El miércoles 21 de mayo se cumplen once años del fallecimiento de Jorge Humberto Silva Ochoa. Y en la Universidad Tecnológica de Manzanillo (UTeM), la Fundación que lleva su nombre le rindió el viernes 16 un tributo a quien, como secretario de Planeación del gobierno del estado, fue el promotor, impulsor y ejecutor del proyecto fundacional de esta casa de estudios.
Participamos en el evento, Arnoldo Vizcaíno Rodríguez como amigo del homenajeado; Jorge Silva Torres, presidente de la Fundación ‘Jorge Humberto Silva Ochoa’, A. C.; el rector de la UTeM, Guillermo Torres López, y quien esto escribe.
Comencé recordando que, la UTeM, fue la tercera institución pública de educación superior en la que Silva Ochoa intervino como fundador o refundador. Es muy conocido el legado que dejó en la Universidad de Colima (UdeC) tras casi 10 años en la rectoría, pero lo que poca gente conoce es el papel que el licenciado Humberto jugó para que se gestara el Instituto Tecnológico de Colima.
Definido como creador o consolidador de instituciones educativas, periodísticas, políticas y sociales, es pertinente recapitular cómo construyó este perfil de “estadista” (como lo llamó Vizcaíno). Y lo que salta a la vista en su biografía es que, desde muy joven, Silva Ochoa empezó a trabajar en el proyecto para traer a Colima una gama de opciones profesionales más amplia.
Por diversas circunstancias pese a que la Universidad Popular de Colima se fundó en 1940, todavía a finales de los años cincuenta la posibilidad que tenían los colimenses de obtener un título se reducía a maestro normalista. La naciente casa de estudios ofrecía también un diploma de secretaria taquimecanógrafa.
Ampliar la oferta profesional y brindar a los jóvenes la oportunidad de estudiar una licenciatura sin salir del estado, implicaba un cambio en la política educativa. Y para lograrlo era necesario influir en la toma de decisiones. Quizá siguiendo el ejemplo del colimense Jesús Robles Martínez –primer dirigente estudiantil en el Instituto Politécnico Nacional–, jóvenes alumnos de secundaria y normal iniciaron en su tierra un movimiento similar.
ESTUDIANTES COLIMENSES
Nacido en 1937, Humberto Silva tenía 17 años cuando en 1954 desde la Sociedad de Alumnos de la Escuela Secundaria No. 2 convocó a los jóvenes a formar la Federación de Estudiantes Colimenses.
Ese fue el año que Arnoldo Vizcaíno nació, pero ni la diferencia de edades ni el hecho de que Humberto buscara cambiar el sistema político por dentro mientras Arnoldo trataba de hacerlo desde la oposición, hizo que su amistad se resintiera, contó el hoy secretario de Formación Política de Morena.
La FEC fue el primero de los pilares de la comunidad universitaria en cuya creación participaría Silva Ochoa activamente. Años después, ya siendo rector de la UdeC llamaría al personal académico, administrativo y de servicios de la institución a formar en 1980 el Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad de Colima (SUTUC) [pues sí, el representante de la patronal instó a los universitarios a organizarse laboralmente]. Y lo mismo hizo con las asociaciones de exalumnos, al invitarlos como graduado en Derecho a integrar la Federación de Egresados (FEUC) en 1985.
Sobra decir que el movimiento juvenil no fue visto con buenos ojos por las autoridades educativas de su tiempo. Cuando el 4 de enero de 1955 les negaron usar los salones del edificio donde hoy se ubica el Archivo Histórico de la UdeC, los estudiantes salieron a la calle, cruzaron la avenida 20 de Noviembre y celebraron el congreso constituyente de la FEC bajo la sombra de los árboles del Parque Hidalgo.
Tampoco los sectores más conservadores de la sociedad veían con agrado una organización estudiantil que no se ajustara al modelo corporativo de organización de jóvenes que alentaba la Iglesia Católica. Silva Ochoa recordaba cómo su tío el presbítero Enrique de Jesús Ochoa, lo amonestaba cariñosamente por estar construyendo una organización laica, a despecho de los liderazgos estudiantiles que en la Normal eran impulsados por el sacerdote y excombatiente cristero.
Buscando darle a la FEC la formalidad y seriedad que las buenas conciencias asociaban con la edad, los estudiantes eligieron primer presidente a Roberto Vázquez López, un locutor que cumplía el requisito de parecer ya ‘un señor’. El vicepresidente, Sergio Miguel Carrillo Huerta (tío del actual secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo), terminó asumiendo el liderazgo de facto cuando, ante las presiones políticas, el presidente electo simplemente ‘se ausentó’.
Silva Ochoa no asumiría la dirigencia de la Federación de Estudiantes hasta 1962 (concluyó su gestión en 1964), cuando ya había sido presidente de la Sociedad de Alumnos en la Secundaria (1955-1956) y en la Normal de Maestros del Estado (1957-1958). Al frente de la representación estudiantil, encabezó el movimiento que logró la Autonomía Universitaria en 1962.
Como muchos de los normalistas que se desempeñaban como profesores de primaria mientras continuaban estudiando el bachillerato para luego ingresar a una carrera profesional, Silva Ochoa se inscribió en la Escuela de Derecho en 1963. Ahí también fue presidente de la Sociedad de Alumnos y formó parte del primer Consejo Universitario.
Se tituló hasta 1979, varios años después de concluir los estudios en 1968. Como otros egresados de las primeras generaciones de Derecho, tuvo que romper el veto del gremio jurídico a que se celebraran exámenes recepcionales. Y es que los abogados con título formados en universidades de Guadalajara, Morelia o la Ciudad de México, cobraban por estampar su firma en los expedientes que llevaban ante los tribunales esos postulantes sin cédula profesional.
AUTONOMÍA Y PARIDAD
Al concluir su periodo como dirigente de la FEC, siguió participando en la política estudiantil a nivel nacional. Fue vicepresidente (1964-1966) de la Confederación de Jóvenes Mexicanos (CJM). Y asistió como delegado al Congreso Mundial de la Juventud que se celebró en Berlín en 1964.
El movimiento estudiantil tuvo en los años sesenta diversas escisiones, alentadas por el gobierno en turno y las corrientes políticas en pugna por la sucesión en el Ejecutivo local. Pero casi todas las facciones identificaban a Silva Ochoa como el iniciador de la organización.
El maestro Humberto seguía siendo el líder moral del estudiantado cuando, en 1972, la FEC consiguió una reforma al Artículo 8º de la Ley Orgánica de la Universidad que le dio paridad en la representación de maestros y alumnos en el Consejo Universitario. Con la decisiva participación de los estudiantes en el máximo órgano de gobierno de esa casa de estudios, resultó electo rector Alberto Herrera Carrillo y tomó posesión a inicios de 1973.
En 1980, ya como rector Silva Ochoa promovió ante el gobierno estatal de Griselda Álvarez la expedición de una nueva Ley Orgánica de la Universidad, acorde con la adición hecha por el Ejecutivo federal al Artículo 3º que elevó a rango constitucional la autonomía universitaria. Con base en esta legislación, el licenciado Humberto pudo organizar una nueva estructura jurídica, administrativa y académica de la institución.
El Grupo Universidad se fracturó en 1988, ante la decisión de Humberto Silva de apoyar la candidatura de Fernando Moreno a la rectoría. Pero varios de sus miembros volvieron a reunirse en 1997 en torno a la postulación de Moreno Peña a la gubernatura, conformando la Asociación de Ex–Dirigentes de la FEC (Ex–A–FEC).
UNIVERSIDAD Y TECNOLÓGICO
Durante los años sesenta, Silva Ochoa fue alternando las actividades que respondían a sus distintas vocaciones: el magisterio y la administración escolar, por un lado; el activismo social y el periodismo, por otro; la política y la administración pública, en una tercera vertiente.
En su faceta como educador, fue maestro de banquillo y director técnico de una escuela primaria. Dirigió el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyT) No. 80, un plantel a nivel medio de cuya evolución al medio superior surgiría el CBTIS (Centro de Bachillerato Técnico Industrial y de Servicios) No. 19. Y posteriormente fue director de la Escuela Secundaria Técnica No. 1, al tiempo que ya ocupaba cargos en la UdeC.
Fue así cómo, vinculado al área tecnológica del sector educativo federal, hizo las gestiones para traer a Colima el plantel que hoy se conoce como Instituto Tecnológico Nacional de México (TecNM). Las clases del Tec Regional iniciaron en la Escuela Tecnológica Industrial (ETI) 225, las mismas instalaciones en El Diezmo que hoy albergan la Facultad de Ciencias de la Educación de la UdeC. Sin embargo, la ruptura del Grupo Universidad con el gobernador Arturo Noriega llevó a la desvinculación de este proyecto por parte de Humberto Silva y quienes colaboraban con él en los planteles técnicos.
Frenado el impulso para generar una sinergia entre el Tecnológico y la Universidad, Silva Ochoa pensó entonces que la oferta de carreras universitarias no debía concentrarse en las disciplinas propias del modelo humboldtiano de educación superior (derecho, medicina y enfermería, las carreras del área económico-administrativa, arquitectura, artes y humanidades), sino complementarse con el espectro de ingenierías propio del modelo napoleónico de universidad.
De este modo, primero como secretario general y luego como rector, Silva Ochoa impulsó la apertura de sendos campus, uno en Tecomán y otro en Coquimatlán. Sobre los terrenos entregados en comodato por el gobierno federal para que sirvieran de campo experimental, el primero se enfocó a las ciencias agropecuarias (incluida la medicina veterinaria). Y ubicado en las antiguas instalaciones de un ingenio cañero, el segundo se destinó a las distintas ramas de la ingeniería.
REFUNDACIÓN UNIVERSITARIA
Humberto Silva se incorporó a la UdeC como docente, en 1969. Y a partir de entonces desempeñó, “por riguroso escalafón” –dice el acuerdo por el que el Consejo Universitario le otorgó en 1990 la medalla ‘Lázaro Cárdenas’, máxima presea que otorga esa casa de estudios–, los cargos de jefe del Departamento de Servicios Sociales y secretario general de la institución.
A la muerte de Herrera Carrillo, asumió el interinato en la rectoría de la Universidad. Estuvo al frente de la institución desde 1979 hasta 1989, cuando concluyó su segundo periodo ordinario. En la gestión rectoral de Silva Ochoa “la Universidad de Colima vivió su etapa de crecimiento y consolidación” que la llevó a ocupar el lugar más alto “del promedio nacional de instituciones de provincia, según apreciación del propio presidente de la república” (1982-1988), Miguel de la Madrid Hurtado.
En 1979 –señaló el propio Humberto Silva en su IV Informe del Segundo Periodo rectoral, el 15 de diciembre de 1988– sólo existían en la Universidad de Colima cinco escuelas superiores: Derecho, Contabilidad y Administración, Ingeniería Civil, Agronomía y Medicina, en las que se impartían un total de nueve carreras profesionales. Sólo las primeras tres escuelas funcionaban en edificios propios, y ya tenían egresados.
Cuando entregó la rectoría, esas cinco escuelas pioneras ya funcionaban como facultades al ofrecer estudios de maestría y doctorado. Sin contar la expansión por todo el estado de bachilleratos con diferentes áreas de formación técnica, Silva Ochoa abrió 16 escuelas superiores y 54 carreras profesionales en la UdeC.
En su vertiente periodística, cabe mencionar que fue corresponsal de El Día (1967-1978) y primer director de El Comentario, medio impreso que a partir de 1988 es propiedad de la Universidad de Colima pero que nació, en 1974, como un instrumento de los universitarios para defender la institución.
En el sector privado, como editor Silva Ochoa rescató el cabezal del periódico Ecos de la Costa, entonces decano de la prensa en Colima, y fundó en la década de los ochenta El Correo de Manzanillo y, en los noventa, el Diario Regional de Zapotlán.
POLÍTICO Y ESTADISTA
En su trabajo político, con los colores del PRI fue diputado local suplente. Más tarde, secretario del Ayuntamiento de Cuauhtémoc. Y diputado federal por el primer distrito (1982-1985), en cuyo ejercicio fue miembro de la Gran Comisión.
Al concluir su gestión rectoral en 1989 y cuando pensaba dedicarse por entero a su empresa periodística, Luis Donaldo Colosio lo invitó a ser secretario adjunto de la presidencia nacional del tricolor. Silva Ochoa contribuyó con él en la renovación de esa fuerza política por la vía de hacer que “más pueblo pase por el partido” –como decía el sonorense–, orquestando la fundación de un Consejo de Universitarios Mexicanos (CUM).
La muerte del candidato presidencial en 1994 cortó, sin duda, las posibilidades de Silva Ochoa de llegar al Senado y aplazó sus legítimas aspiraciones a ser el primer universitario colimense en alcanzar la gubernatura. Ese privilegio le correspondió a su sucesor en la rectoría, Fernando Moreno.
Arnoldo Vizcaíno contó cómo la bala que mató a Colosio hirió políticamente a Silva Ochoa y, de paso, le pegó también al entonces perredista. Para sustituir a Luis Donaldo como candidato presidencial, el PRI nominó a Ernesto Zedillo cuya esposa, Nilda Patricia Velasco, había crecido a unas cuantas casas de distancia de su domicilio.
Concurrentes con la elección presidencial se celebraron comicios municipales en Cuauhtémoc, donde Vizcaíno Rodríguez fue el candidato del Sol Azteca a la presidencia del ayuntamiento. Pese a contar con el respaldo popular, su presumible triunfo fue ignorado por una razón de Estado: era inconcebible que en la tierra natal de la primera dama ganase la oposición.
Volviendo a Silva Ochoa, para acompañarlo en la segunda parte de su sexenio Moreno Peña lo designó secretario general de Gobierno. Y desde esa posición, en 2003 participó en la elección interna del PRI para la gubernatura. La nominación fue para Gustavo Vázquez, pero HSO volvería a ser diputado local y presidente de la Comisión de Gobierno Interno del Congreso durante el interinato que se dio tras la anulación de la elección ordinaria.
Al comenzar en 2004 el gobierno de Vázquez Montes, el tecomense incorporó al licenciado Humberto como secretario de Desarrollo Social. Y, a la trágica muerte de Gustavo, el nuevo gobernador constitucional Silverio Cavazos lo nombró secretario de Planeación.
ABRIR EL TAJO
Me he detenido en esta relación de cargos, logros y vocaciones porque es la única manera de presentar la complejidad de un personaje que ya tiene un lugar en la historia de Colima. Y también como una manera de explicar cómo esta multiplicidad de intereses personales respondió siempre a un mismo propósito: transformar al estado de Colima.
Infiero por las muchas conversaciones que tuvimos a lo largo de los años en que me tocó colaborar con él, que buscaba hacerlo elevando la calidad de vida en el estado, impulsando el crecimiento económico y alcanzando un desarrollo integral a partir de explotar las orientaciones productivas del estado: el campo y la agroindustria; la prestación de servicios profesionales y el turismo; la generación eléctrica y el transbordo de gas, gasolinas y combustóleo; el movimiento portuario y la logística; el transporte carretero y ferroviario…
Silva Ochoa creía que la mejor manera que tenía el Estado de construir un mejor futuro para todos era, sí, creando infraestructura y atrayendo inversiones privadas; también diseñando modelos operativos y marcos normativos; pero, fundamentalmente, formando el capital humano que pueda realizar las tareas que demandará el desarrollo.
El futuro imaginado en ese plan no sería, quizá, el que hubieran querido los colimenses más conservadores y temerosos del arribo masivo de familias desde otras regiones del país, pero sí el que finalmente se irá imponiendo en función de nuestra posición geográfica, el comercio mundial y la política nacional.
HSO era consciente de la trama histórica: en el porfiriato, se tendió el ferrocarril desde Guadalajara para conectar al puerto de Manzanillo con el centro del país, aprovechando que esta bahía tenía una posición estratégica en las rutas de navegación costera e intercontinental; hace 40 años se pasó al siguiente nivel, con la apertura del puerto interior; pero es ahora la saturación del recinto de San Pedrito, el detonante para la apertura de un puerto de gran calado en el vaso lacustre de Cuyutlán.
La laguna fue navegable hasta los inicios del siglo XX, cuando se usaban veleros para completar el trayecto desde el poblado de Cuyutlán al de Manzanillo. Y la idea de convertirla en un puerto de altura, se les ocurrió a los mismos ingenieros que construyeron el ferrocarril.
Silva Ochoa señalaba, en ese sentido, que la apertura de los ‘túneles’ que comunican la laguna con la bahía respondió al objetivo de mantener la circulación de agua de mar hacia un estero que, como pantano, resultaba insalubre. Y enfatizaba que El Tajo no se abrió para dar paso a una calle (formalmente, se demolió el cerro para abrir paso al ferrocarril), sino como primera fase de lo que iba a ser un canal de navegación hacia un insólito puerto interior. La Revolución frustró el proyecto, que luego fue retomado sin éxito por el presidente Miguel Alemán.
VIADUCTO DE CARG
“Humberto fue el primero al que yo oí hablar del tema”, convertir la laguna de Cuyutlán en un puerto de altura, recordó Arnoldo Vizcaíno. Y puedo confirmar que lo hizo, oficialmente, en 2003, durante un debate entre los aspirantes a la candidatura del PRI al gobierno del estado. Por cierto, otro de los contendientes se burló poco discretamente de la propuesta. Al final del evento, lo oí decir a sus colaboradores que era una idea irrealizable.
Arnoldo Vizcaíno mencionó que, en un principio, él tampoco estaba de acuerdo con dragar la laguna. Pero cuando le expresó sus temores, Silva Ochoa le respondió que de todas maneras el vaso se estaba azolvando y, mejorar la comunicación con el mar, era paradójicamente una manera de salvar la laguna.
HSO, sin embargo, no concordaba con la solución de seguir ampliando la boca de Tepalcates para alimentar el vaso con agua de mar, porque muy cerca de la costa termina la plataforma continental y se convierte en abismo. Eso hace que el oleaje meta grandes cantidades de arena al canal, volviendo el dragado una tarea inacabable.
Finalmente el gobierno federal decretó en 2011 la creación del puerto de Cuyutlán, pero el presidente López Obrador aplazó el proyecto. En parte porque su plan de desarrollo portuario en el Pacífico se concentraba en Salina Cruz, Oaxaca, una de las puntas del ferrocarril interoceánico que tiene como polo opuesto a Coatzacoalcos, Veracruz. Y, en parte, porque el gobierno de Ignacio Peralta y los anteriores habían manoseado el proceso de licitación, buscando quedarse con las concesiones de terminales y acaparar las reservas territoriales. Con todo, Claudia Sheinbaum reactivó el proyecto Manzanillo II y ya anunció que se concluirá en 2030.
Desde la Secretaría de Planeación (Seplan), Silva Ochoa se esforzó por convencer a la clase política, el sector empresarial y la opinión pública colimense de la necesidad de contar con una visión a largo plazo, y que esta no sólo quedara plasmada en un plan de desarrollo sino que se tradujera en una ley en la materia de observación rigurosa.
Además de orientar el desarrollo, el plan redactado bajo esa nueva ley tendría como objetivo inhibir aquellas malas prácticas de gobierno con las que, en el pasado, se saboteó la racionalidad del crecimiento económico de Colima.
Una de las prácticas más nefastas fue la tendencia en los altos funcionarios a usar para su propio beneficio la información privilegiada sobre el trazo, la ubicación, el plazo o los montos a invertir en los proyectos de desarrollo. Y mantener esa secrecía llevó a tomar decisiones tan arbitrarias como improvisadas.
Desde la Seplan, Silva Ochoa pugnaba por romper inercias y encauzar el desarrollo por donde un ejercicio democrático de la participación social para la planeación lo decidiera. No por donde las consecuencias de la falta de planeación nos obligasen.
Sostenía, por ejemplo, que si la logística del transporte terrestre de mercancías consiste en reducir tiempos y acortar distancias, como alternativa a la ampliación de la autopista en su actual ruta, el volumen de carga hacía perfectamente factible y rentable la construcción de un viaducto confinado entre el puerto de Manzanillo y el centro logístico de Jalisco; una carretera para camiones que cruzase la frontera entre Colima y Jalisco a la altura de Minatitlán, no por Cuauhtémoc.
Aunque la autopista recorrerá el estado con seis carriles, cuando estén operando los dos recintos del complejo portuario se moverá por ellos el doble de la carga actual. Eso hará necesario replantear la sugerencia del viaducto carretero (amén de forzar la agilización del transporte ferroviario). De otra manera, habría que ampliar la autopista a ocho o a 10 carriles y nunca serían suficientes.
UNIVERSIDAD DEL PUERTO
El secretario de Planeación estaba convencido, por lo demás, de que el aparato educativo en el estado tenía que anticiparse y no responder tardíamente a las necesidades de ese mercado laboral y de servicios que, a la vuelta de una década, exigiría perfiles que no se estaban formando todavía en las instituciones públicas de educación superior ni en las universidades privadas.
Puesto que Manzanillo estaba llegando a los niveles de crecimiento portuario que antes alcanzaron los grandes centros del comercio marítimo, prever los tipos de profesionales y los programas de estudio con los que estos especialistas tendrían que formarse, suponía un trabajo arduo, mas no imposible.
Silva Ochoa pensaba también que, para formar ese recurso humano, se requería de una universidad con un enfoque propio. De una casa de estudios que además respondiera a la identidad porteña. Para los manzanillenses, la Universidad de Colima es… de Colima Y sería casi un motivo de orgullo contar con una universidad de Manzanillo. De hecho, el eslogan que la institución adoptó oficialmente es el de ‘la Universidad del Puerto’.
Esto es lo que es la UTeM, una institución pública del estado pensada para formar a los profesionales que demanda el sector portuario, logístico, comercial, industrial, aduanal, turístico, energético y de servicios de Manzanillo, con una identidad local y un esquema que hoy están adoptando otras casas de estudio: el modelo de educación dual.
A casi 17 años de existencia, desde el corazón de la Universidad Tecnológica de Manzanillo –la bilioteca que lleva su nombre– me cabe la certeza de que la perspectiva de Jorge Humberto Silva Ochoa para el desarrollo de Colima, era la correcta.
Mi correo electrónico carvajalberber@gmail.com