Un muy buen amigo afirma que los políticos aficionados se parecen a los burros, pues rebuznan porque escuchan rebuznar a otros. Creo que eso es cierto y explica las diferencias y hasta contradicciones de las medidas adoptadas en relación con el control de la pandemia que ahora nos castiga. Y en este caso, la realidad es peor, no sólo porque todos los políticos amateurs se asumen como autoridades sanitarias, sino porque cualquier ciudadano común y sobre todo, corriente, se asume autoridad de ese tipo.
Y como vivimos en una república donde todos somos virólogos, infectólogos y epidemiólogos y en su mayoría han adquirido sus conocimientos por ósmosis, aunque otros son egresados de la Universidad del Guasa, entonces cada uno impone su ley a los demás. No importa la claridad con la cual el artículo cuarto de la Ley General de Salud define las autoridades sanitarias.
Así por ejemplo, don Aldo, el inteligente presidente municipal que padecemos los comaltecos, permite la apertura de los botaneros mientras prohíbe que se cruce por los jardines del municipio. Muchos comaltecos insisten en romper la cinta plástica que resguarda el Jardín Principal y la autoridad insiste en reponer la cinta. Algún amigo me dijo que el agua de las fuentes está muy contaminada y concentra grandes cantidades del coronavirus SARS CoV 2. El que junta estas letras le cree porque no encuentra otra explicación lógica. Cualquiera supondría que un botanero podría mucho más fácilmente ser fuente de contagio que el Jardín. Poco importa a estos improvisados lo que diga la Secretaría de Salud con respecto a las actividades permitidas según el semáforo epidemiológico.
Algunas personas afirman que la prohibición para usar el Jardín Principal es una cuestión personal y caprichosa de don Aldo, para impedir que Daniel Fierros, Jorge Robles, Santiago Ramírez y Francisco Valencia, amigos entre ellos (y también del escribidor), se reúnan como gustan hacerlo, al caer la noche, en una banca de la esquina sureste del Jardín en cuestión. Pero esas supuestas acciones de protección, resultan contradictorias con el hecho de que se permita la celebración de festejos populares como el de La Becerrera, a los que acudieron cientos o miles de personas y durante las cuales pudo propagarse el virus. Aunque eso no pasó, son autorizaciones irresponsables que ponen en riesgo la salud pública.
Y a propósito de La Becerrera, allí nació el nuevo Secretario General de Gobierno, Rubén Pérez Anguiano, quien sustituye a Arnoldo Ochoa El Lagañoso, doctorado en mapacherías y otras artes marrulleriles, según se desprende de la invitación que le hiciera el Presidente nacional del PRI para integrarse a su equipo.
Por otro lado, y regresando a nuestro tema, la celebración de una reunión a la que asistieron el gobernador Peralta y sus compañeros gobernadores golpistas a las instalaciones de la Universidad de Colima en Nogueras son otro atentado a la salud pública y curiosamente, un par de semanas después de celebrarse ese cónclave, resultó el primer enfermo de Covid 19 en el municipio, y de trata de un noguereño. Peralta pudo o no haber solicitado permiso y don Aldo, pudo o no haberlo otorgado, pero esa reunión significaría una responsabilidad oficial.
Pasando a otras contradicciones, la Clínica del ISSSTE en la ciudad de Colima ostenta en la puerta de ingreso a la consulta familiar un aviso de esos que pueden haber sido elaborados en cualquier computadora, que exige el uso de nasobuco para acceder a las instalaciones y hay un policía que celosa y orgullosamente exige el puntual cumplimiento de la disposición. Enfrente, dividido por un pequeño espacio descubierto se ubica la botica de la Clínica y en su puerta respectiva no hay ese aviso que obliga al uso del tapabocas y las empleadas de la farmacia no la usan.
La consulta puede esperarse sentado en la sala de espera guardando la distancia de seguridad, sin sol y con clima artificial. El turno para pasar a surtir la prescripción debe esperarse en el patio, a pleno sol y parado guardado o no la distancia de seguridad, mientras que no pueden usarse las sillas ni el aire acondicionado de la sala de espera. El lunes alrededor del medio día, de pronto, el policía permitió el paso de quienes esperaban y ante el reclamo con enojo de una de las acomplejadas empleadas de la botica, el policía alegó que el Subdirector le había dado esa instrucción y provocó un entripado de la empleada.
Lo anterior evidencia que ante la ausencia de autoridades, en el ISSSTE, cada empleado impone sus propios caprichos y quizás, que el lunes por primera vez, desde el inicio de la pandemia, asistió a laborar el Subdirector de la clínica. O bien, que este funcionario ha girado sus instrucciones varias veces y que la encargada de la botica, ordena otra cosa a los guardias, y que su opinión se impone, por la buena o por la mala. De todas formas, cada quien va a su aire y todos se asumen como autoridad sanitaria, sin serlo.
Y algo cómico, pero en la misma dirección. Hay una taquería que se ubica muy cerca de la esquina que forman la avenida Sevilla del Río y la calle Ignacio M. Altamirano, donde un aviso manuscrito anuncia a los asistentes que es obligatorio lavarse las manos y usar gel de alcohol. ¿Los dueños de la taquería, también serán autoridad sanitaria?
La última autoridad sanitaria en el Estado es el gobernador y por lo visto, no es capaz de ordenar las medidas de contención o bien, nadie le hace caso.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.