¿AMLO NO LO QUIERE?

¿Marcelo Ebrard no será el candidato presidencial de Morena porque Andrés Manuel López Obrador no lo quiere? Si es así, sus razones tendrá. Por cierto, más válidas que aquella que dan los detractores del tabasqueño en el sentido de que Marcelo no se dejaría manejar por un poder transexenal.

¿El presidente terminará influyendo en la designación de la candidatura? Sí, lo hará. Pero eso no quiere decir que el proceso interno de Morena sea una forma muy elaborada de revivir el dedazo de los tiempos priistas. No tendría ningún sentido inventar un procedimiento tan engorroso si bastara ejercer las facultades que la tradición política mexicana le reserva al “fiel de la balanza”.

López Obrador diseñó una fórmula democrática que pueda seguir sirviendo en el futuro, aunque lo mejor sería legislar sobre elecciones primarias. Pero lo que ni él mismo puede evitar es que su liderazgo en la 4T, el capital político que ha acumulado y el nivel de aceptación que mantiene como presidente se reflejen en el resultado de esta encuesta.

Hay una poderosa corriente en favor de Claudia Sheinbaum, pero describirla como la “cargada de los búfalos” en respuesta al “dedazo” no explica las sutilezas del proceso. Por lo demás, no hay elementos para suponer que el partido o su jefe nato cambiarán el resultado de la encuesta si favorece a Marcelo.

Si mucha más gente estuviera harta de Andrés Manuel, la encuesta se volvería en su contra. Esa fue la apuesta de Marcelo que no funcionó: salvar a la 4T del eventual colapso personal de López Obrador. Morena está eligiendo a su candidato o candidata presidencial justo en un momento que, el mandatario saliente, conserva mucha de la fuerza moral con la que llegó en 2018.

UN GLOBO INFLADO

¿A qué se refieren los analistas cuando coinciden en señalar que Ebrard está repitiendo los errores de su mentor Manuel Camacho Solís en la coyuntura de 1994?

Por un lado, a que así como Camacho quiso torcer la voluntad de Carlos Salinas de Gortari cuando ya se había decidido por Luis Donaldo Colosio, Marcelo sacó el as que tenía bajo la manga (acusar al aparato de gobierno de estar trabajando para Claudia) después que las cartas habían sido puestas sobre la mesa.

Anunciado el ganador de la carrera presidencial, Camacho cayó en el juego de Salinas para cambiar de abanderado. Y, como candidato alterno, contribuyó a crear el clima político que generó el asesinato de Colosio.

A Luis Donaldo lo mató el mismo que antes lo promovió y escogió, por razones que van desde la resistencia del sonorense a comprometerse con determinados intereses, al supuesto de que la candidatura oficial no levantaba.

Eso era lo que narraban los grandes medios y, probablemente, fue cierto hasta el discurso en el monumento a la Revolución. La campaña no entusiasmaba más que nada por la confusión generada por el doble juego de Salinas y, no como se dijo, por el pánico que la sociedad empezó a sentir tras el levantamiento zapatista. En ese contexto, alguien pensó que un martirio podría generar, y en efecto se vio con Zedillo, enormes dividendos políticos.

Hace unas semanas, de manera irresponsable periodistas al servicio de la propaganda opositora empezaron a especular con la posibilidad de recurrir al asesinato de un aspirante para controlar la sucesión presidencial de 2024. Dejaron de insistir en el tema, afortunadamente, cuando el sentido común indicó que los únicos interesados en un nuevo sacrificio serían sus potenciales beneficiarios: esos mismos que inventaron el “fenómeno” Xóchitl.

NI MODERADO NI CONCILIADOR

Aunque tenga piezas del mecanismo que desarrolló el PRI como partido de Estado, y pese a que la semántica de las “corcholatas” recuerda a la del “tapado”, la sucesión en la 4T tiene sus propias reglas. Algunas son todavía indescifrables porque se van escribiendo sobre la marcha. Por ejemplo, no habrá “tapado” ni “dedazo” pero sí hay “cargada” y, por supuesto, también claras “señales” de hacia dónde se orienta la voluntad presidencial.

López Obrador es un maestro en el arte de mandar mensajes y a sus seguidores les quedó muy claro, desde hace meses, cuál es el camino que el presidente piensa debe seguir la Cuarta Transformación. AMLO nunca vetó a Marcelo, pero los simpatizantes de Morena lo identifican como el agente de la continuidad… con cambio. Y por eso va a perder la encuesta.

El historiador Enrique Semo, en su libro Ideas para continuar la 4T (Editorial Itaca, 2023), describe muy bien cuál es la percepción de la base morenista con respecto a la continuidad del movimiento. El hallazgo se lo debemos a Vladimir Parra, uno de los presentadores del libro junto con Ana Luz Quintanilla y Alfredo Álvarez, el pasado martes en el Foro Cultural Mexiac de la ciudad de Colima:

“Sin duda el carácter y la capacidad del elegido/a será muy importante para el futuro de la 4T. Sólo con un presidente o presidenta firmemente comprometida con el ideario y la práctica puede continuar un verdadero proceso de transformación política, económico y social en México. La 4T no puede estar representada por alguien cuyo perfil moderado y conciliador permita el acceso nuevamente a los grupos de derecha que se han aglutinado y buscan insistentemente regresar al poder. A la cabeza de su coalición, el partido en el gobierno debe evitar la equivocación en la que han caído algunos movimientos de orientación nacional-popular de América Latina que optan por ser abanderados por candidatos que, en palabras de Jean Luc Mélenchon, son ‘moderados que no asustan a nadie’ y que se dedican a consensuar con la derecha sobre demandas políticas, económicas y sociales esenciales del pueblo. Esto sería fatal para Morena y la 4T correría el riesgo de entrar a una deriva política e ideológica funesta.”

SU PASADO LO CONDENA

Aunque ni propios ni extraños ponen en duda que Ebrard es un político eficiente, AMLO ha dicho –en otro contexto– que valora más la lealtad que la eficiencia. Y a eso respondió Marcelo varias veces, recordando que desde 2000 caminan juntos y, sobre todo, que en 2012 le cedió el paso al tabasqueño para que buscara por segunda ocasión consecutiva la presidencia.

En la elección capitalina de 2000, el PCD decidió no presentar a Marcelo como candidato y apoyar a AMLO de facto. El favor se lo pagó en 2006, cuando el impulso que tomó Andrés Manuel en su frustrado intento por llegar a la presidencia contribuyó innegablemente a que Ebrard ocupara el antiguo Palacio del Ayuntamiento.

Doce años después, no obstante que en las encuestas la diferencia entre el llamado “presidente legítimo” y el jefe de Gobierno saliente aparentemente no era mucha, Ebrard otra vez decidió declinar en sus aspiraciones. La conclusión obvia es que AMLO se la debe, pero en política los compromisos no sobreviven más allá de la coyuntura en la que se originaron.

Para el ala dura de Morena, la lealtad de Ebrard a AMLO pesa menos que su pragmatismo… o su pasado priista. Y eso que López Obrador en sus orígenes políticos también militó en el PRI.

El problema de Marcelo es que el pasado lo alcanzó cuando los priistas lo eligieron como su gallo. A medida que fueron reconociendo la inevitabilidad del triunfo morenista en 2024, llegaron a decir sinceramente que votarían por Morena si el candidato presidencial es Marcelo. Hoy esa intención ya no se sostiene.

La clase política priista dejó de ver en Marcelo a un candidato potencial de la oposición. Tampoco lo ven como alguien que, no obstante su cercanía con AMLO, lograría reunificar al país. Ya no lo miran como la llave para volver a la burocracia dorada después de seis años en la banca. Pero lo siguen viendo como la palanca que los ayudará a fracturar la 4T.

Si bien no se dieron las condiciones para que el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional sea Ebrard, el pragmático Marcelo seguramente hizo un cálculo: lo que ganará políticamente como líder del Senado (con la promesa de inaugurar una especie de vicepresidencia, en adelanto a lo que podría ser mediante una reforma constitucional un nuevo régimen semiparlamentario) es mayor a las posibilidades que tendría por la libre de ganar la elección.

SI Y SÓLO SI

Si en la popularidad del presidente se hubiese dado una caída; si el partido de AMLO no contase con una intención del voto que le permite prescindir de una fuerza bisagra; si el mandato popular fuese continuidad con cambio y no continuidad subrayada, ni duda cabe que el candidato de Morena sería Marcelo.

En su estrategia para dejar como sucesor a alguien de su propio partido, el presidente López Obrador polarizó las posiciones ideológicas. Al arengar contra los neoliberales conservadores, empujó al Frente Amplio por México hacia el polo opuesto. La alianza opositora dejó el centro donde se había ubicado la cúpula del PRI, y se arrinconó en la extrema derecha con la que comulgan muchos de los cuadros panistas.

Si Marcelo hubiese dejado Morena a tiempo, tal vez habría podido construir una tercera vía pero no necesariamente con el FAM. Los ideólogos de ese monstruo de Frankenstein se engancharon en la guerra semiótica con AMLO, instalándose en un discurso radical de derecha al asumir que el mundo avanza hacia el fascismo.

Y, de repente, un estudio de mercado reveló que el mexicano promedio no quiere a un presidente como lo fue Jair Bolsonaro en Brasil o como promete ser Javier Milei en Argentina. La fórmula para el espectáculo de la política en México dejó de requerir, pues, perfiles como el de Lilly Téllez o Eduardo Verástegui. Como una droga de diseño se impulsó la nominación de Xóchitl Gálvez, una figura tan disruptiva –se dice– como lo fue Andrés Manuel López Obrador en 2018.

Algunos piensan que el presidente adelantó en la mañanera la aparición de la senadora Gálvez en la carrera presidencial, porque con ello quedaba cubierta en la derecha la plaza para un izquierdista moderado (precisamente la vacante que habría podido llenar Ebrard). Pero no olvidemos que la determinación de fabricar a Xóchitl la tomó Claudio X. González y, en todo caso, lo que hizo AMLO es acelerar el ciclo.

El arco dramático del personaje de la niña de las gelatinas está previsto: irrumpe en el escenario, es rápidamente inflada por los medios y, finalmente, revienta a causa de sus propios pecados. Pero una cosa es que estalle el globo de Xóchitl antes del 2 de julio de 2024, y otra muy diferente que ocurra después.

MOVIMIENTO NARANJA

¿Podría Movimiento Ciudadano (MC) acoger a Marcelo y convertirse en esa tercera vía que cubra la vacante del progresismo moderado, buena ondita, light…? Es factible. La duda no es ésa sino a cuál de los dos extremos le robaría más votos Ebrard desde el centro: ¿a la derecha o a la izquierda?

Los priistas que quisieran ver a Marcelo romper con Morena, difícilmente lo van a apoyar en MC. Y presumiblemente son pocos los morenistas que lo seguirían al desierto. Mientras tanto, esos que no responden en las encuestas o aún no han decidido por quién votar lo pensarán dos veces antes de desperdiciar el voto útil.

Midiendo sus palabras, Marcelo acusó al gobierno de usar el aparato para apoyar a Claudia. Pero cuando parecía que había lanzado un ultimátum, decidió continuar en el proceso. ¡Va por el segundo lugar!

Cuando López Obrador habilitó a Adán Augusto López Hernández como precandidato, fue clara su intención de dividir las preferencias en tercios. Incluso, parecía obvio el propósito de mandar a Ebrard a la tercera posición de la tabla, para que no pueda reclamar como en 2012 que le ganaron la encuesta por poquito.

Aun cuando la ruptura se aplazó, Marcelo puede estar pensando todavía en contender por la presidencia como candidato de MC, perder con dignidad y apostar a una nueva candidatura presidencial en 2030. Para entonces tendrá 70 años.

Para eso falta mucho. En el aquí y el ahora, ¿como abanderado emecista le ayudará a Morena robándole votos a la oposición o le quitará votos a Morena para hacer viable el triunfo del FAM?

Quien tiene más claro el panorama es Dante Delgado, propietario de las siglas de MC: el escenario más probable en 2024 es que Morena retenga el poder ejecutivo y, si el movimiento naranja le ayuda en ésta, podrían juntos conseguir la extinción de la vieja partidocracia y construir el bipartidismo mexicano del siglo XXI, donde ya no tendrán lugar destacado el PRI ni el PAN ni mucho menos el PRD.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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