La elección de este año no implica únicamente la oportunidad de lograr por fin la alternancia partidista en Colima, sino también la posibilidad de renovar la clase política en el estado.
En un contexto sociodemográfico que obliga a dar el salto generacional y en la convergencia de los movimientos progresistas para tomar decisiones con base en una agenda de género, es complementaria una ética política que restituya el valor de la honestidad en el ejercicio del poder.
Es el reclamo de una ciudadanía cansada de ver los mismos rostros jugando cada tres años por los distintos cargos en disputa, aunque sean nominados por diferentes partidos. Pero el riesgo es que este recambio de actores políticos se lleve a cabo con la lógica de caciques que buscan extender su virreinato a fuerza de promover la participación electoral de familiares, amigos, colaboradores o socios.
De nada servirá inscribir nombres inéditos en las boletas si, en esencia, los candidatos del cambio representan a los mismos grupos que han ejercido el poder y si esos nuevos cuadros mantienen vigente la cosmovisión de sus formadores políticos.
Esta simulación que se entiende en los partidos del conservadurismo porque su misión en estos comicios es preservar el viejo régimen, sería injustificable en Morena que se asume como paladín de la cuarta transformación.
Con la definición de sus candidaturas, el Movimiento de Regeneración Nacional demostrará si busca una simple alternancia o una auténtica transición democrática en Colima.
TALENTOS OCULTOS
Muchos de los perfiles que está reclamando la sociedad se esconden entre las personas que han estado alejadas de los institutos políticos, generalmente porque no coinciden con la forma en que se practica la política. Pero esas aspiraciones tendrán que manifestarse de alguna u otra manera, ya que la nomenclatura difícilmente saldrá a las calles o explorará las redes sociales para encontrar talentos escondidos.
Ciertamente, Morena tiene una reserva de candidatos potenciales en los militantes que no fueron tomados en cuenta para las nominaciones hace tres años. Ellos han estado a la sombra de una estructura más preocupada por conservar los puestos que alcanzaron o por la rotación de esos cargos, que en apoyar a futuros competidores internos.
No se necesita mucho para entender que, en todos los municipios, hay un ejército de simpatizantes cuatroteístas con ganas de contribuir a la transformación del estado. Quizá les ha faltado proyección y carecen de experiencia para relacionarse en el medio, pero no en pocos casos se trata de personas con mejor grado de preparación o mayor intelecto que la oferta política presentada hace tres años.
Los mercadólogos no desmentirán la siguiente afirmación: es más sencillo convertir a un desconocido en un candidato competitivo, que revivir la carrera de alguno de esos cuadros que se suicidaron políticamente al traicionar la confianza de quienes votaron por ellos en 2018.
Los electores de AMLO esperaban de todos esos que llegaron a legisladores o munícipes, que actuaran como agentes del cambio y no de la continuidad del viejo régimen.
CULTURA VIRREINAL
Ahora bien, el verdadero riesgo para Morena no es Claudia Yáñez, cuyas menciones en la prensa oficialista a estas alturas no son más que un distractor. En realidad, donde se puede dar la fractura que tanto anhelan los integrantes del Tumor es en el reparto de las candidaturas que harán fórmula con la abanderada a la gubernatura, Indira Vizcaíno.
La selección no puede limitarse a los cercanos o a los familiares de los dirigentes actuales, tiene que ser lo más amplia posible. Morena no debe caer en la lógica de los virreyes priistas o panistas que, cuando no eran ellos los candidatos, imponían a sus hijos, hermanos, cónyuges o parejas sentimentales.
Los representantes populares que en 2018 llegaron a los cargos por la vía de Morena, ya sea por descuido u omisión deliberada son corresponsables de que no haya cuadros emergentes en ese partido. Inhibieron la formación de una nueva clase política, para blindar su propia reelección o nominación a un nuevo cargo.
Mas por la manera en que perdieron el poder legislativo y por no querer enfrentar al aparato oficial, muchos de estos beneficiarios del tsunami 2018 ya no cuentan con la confianza de la base. Morena tiene que empezar prácticamente de cero la búsqueda de candidatos idóneos y el tiempo no resulta su mejor aliado.
EL FACTOR FAMILIAR
Algunas de las más polémicas entre las eventuales postulaciones de Morena, están relacionadas con el dirigente nacional Mario Delgado Carrillo. El excoordinador de la bancada morenista en San Lázaro reúne un perfil profesional y político que a muchos les parece más cercano al PRI neoliberal que al partido que encabeza. Desde esa óptica resulta entendible que las posiciones exigidas como cuota personal no sólo encarnen a esa filosofía, sino que tengan vínculos directos con el grupo en el poder local.
La estrecha amistad de Mario Delgado con el gobernador José Ignacio Peralta y, sobre todo, el parentesco con el exsenador Héctor Michel Camarena (fedatario de los negocios inmobiliarios más cuestionados por la sociedad colimenses), son factores ineludibles en cualquier mesa de análisis.
Como tío y socio de Mario, Héctor Michel (secretario general de Gobierno y secretario de Desarrollo Social en sexenios pasados) es la llave para el arribo de una nueva camada de ‘mirreyes’ cuyo propósito es administrar la obra pública en los municipios más importantes.
No es deseable que la alternancia en el poder se reduzca a una mera sustitución de personajes. En el Congreso se requieren perfiles que puedan llamar a cuentas a los funcionarios del actual gobierno, cuya gestión está pendiente de revisar.
Se necesitan diputados que enfrenten la inocultable corrupción del sexenio que termina. Y no será con cuadros que se desprenden de los mismos grupos que han estado en el poder, aunque lleguen por Morena, como se podrá enjuiciar políticamente a los causantes del quebranto financiero y la disminución del patrimonio público.
BLANQUEAMIENTO ELECTORAL
Con la cantaleta de que si no es por Morena será por otro partido, buscan una nueva candidatura algunos de esos diputados locales que no quisieron hacer contrapeso al Ejecutivo emanado del PRI, pese a las inmejorables condiciones que se crearon a su favor por la cantidad de posiciones alcanzadas en 2018.
Quienes los promueven dentro de la cúpula de Morena, quieren enviar con esos candidatos señales de paz al actual grupo gobernante. Tal vez pretenden garantizar una lucha electoral menos encarnizada, pero olvidan que de todas maneras la 4T va a ser combatida con todo.
Son, por lo demás, aspirantes muy poco rentables. Llegaron a su cargo por los votos en cascada a favor de López Obrador y hasta lo que va del periodo no se les conoce una sola cualidad. Desde el principio han estado más preocupados por resolver su problema económico que por abanderar las causas populares y defender la agenda de la llamada Cuarta Transformación.
Tristemente, confunden el progreso de carrera política con el aburguesamiento en una de sus formas más ramplonas. Los vemos apareciendo en las revistas de la élite social, anhelando ser reconocidos por un estrato que encuentra en ellos más signos de incompatibilidad que motivos de admiración.
En un medio tan frívolo, ni el efímero cargo ni el oneroso sueldo que perciben resultan suficientes para lograr la aceptación en círculos donde las apariencias cuentan mucho, pero también en donde los juicios son tan severos que arrojan todo tipo de expresiones discriminatorias.
Para colmo, esas revistas cuyos formatos publicitarios son planteados para burlar la legislación electoral, ni siquiera ofrecen una comunicación efectiva porque su nicho de mercado no es el mismo que se moviliza con grandes resultados en la jornada electoral.
GANÓ GRISELDA
A diferencia de otras ciudades en donde el estereotipo de la élite social marca tendencia, en una población tan heterogénea como la del puerto ha quedado demostrado que la gente no se deja llevar por aspectos triviales. Y a la actual munícipe Griselda Martínez le tiene sin cuidado complacer esos requerimientos.
Por cierto, Martínez terminó teniendo la razón moral en el pleito contra los intereses agazapados en los negocios portuarios, actuales y futuros. Ganó Griselda y, como reconocimiento, el presidente López Obrador le autorizó un audaz programa de obras públicas con dinero de la API.
Pero su reclamo para que la Fiscalía General del Estado aclare el atentado que sufrió al arranque de su administración, sigue sin ser escuchado. La gravedad y la impunidad del hecho explican por qué Griselda no se inscribió en el proceso interno para la diputación federal por el segundo distrito. Y si resulta que tampoco busca la reelección no será porque fracasó en la administración municipal de Manzanillo, la más exitosa sin duda de todo el estado y la que mejor responde al paradigma de la 4T, sino por los riesgos personales y familiares que corre.
DETRÁS DE TODA GRAN MUJER…
Si en Morena hay nuevos rostros con los mismos perfiles del viejo régimen, en el Verde son tan pragmáticos que nada más reutilizan los nombres. El priista Agustín Morales o Nabor Ochoa, quien del PRI pasó al PAN para luego retornar al priismo por la vía del PVEM, son propuestas cíclicamente repetidas y, al mismo tiempo, ofertas electorales para una circunstancia política que ya cambió.
Los priistas, por su parte, se duelen de estar limitados por la cuestión de género. Lamentable desenlace para un proceso de equidad que ellos mismos iniciaron, al postular por primera vez una mujer a un gobierno estatal o al lanzar fórmulas paritarias para las dirigencias nacional y estatales.
Tuvieron más de tres décadas para formar grupos femeninos tan competitivos como los varones, y no lo hicieron. La cultura patriarcal, sumada a las expresiones misóginas de una corriente proclive a sellar pactos de lealtad entre los cuadros masculinos, fueron factores determinantes para mantener en segundo plano a muchas de esas mujeres que, por lo visto, no tenían detrás de ellas a un “gran hombre”.
Los panistas siguieron otra estrategia, formaron liderazgos femeninos reales. Por eso, sin que la sustitución por cuota de género desestructure todo el proyecto partidista como ocurrió con el PRI, pueden postular a una mujer cuando la equidad impide a un hombre ir en determinada posición.