¿AMLO ES DE IZQUIERDA?

¿Es la ley que establece la rectoría del litio una auténtica nacionalización de minerales estratégicos?, pregunta Violeta Núñez durante la emisión de Perspectivas, el programa de Rompeviento TV donde tres de los 19 coautores del libro La economía de la 4ª. Transformación (Juan Pablos Editor, 2021) abordaron la cuestión de qué tan neoliberal es el gobierno de López Obrador.

El 9 de diciembre de 2021 (https://www.youtube.com/watch?v=1WLFWOCbPrI&t=46s), en el primero de una serie de tres programas participaron esta investigadora de la UAM-Xochimilco y coordinadora del volumen; José Gandarilla, académico de la UNAM; y Arturo Huerta, profesor del posgrado en la Facultad de Economía de esa misma casa de estudios.

Núñez Rodríguez cuestionaba si las batallas entre las diferentes fracciones parlamentarias para reformar la Constitución que se estaban dando en ese momento en la Cámara de Diputados, corresponden a un esfuerzo por desterrar el planteamiento neoliberal que algunos economistas le siguen atribuyendo al régimen de la 4T, habida cuenta que grandes riquezas se gestaron durante los últimos 30 años con la explotación privatizada de los minerales de este país.

Como ya sabemos, los impulsores de la reforma no consiguieron la mayoría calificada, pero sí obtuvieron el reconocimiento de la Suprema Corte de Justicia a las modificaciones que se habían hecho el año pasado a la ley secundaria de la industria eléctrica, y con su mayoría simple modificaron la ley reglamentaria de la minería.

Para Arturo Huerta, “que el Estado vuelva a tener el control de los recursos naturales es una medida nacionalista y de izquierda. En contraste, un gobierno que instrumenta políticas neoliberales como respetar la autonomía del banco central, se somete a la austeridad fiscal y está a favor del tratado libre comercio y del capital no puede ser de izquierda”.

RECTORÍA DEL ESTADO

“Lo que caracterizaría a este gobierno como de izquierda o en todo caso de centro-izquierda, es una reforma eléctrica que se hubiera quedado corta si el litio no pasaba a ser 100 por ciento propiedad de la nación”, señala Huerta.

Otro ejemplo de este debate es la cuestión de las afores, dice este doctor en Economía por la UNAM que a lo largo de la conversación ha venido sosteniendo que el gobierno de López Obrador mantiene una política económica neoliberal:

“El presidente se limitó a tratar de disminuir las comisiones, pero ya un juez les otorgó un amparo a las administradoras de fondos para el retiro. El poder judicial actúa a favor del sector financiero, pero el ejecutivo y el legislativo nada han hecho para que las afores sean controladas por el Estado, esto es, para que esos recursos vayan a proyectos productivos y de creación de empleo, que no sean manejados por el sector financiero.

“Efectivamente, la mayor riqueza de la cúpula empresarial deriva de la forma en que se apropiaron de la empresa pública: Telmex, la minería, la banca… Eran sectores manejados por el Estado, pero las políticas neoliberales de austeridad fiscal llevaron a vender esas empresas para pagar deuda y beneficiar al gran capital (sus acreedores), a costa de disminuir el tamaño de la participación del Estado en la actividad económica y reducir los márgenes de libertad del sector público para impulsar el crecimiento económico, el empleo y el bienestar de la población.

“Junto con la cuestión de los minerales, hay que combatir al capital financiero. Es el hegemónico, determina la política económica a su favor y lleva al endeudamiento del gobierno y del sector privado, así como a una transferencia permanente de recursos del sector productivo al sector financiero que impide el crecimiento.

“El sector financiero es todavía intocable. Con la política económica neoliberal se respeta la autonomía del banco central, la estabilidad del tipo de cambio, las altas tasas de interés para la autoridad fiscal. Eso nos ha llevado a un estancamiento prolongado en la economía nacional”, sostiene Huerta.

EL ORNITORRINCO

Si tuviéramos que definir el modelo económico que está implementando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, ¿cuál sería?, pregunta Ernesto Ledesma, conductor de Perspectivas y director de Rompeviento TV.

Para José Gandarilla, la pregunta es muy complicada porque la respuesta no se acoge a la interpretación de una determinada corriente de pensamiento económico.

“De hecho, yo utilizo en mi artículo del libro la metáfora del ornitorrinco: es una composición de diversas maneras de ver el problema económico, inscrito en una perspectiva social y política; pretende ser un modelo democrático que impulsa al mercado interno desde abajo, no así en términos del capital o la inversión privada.

“Fue el enfoque por el que se optó en el marco de la pandemia. El combate al covid influyó en la tasa de decremento del año pasado. Y no somos el único país del mundo que cayó a esos niveles, hubo países donde incluso el producto interno bruto (PIB) cayó más. Las calificadoras esperaban que cayera aún más en México, se hablaba de un 12, 13 o 14 por ciento pero la economía nacional cayó el 8 por ciento. No corresponde a errores en la política económica, sino al horizonte que estamos viviendo.

“No es un modelo keynesiano en cuanto tal, porque responde al mandato neoliberal de reducir la presencia del Estado. De ahí arranca la pretensión de tener un sector público con mayor potencia económica en el sentido de su capacidad fiscal. Pero la reforma tributaria que nos heredaron los neoliberales es un modelo que produce poca recaudación. Y esa recaudación también dependía de los niveles que ofreciesen los llamados monopolios públicos, aunque me niego a considerar las empresas estatales de esa manera porque es un discurso muy cargado ideológicamente.

“Son empresas estratégicas de la nación y en ellas se concreta el problema de la rectoría del Estado. Es un modelo que busca en diversos campos (no sólo en la economía sino también en la conducción de la ciencia, la educación o la salud) que el Estado sea eje rector. Pero la capacidad del Estado para ejercer la rectoría está dada por la disponibilidad del excedente social. En una condición de ruindad como en la que dejaron a nuestro sector público, la disposición del excedente es baja y agravada por la situación de la pandemia”, expone el doctor en Filosofía Política por la UAM-Iztapala.

ECONOMÍA Y POLÍTICA

“Cuando arrancó la crisis sanitaria, el precio del petróleo llegó a 19 dólares por barril. Ahora está a un nivel más aceptable, pero eso depende también de las capacidades fiscales. O sea, abrazar una austeridad fiscal no depende exclusivamente de una posición ideológica sino de las capacidades que tenga el Estado para, en el marco de las condicionalidades históricas y de sus posibilidades de maniobra, orientar su acción hacia los sectores que considere estratégicos”, dice Gandarilla. “El Estado no va a poder atajar todos los problemas y, aunque quisiera cambiar las normas del banco central, esto depende de cuestiones constitucionales. El gobierno tiene mayoría parlamentaria simple, pero no la mayoría calificada que le permitiría modificar la Constitución en materia de la autonomía del Banco de México.

“Ya por sí, todo lo que plantea el gobierno tiene que jugarlo en el terreno de la política. Si ahora mismo se le acusa de ser populista, casi un gobierno dictatorial, con un manotazo en la política del banco central las voces se alzarían. Y los ruidos generados en los mercados tienen que contemplarse políticamente, porque la política se valora en las elecciones cada tres años.

“En ese sentido, el modelo económico debe dictar lo que tendríamos que hacer, pero la directriz económica se mueve en el marco del ejercicio pragmático de la política. La posibilidad de disputarle la autonomía al banco central la está materializando AMLO poco a poco, con las personalidades que integran el banco central. Pero no puede cambiar la relación de tajo, porque esto generaría una oposición unida en el bloque de derecha que se está estructurando. La apuesta en la siguiente confrontación electoral, definitivamente, podría resultar muy costosa.

“Tenemos que movernos en el marco de las posibilidades que la propia condición política nos plantea. La economía no puede moverse con entera autonomía en el escenario de la política real. Y, por esa razón, el modelo de la política económica instrumentada tiene que ser leído en el marco de la política-política.

“Por eso digo que es una especie rara, como el ornitorrinco. Los pueblos originarios de Australia, donde vive esta especie mayoritariamente, no se quebraron la cabeza. No se preguntaban si es un mamífero con pico de ave y aletas en vez de patas. Para ellos es un topo de agua que, a veces, sale a la superficie.

“El modelo económico que yo veo en la 4T pretende recuperar la rectoría del Estado. Pero lo podrá hacer en la medida en la que tenga las capacidades fiscales y de disposición del excedente para que avance un poco más hacia donde quisiéramos que avanzara. Yo también me pronuncio en ese sentido: necesitamos encontrar un horizonte que nos permita colocarnos lo más a la izquierda posible”, resume José Gandarilla.

POSTURA KEYNESIANA

Entonces, ¿es keynesiano el gobierno de López Obrador?

Para Violeta Núñez, si bien el libro no es una oda al modelo económico actual (más bien hay un planteamiento desde diferentes perspectivas y se hace una lectura crítica de lo que estamos viviendo), son interesantes los rasgos que evidencian una postura keynesiana.

“Una parte del gobierno está impulsando este tipo de modelo desde que llegó, y eso se manifiesta en la propuesta de contrarreforma a la reforma constitucional que había hecho Peña Nieto. Lo que AMLO propuso al Congreso fue quitarle el poder al mercado y dárselo nuevamente al Estado, particularmente en el tema de los minerales porque, como decía Huerta, la mayor parte de la riqueza minera se ha quedado en los cuatro hombres más ricos de este país.

“Estos datos sobre la concentración en pocas manos de la industria minera nos indican qué pasó en los territorios donde hay minerales. Si los analizamos, veremos que son territorios que también viven en una situación de carencia, pobreza y desigualdad. Y aquí el planteamiento del presidente va en un sentido absolutamente keynesiano, con esta idea de darle la rectoría al Estado y declarar propiedad nacional a los minerales estratégicos, no nada más al litio.

“Los diferentes megaproyectos del gobierno federal, con los que estemos o no de acuerdo, auguran una política keynesiana. Cuando se inició el Tren Maya, por ejemplo, se propuso como una inversión 90 por ciento privada y 10 por ciento pública. Era un tren neoliberal, pero hubo una transformación y, ahora, en lugar de conservar el proyecto en la esfera de Fonatur y dejar la operación a Grupo México, lo manejará el ejército. Y el discurso del presidente es que lo hace para garantizar que en el futuro no se privatice.

“Tendríamos que debatir al respecto. Sin embargo, que el ejército vaya a administrar las ganancias del Tren Maya tiene la intención de que los ingresos se destinen a un apartado del gasto social: las pensiones de las fuerzas armadas. Uno de los grandes problemas que vemos en el presupuesto de egresos de la federación es el pago de pensiones. Y lo que se está planteando es que la derivación de las ganancias del tren, vaya directamente a las pensiones de los militares en retiro”, expone la doctora en Desarrollo Rural por la UAM-Xochimilco.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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