El movimiento lopez-obradorista logró la alternancia en Colima. Indira Vizcaíno Silva (IVS) será la primera gobernante de un partido distinto al que mantuvo el Poder Ejecutivo en el estado durante más de 90 años.
(Eso es más importante que el hecho de tratarse de la segunda mujer en llegar a la gubernatura de un estado que, con Griselda Álvarez, ciertamente fue el primero del país en tener a una mandataria).
Más allá de la cuestión de género, a Indira le cabe el mérito de haber terminado con la hegemonía priista. La morenista logró lo que no consiguieron los panistas. En 1997 Acción Nacional apareció en la escena electoral local con candidatos realmente competitivos, pero por diversas razones se quedaron siempre en el ‘ya merito’ lo mismo en elecciones ordinarias que extraordinarias.
Morena consigue lo que tampoco obtuvo la izquierda cuando la representaba el PRD. Ahora aliado insólito del PRI, el Partido de la Revolución Democrática hizo, desde su fundación en 1989 y con cuadros que ya están casi todos en Morena, encomiables esfuerzos por convertirse en la real oposición al interior del Congreso local, así fuera mediante posiciones de representación proporcional.
El Sol Azteca siguió una estrategia de crecimiento escalonado que los llevó a ganar, primero, comisarías y juntas municipales (tras luchar y conseguir procesos de elección popular de las autoridades auxiliares) y, luego, en distintos momentos los ayuntamientos de Colima, Armería y Cuauhtémoc. Sin embargo, con el encumbramiento nacional de los Chuchos, el PRD se perdió ideológica y electoralmente.
AHORA SÍ GANÓ LA 4T
Como nueva encarnación de la izquierda partidista, Morena irrumpió en 2018 en la política estatal dentro de la cauda de ese meteoro que fue, como candidato presidencial por tercera vez, Andrés Manuel López Obrador.
Aunque con sus aliados en la coalición Juntos Haremos Historia (PT y PES) conquistaron los dos escaños de mayoría en el Senado, las dos diputaciones federales, 15 de los 16 distritos uninominales del Congreso local y gobiernos municipales tan importantes como Manzanillo y Tecomán, los morenistas no necesariamente consiguieron el dominio político del estado.
Al contrario, muchos de sus diputados sucumbieron al hechizo del régimen priista, traicionando los principios del partido fundado por López Obrador y pulverizando la gobernabilidad que la 4T debía tener en el Congreso del Estado.
El triunfo de la candidata de Morena a la gubernatura en 2021 supone un paso decisivo en la transformación política de la entidad. Colima pasará de ser uno de los últimos bastiones del PRI y del conservadurismo al que defienden los priistas en su alianza con el PAN, a uno de los estados donde ya será gobierno la Cuarta Transformación.
LA AYUDÓ NACHO
Entre los factores que propiciaron el triunfo de IVS el domingo 6 de junio, uno de los más determinantes fue la administración de Ignacio Peralta.
Plagada de señalamientos de corrupción, tráfico de influencias e incapacidad para generar un ambiente favorable al desarrollo económico, Nacho está llamado a ser el peor gobernador en la historia de Colima.
El mayor disuasivo para las inversiones productivas son los altísimos niveles de inseguridad que mantuvo como normalidad policiaca el gobierno peraltista.
Todos los días hay levantones y asesinatos, sin que jamás se logre la captura de los responsables. “Huyeron con rumbo desconocido”, es el leitmotiv de la nota roja. De hecho, en los días previos a la elección se dio una matazón en todo el estado.
Peralta Sánchez deja a la administración pública en una profunda crisis financiera, con claros desvíos en el tema de Pensiones y en la aplicación de los recursos presupuestados para obras como el C-5i o el Palacio de Gobierno.
Un mandato que deja esas cuentas tenía que pagar un elevado costo político. No hay un solo rubro donde el gobierno priista saliente no haya sido cuestionado. Los resultados en este sexenio son nulos. Y el voto efectivo es, en última instancia, un reclamo a Nacho.
LA OPCIÓN DE CAMBIO
Como contestataria de ese régimen, Indira fue desde el principio del proceso electoral la candidata con mayores fortalezas. Ya como superdelegada del gobierno federal, Vizcaíno supo resistir los embates del grupo en el poder, que no fueron pocos y algunos consistieron en infamias sobre su vida privada.
Desde la interna, Indira demostró que ella era la verdadera candidata de la 4T pese a los esfuerzos de Claudia Yáñez, Virgilio Mendoza y el propio Leoncio Morán por usurpar la representación de López Obrador en Colima.
El domingo se consumó el anhelo ciudadano de lograr un gobierno estatal de signo distinto al tricolor. Desde 1997, cuando el sentimiento antifernandista impulsó el proyecto de un entonces desconocido Enrique Michel, se venía manifestando ese entusiasmo por renovar la clase política y al círculo gobernante. Hubo muchos episodios de la vida electoral en los que la gente se quedó con la sensación de haber sufrido fraude, pero eso no frustró el entusiasmo ciudadano.
Desde ese año, la ciudadanía siempre apoyó los esfuerzos de la disidencia. El PAN creció como oposición viable en esa medida. Entonces no había una cultura de la denuncia del fraude ni se conocían abiertamente las técnicas de la alquimia electoral. Pero ahora que ya son identificables, a las clásicas trampas de los mapaches se sumó el recurso desesperado de la simulación. Descubrimos en esta ocasión que los supuestos opositores eran en realidad comparsas. Y eso dejó en claro que la verdadera opción de cambio la representaba Morena, en la persona de Indira Vizcaíno.
Se ha manejado en la prensa oficialista y en las redes sociales la posibilidad de que, al no declinar a favor de Mely Romero, Locho Morán y el propio Virgilio Mendoza ayudaron a ganar a Indira. En realidad, la función de partidos como el Verde y Movimiento Ciudadano fue evitar que los votos de inconformidad con el régimen priista se fueran a Morena. PVEM y MC en Colima son las mismas expresiones, pero fragmentadas. No olvidemos que ambos candidatos, Locho y Virgilio, son de origen panista.
NADO VERIFICADO
En materia comunicacional, Indira se enfrentó al nado sincronizado que no sólo falsificó el papel de la prensa independiente, sino que confundió en el ejercicio de los géneros las funciones del periodismo con las de la propaganda e, incluso, incurrió en una estrategia para generar pánico moral.
Algunas de las plumas periodísticas que se prestaron a la operación de guerra mediática, orquestando campañas de descrédito, plagiaron los formatos del fact-checking, robando el prestigio de los blogs de observación y hasta de la marca Verificado, para difundir la propaganda negra más burda.
Presentándose como académicos y observadores de medios imparciales, descalificaron las declaraciones de Indira bajo el argumento de que sus datos no correspondían con información oficial que, por otra parte, hasta ese momento no era pública.
Un supuesto ejercicio de verificado donde uno de los analistas es hermano del coordinador de comunicación social del gobierno estatal es, para usar sus propias categorías de evaluación, más que engañoso, falso.
SE COBRARON EN LAS URNAS
Las elecciones demostraron que la gente quiere el cambio, pero la militancia, los simpatizantes de Morena y la ciudadanía en general mandaron un mensaje muy claro: no hay cheque en blanco.
Candidatos que las bases percibieron como imposiciones de la cúpula morenista, como Guillermo Toscano, impulsado, sostenido y reinstalado cuantas veces fue necesario por Mario Delgado, en lo que se vio como una concesión del dirigente nacional de Morena al grupo gobernante en el estado de Colima.
El fenómeno del voto diferenciado se dio en el ámbito de Morena, porque la izquierda tiene un elector inteligente. Querían un cambio en el gobierno, pero también un proceso pre-electoral que dejara atrás el autoritarismo y la imposición, es decir, que erradicara al legendario dedazo.
Lo que vimos el 6 de junio fue también una secuela del proceso interno de los partidos. Ahí donde las bases no quedaron satisfechas con las designaciones, se cobraron la afrenta en las urnas. En el caso de Morena, la dirigencia explicó a sus militantes que el acuerdo con grupos políticos era necesario para ampliar la base votante del partido. El problema es que muchos de esos candidatos externos, como ocurrió en Comala, resultaron no ser tan competitivos.
Es lo mismo que le pasaba al PRI: los candidatos impuestos ganaban en el partido, pero perdían en la elección. El problema de Morena es que después de este juego de decisiones cupulares disfrazadas de encuestas improbables, nadie realizó una operación cicatriz. Quienes lo intentaron cortaron con hacha y no con bisturí. Uno de esos operadores descuidado fue Vladimir Parra, y lo pagó con su propia derrota en la elección para diputado federal.
En la medida que se cerró la elección e Indira ganó con mucha menos ventaja que los dos dígitos que tenía al arranque de la campaña, la dirigencia local de Morena tiene que hacer una autocrítica y revelar cuáles fueron los errores.
La secretaria general Citlalli Hernández ya lo hizo a nivel nacional. Ante la pregunta de si estaba dispuesta a poner su renuncia en la mesa, la senadora aclaró que el 90 por ciento de las designaciones de candidatos fueron de Mario Delgado.
Morena tiene que estudiar a fondo las causas de estos resultados, para evitar que se repita la historia de un PRD que siempre se atuvo a las votaciones espontáneas, desde las de 1988 cuando la izquierda jugó como Frente Democrático Nacional.
Por lo que respecta a Morena, no debe vivir en el espejismo de que su verdadera fuerza radica en la popularidad del presidente, pues ¿qué pasará cuando López Obrador deje la presidencia?