infraestructura (accesos, caminos, etc.) que acompañan estas magnas obras. Y también que se debe optar por el mal menor.
Desde el sexenio que encabezó Vicente Fox, se habló de construir un nuevo Aeropuerto en Texcoco y la obra no fue posible por la férrea defensa que el pueblo de San Mateo Atenco hizo de sus tierras. Los bisoños funcionarios agrarios de la época, no supieron negociar la expropiación de las tierras y el proyecto se complicó y no fue posible la construcción. En el sexenio calderoniano se volvió a hablar del proyecto y volvió a surgir la oposición del mismo. La decisión de ese gobierno consistió en establecer una complementariedad entre los aeropuertos de la Ciudad de México y de Toluca (de creciente importancia), así como la construcción de un moderno tren que facilitara el tránsito entre ambas terminales aéreas.
Enrique Peña Nieto un día anunció que se construiría el nuevo aeropuerto en Texcoco, pero no se canceló el costoso proyecto ferroviario México-Toluca, aunque éste fuera desviado y ya no tocara el Aeropuerto de esa ciudad, dejándolo como un ferrocarril que iría de ninguna parte a ninguna parte, pasando por ninguna parte.
Alguno de los opositores informados que se opusieron al nuevo proyecto aeroportuario fue José Luis Luege Tamargo que fuera Procurador Federal del Medio Ambiente y Secretario del Medio Ambiente y Recurso Naturales en tiempos de Vicente Fox y Director General de La Comisión Nacional del Agua en tiempos de Felipe Calderón, aunque el ex panista, no fue el único opositor que tuvo el proyecto.
Andrés Manuel López Obrador lo calificó desde su anuncio, como obra faraónica y fue uno temas que tocó repetidamente durante su campaña, prometiendo que lo cancelaría. Finalmente, ya como Presidente electo, decidió someterlo a una consulta popular que resultó muy controvertida, sobre todo al conocerse que el 70 % de quienes decidieron votar en la misma, decidió reprobar el Proyecto Texcoco. Las consecuencias no se hicieron esperar: bajaron el peso y la bolsa, se enojaron los hombres de negocios (algunos, supongo, pero no todos) y un buen número de comentaristas lanzaron toda su fuego y furia contra el Presidente electo. Alicia Bárcena, Secretaria General de la CEPAL, Comisión Económica para América Latina de la Organización de las Naciones Unidas, calificó las reacciones como una exageración.
Sin tocar los proyectos desde el punto de vista técnico, pues quien junta estas letras ni es ni pretende ser experto en estos temas, propongo a los escasos lectores de esta columna examinar los siguientes puntos:
- La decisión es democrática porque es tomada por quien alcanzará la Presidencia por el voto popular mayoritario que se expresó democráticamente.
- Todos los que decidieron votar, lo hicieron. Si los empresarios se abstuvieron, fue porque así quisieron. Es decir, se escuchó a quienes hablaron, no a los que prefirieron quedarse callados.
- Los compromisos de un gobernante electo democráticamente consisten fundamentalmente en escuchar a sus gobernados (los que quieran hablar). Es decir, aliarse con el pueblo.
- Mucha gente del pueblo, que sabe tanto de esto como el que junta estas letras, habló porque tiene necesidad de ser escuchada y opinó porque está cansada de no ser tomada en cuenta.
- Se decidió mayoritariamente por cancelar el Proyecto de Texcoco porque se sospecha que existen fuertes intereses de negocio involucrados con el proyecto mismo y con la especulación de terrenos vecinos al nuevo aeropuerto y se desea que se acabe con los mismos.
- También se cancelan los negocios proyectados con las 600 hectáreas del actual aeropuerto. Ese es un motivo adicional.
- Se han divulgado muchos factores que permiten concluir que se amañó el proceso para obligar su finalización (convertido en un proyecto transexenal), en defensa de sus negocios.
No continuará pues este proyecto. El anuncio oficial se hizo el 29 de octubre, a tiempo apenas para que el Proyecto de Texcoco pueda figurar en un altar de muertos, de los que empiezan a colocarse en estas fechas. Y seguramente allí estará como muerto fresco que es. También serán muchos los negocios que han muerto con esa decisión, y seguramente, también tendrán sus propios altares de muertos. ¡Ah! Y, por cierto, no es el único proyecto aeroportuario del mundo que se cancela: El miércoles pasado, el gobierno francés acaba de renunciar a la construcción del Aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes, cerca de Nantes ante presiones de grupos ecologistas, un proyecto que había estado en disputa durante cincuenta años y que se consideraba importante para el desarrollo regional. Allá hubo referéndum y el 55 % de los votantes, se decantó por la construcción. Y la cancelación del proyecto provocó cólera entre dirigentes regionales y un grupo de conservadores. Los escasos lectores de esta columna, talvez encuentren coincidencias entre Francia y México.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.