Autoritarismo y brutalidad pudiera ser una buena definición de Policía. Hay nombres que todos tenemos en mente como Giovanni López, George Floyd, Rodney King o el último que se ha sumado a la lista, Rayshard Brooks. Muertos todos ellos porque así lo decidieron algunos malos policías que los asesinaron. También hay policías héroes, pero son los menos. Todos tenemos en mente hechos heróicos de algún policía y también todos hemos sufrido alguna vez sus excesos.
Los policías suelen ser prepotentes e ignorantes y normalmente no entienden razones y cumplen al pie de la letra las instrucciones que reciben, pero raras veces cuentan con instrucciones sensatas. Generalmente son represores y conocen de desechos humanos (como ellos mismos o sus jefes) y los respetan. En cambio, de derechos humanos todo ignoran y los atropellan. Y qué decir de su corrupción, simplemente recordemos la triste historia de la Policía Federal que rápidamente acumuló tantos vicios y desaprobación que tuvo que desaparecer y dar paso a la Guardia Nacional, creada con una concepción radicalmente distinta de esa Policía Federal.
Los policías no saben levantar un acta, pero saben levantar personas; no saben cumplir la ley, pero saben cumplir órdenes; no saben proteger a la sociedad, pero saben proteger a los políticos corruptos a quienes incluso, cuidan. No conocen la ley, pero sí conocen las instrucciones que les dan. Sí saben atropellar, leyes y ciudadanos por igual. Y cuando junto las letras que componen esa palabra, policía, no me refiero sólo a los de a pie sino también a los jefes y a los jefes de los jefes. Y lo que sí saben recibir, y muy bien, son dádivas y si no se les ofrece, piden. Muy pocos son los que rechazan la corrupción, pero los hay.
No sienten formar parte del pueblo, sino que constituyen una casta. Ellos valen porque poseen un uniforme y una placa (y un arma, por supuesto), más no por su saber o entender. Son serviles con los de arriba y bestiales con los de abajo. Como sus jefes los someten, humillan y tiranizan, no buscan a quien se los hace sino a quien se los paga. Les falta capacitación en todos los temas, pero no se les proporciona porque si lo hacen, ya no se les someterían como ahora lo hacen. Dejarían de ser los esclavos de sus amos y empezarían a aplicar su criterio y quizás, a respetar la ley y ya no servirían a sus amos y sus intereses para reprimir a la ciudadanía. Eso resultaría inconveniente sobre todo en épocas como la que vivimos, cuando les rebrota el pequeño Hitler que llevan dentro.
Las policías reflejan el espíritu de los gobernantes. Por eso los policías de Alfaro actúan como lo hacen y en nuestro Estado, los policías de Morán pronto se han distinguido y ganado el reconocimiento como los más brutales de Colima, aunque ya detuvieron al menos a una persona que logró someter a varios de ellos, porque obviamente trataban de imponer su ley, que es una ley injusta, que no deriva de ningún congreso sino de los caprichos de sus jefes. Y esas leyes, nunca debieran aplicarse. Está claro que en diferentes lugares de México, no usar tapabocas, es causa de muerte. Y eso que los partidarios del uso del nasobuco no logran demostrar la utilidad de ese instrumento (Y el juntador de letras, será criticado por uno de los tantos fans del nasobuco).
Los policías de a pie se convierten también, en carne de cañón, cuando son enviados a actuar fuera de la Ley, como sucedió con los que fueron enviados a cuidar empresarios a Jalisco y es que claro, esos empresarios eran personajes de gran interés público, pues representaban los intereses de Altos Hornos de México y la Minera del Norte, propiedad ambas, de Carlos Ancira, detenido en España con fines de extradición a nuestro País por su coalición con Emilio Lozoya en contra de los intereses de Pemex y por supuesto, de la Nación. Algunos corruptos enviaron a nuestros policías a cuidar a los empleados de otros corruptos que sólo saben actuar cuando los protege una autoridad. Es una vergüenza.
Y es que eso es nuestro gobernador. Ahora decidió formar parte del BOA, del mismo modo que antes había declarado su amor a la 4T a través de su amigo Mario Delgado. Protege a los cómplices del neoliberalismo porque son como él. Forman parte de lo mismo. Como los medicamentos antiguos, son dos y se toman juntos. Esa rectitud en su actuar, está bien reconocida por el pueblo que gobierna, y así lo reflejan los índices de aprobación, en los que ahora aparece en segundo lugar (aunque sea de abajo para arriba y no al revés, como sería lo deseable).
Las leyes de un país o de un estado se van modelando según las intenciones de los gobernantes para que se ajuste a sus actuaciones, por eso da gusto que la bancada cuatroteísta en el Congreso lo local se proponga realizar adecuaciones a la Ley del Sistema de Seguridad Pública del Estado de Colima para que responda a los intereses de la 4T y no a la de los neoliberales, esos técnicos que se creyeron científicos, como dijera Andrés Manuel.
En estos tiempos de BOA, con un gobernador alineado con ese bloque, habría que revisar y modificar muchas leyes más para adecuarlas a los nuevos tiempos. Deseamos un Congreso que acompañe a la 4T, ese fue el mandato que durante la jornada electoral, entregamos a sus integrantes. Una labor titánica pero deseable.
Por supuesto, el escribidor expresa su solidaridad con los familiares de los siete policías estatales asesinados en cumplimiento de las órdenes giradas por sus superiores y también con los policías bien nacidos, particularmente los estatales, aunque también los de otros cuerpos. Debemos entenderlos como parte del pueblo y capacitarlos para que realicen correctamente su trabajo. A los sicópatas que usan uniforme, habrá que separarlos y en su caso, proceder en su contra y de igual modo, proceder contra los mandos policiales cuya actuación se separa de la Ley y del interés general. Tener mejores leyes les ayudará a ser mejores. Ese es el reto del Congreso.
No olvidemos que la mala actuación de los jefes de los policías es lo que ha convertido a Colima en un estado fallido. Los índices de criminalidad son vergonzantes porque es vergonzante la actuación de los jefes de los policías. Estamos estrenado un quinto secretario de Seguridad Pública en lo que va del sexenio. Pero sólo hemos tenido un gobernador y sólo hemos tenido también un secretario general de Gobierno que presumía encabezar estas actividades prioritarias. Los hechos no apuntan a que podremos ser felices ni seguros antes del relevo de Peralta como gobernador. Esto es la descripción de un fracaso (de los gobernantes y de todos los colimenses). Por eso, Peralta, debiera solicitar licencia al Congreso, para separarse de su cargo. Por eso tienen razón quienes marcharon para pedirle que se fuera. Y marcharon pocos porque Ochoa logró su objetivo de transmitir miedo a muchos de quienes deseaban marchar.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.